Continúa la saga cinematográfica de Jason
Bourne, ex-agente y ex-asesino de la CIA creado por el novelista Robert Ludlum y en cuyas tres primeras
adaptaciones para la gran pantalla (*) vemos cómo, tras quedar amnésico e ir
recordando poco a poco quién era, se replantea su trabajo y su existencia y
decide redimirse y poner al descubierto el despiadado proyecto en el que ha
estado inmerso y todos sus trapos sucios. Curiosamente, en esta cuarta entrega,
El legado de Bourne, no aparece su
protagonista habitual (interpretado por Matt Damon): lo reemplaza el actor Jeremy Renner como su homólogo Alex Cross, quien
acabará en una situación similar al verse perseguido por todo el aparato para
el que trabajaban ambos y que busca ahora acabar con él y con todos los demás
agentes para no comprometer a los dirigentes y altos cargos implicados.
La nueva entrega comienza solapándose con las
últimas secuencias de la anterior (como ya ocurriera con las segunda y tercera
películas), que vemos tanto desde la perspectiva de nuevos personajes como desde la de los antiguos. La CIA decide hacer una drástica purga de los agentes de
los proyectos y operaciones que corren ahora el peligro de quedar al
descubierto, y sólo uno ellos, Cross, consigue escapar a la matanza. El
fugitivo contacta entonces con la bioquímica Marta Shearing, implicada en la creación de los fármacos y procesos
utilizados en potenciar a los agentes, para que le proporcione nuevas dosis e información.
Ambos iniciarán su particular epopeya para escapar de los asesinos que les
persiguen e intentar estabilizar la modificación genética implantada en Cross.
Muy en la línea de las anteriores, con momentos de tensión tecno-burocrática,
espantosas intrigas gubernamentales (¿realmente juegan con nosotros como
quieren?), escenas de acción frenética e impactantes persecuciones como la que
tiene lugar en las calles de Manila en motocicleta hacia el final de la cinta,
el nuevo trabajo del director Tony Gilroy
(co-guionista de los guiones de los anteriores episodios de la serie) cuenta
para mí con dos importantes bazas en su pareja protagonista: un Jeremy Brenner
cada día más de moda con un parecido no sé si casual con Daniel Craig –hay innegables
similitudes entre las sagas Bourne y Bond– y mucho más convincente como tipo
duro que el aniñado Damon y, sobre todo, la siempre embelesadora presencia de Rachel Weisz –curiosamente esposa en la vida real
de Craig–: a partir de la segunda mitad de la película, momento en que su aparición
es casi constante en pantalla, no puedo quitar la vista de esa encandiladora
mirada que tiene la inglesa… ¿Quién no se perdería gustosamente en esos ojos
verdes? ¡Yo sí!
Entre el destacable reparto del film, encontramos repitiendo brevemente sus
anteriores papeles a Joan Allen, Albert Finney, Scott
Glenn y David Strathairn, aunque los
verdaderos “malos” de la película son esta vez Edward
Norton, Dennis Boutsikaris y un casi
irreconocible Stacy Keach.
*: El caso Bourne (2002), El mito de Bourne (2004) y El ultimátum de Bourne (2007)
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