Aunque hoy en día se haya convertido en un
personaje algo ridículo y caricaturesco, a finales de los años 70 y principios
de los 80 Sylvester Stallone era un firme
valor en el cine estadounidense, incluso en registros dramáticos: recordemos
que en 1976 había llegado a ser nominado al Oscar por su actuación en Rocky, así como por el guión del mismo
film. Por entonces hasta había hecho ya sus primeros pinitos como director. En este contexto
participa en la adaptación para la pantalla grande de la novela de David Morrell First Blood, publicada por primera vez en
1972. Cuenta la historia de John Rambo, un ex-boina verde estadounidense que,
tras combatir en la Guerra de Vietnam, regresa a su país para descubrir que
es repudiado por sus compatriotas por su participación en el controvertido conflicto.
Desarraigado, solo, perdido, Rambo vagabundea de un sitio a otro intentando
encontrar a alguno de los pocos amigos que sobrevivieron a la guerra. Al llegar
a un pequeño pueblecito, el sheriff local, un tipo intransigente y prepotente,
le niega la estancia y acaba finalmente arrestándolo. Sometido a la brutalidad
de la policía, Rambo revive la pesadilla y el infierno que supuso para él la
contienda asiática y se enfrenta a la autoridad, golpeando a varios agentes.
Tras su huida de la comisaría, se refugia en las montañas, donde será acorralado primero por la policía local, y después por la nacional
y por el mismísimo ejército: y es que el fugitivo ha sido muy bien preparado
para este tipo de situaciones de supervivencia y estará dispuesto a plantarle
cara a todo la horda que se dispone a apresarle o a acabar con su vida…
Dirigida por el director hasta entonces eminentemente
televisivo Ted Kotcheff, la película se
estrenaría en 1982, hace exactamente ahora 30 años, y en España la conoceríamos
como El acorralado (aunque en posteriores
reediciones en formato doméstico parece que se ha perdido el artículo del
título). Por supuesto, el propio Sylvester Stallone, que ya se perfilaba como
actor especializado en tipos forzudos y duros, encarnará a uno de los personajes
que más fama internacional le darían tras el boxeador Rocky Balboa. Fue un film
que a mí, en mi adolescencia temprana y acabando la EGB, me impresionó mucho, y
creo que lo mismo le ocurrió a muchos otros chicos de mi generación. Recuerdo
que lo vi en el Cine Oma, una semana antes o después de ver Blade Runner. El hechizo de la película
no se ha roto del todo: me gusta volver a verla de vez en cuando y la sigo disfrutando,
aunque, ahora que soy mucho más mayor y tengo más criterio, entiendo que puede
cuestionarse desde un punto de vista político, ideológico e histórico. Se
puede, pues, afrontar El acorralado
como una entretenida cinta de acción en la que simpatizamos con un pobre
desgraciado al que le han llevado al límite, o podemos repudiar la eterna lamentación
estadounidense por su fracaso en Vietnam y por todo el cuestionamiento que provocó
en muchos sectores de su población y del resto del mundo la
intromisión de sus fuerzas armadas en una guerra y en un país ajenos (algo a lo
que EE.UU. sigue siendo aficionado). Personalmente, elijo lo primero, quizá por
los buenos recuerdos que me trae la película de aquellos queridos años 80 y de mis
muchas visitas a las salas de cine locales.
El largometraje de Ted Kotcheff trajo consigo
una saga que se extendió hasta tres continuaciones más (de momento) en las que
el personaje y su valor como icono patriótico estadounidense se distorsionaron
a la par que Stallone hipertrofiaba su musculatura hasta extremos exagerados y
perdía toda credibilidad –salvo raras excepciones– como actor “serio”: Rambo (George P. Cosmatos, 1985), Rambo III (Peter MacDonald, 1988) y John Rambo (Sylvester Stallone, 2008).
Admito que todavía disfruté con la acción y la tensión de la primera de las
secuelas (alego en mi defensa mi juventud) pero, con el tiempo, se me atragantó
totalmente su actor protagonista, y estuve muchos, muchos años negándome a ver
ninguna película suya. Al final, acabé viendo la tercera parte por televisión
y, qué cosas, en un momento de morriña y debilidad me sorprendí a mí mismo
yendo al cine a ver la última entrega del “héroe” del Vietnam (alego en mi defensa el querer recuperar las sensaciones de mi juventud). He hecho las
paces con Stallone; creo que tiene su hueco especial en la historia del cine,
aunque no suelo ver sus películas porque no me llaman.
En cualquier caso, si la valía de sus continuaciones es discutible, creo que El acorralado
es ya un pequeño clásico que se puede ver con respeto y que está apropiadamente dirigido e interpretado. De él me gusta especialmente su primera mitad, todas esas escenas en la ciudad y en ese bosque
lluvioso antes de que Rambo se desboque completamente, así como la música del inolvidable Jerry
Goldsmith, sin olvidar la participación de los secundarios Brian Dennehy y del veterano Richard Crenna en un papel bastante atípico en su carrera
–el del Coronel Trautman– que, sin embargo, parece ser que la ha ganado la
inmortalidad cinéfaga, sin olvidar a un jovencísimo David
Caruso como uno de los ayudantes del sheriff. Por cierto, yo imitaba la
escena final entre Rambo y Trautman mucho antes de que lo hiciera Santiago
Urrialde (aunque no decía eso de “no siento las piernas”).
De Mr. Stallone me quedo mucho antes con la saga de Rocky. Especialmente la primera, como suele ocurrir, aunque la valoración general de la saga completa me parece más que potable. Su nivel de dramatismo, y como profundiza en una historia humana, hacen que sea de las pocas sagas "de acción" que no me parecen vacías y meras excusas para soltar mamporros gratuitos (excepción hecha del género superheróico, por el que es sabido que tengo especial debilidad).
ResponderEliminarLo siento, pero personalmente de la saga Rambo ya no puedo decir lo mismo. Me parece una fantasmada bastante cutre, tanto ahora como cuando era adolescente.
No lo sientas, hombre, que yo tampoco es que sea ningún fan, si exceptuamos quizá mi debilidad por la primera. De "Rocky" no he visto nunca ninguna. No me gusta el boxeo y no suelo ver películas sobre este deporte. Ya me arrepiento bastante de haber visto "Million Dollar Baby"...
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