Entre los últimos años 70 y primeros 80, hubo
una serie de espacios televisivos como La
clave o Sábado cine que me descubrirían
algunos títulos cinematográficos que acabarían convirtiéndose en esenciales en mi vida y
que, junto con otras películas que veía
en pantalla grande, definirían y decidirían mi amor por el género fantástico: El enigma de otro mundo, Ultimátum a la Tierra o El planeta de los simios serían algunos
de esos largometrajes que impresionaron a mi receptiva mente infantil por aquel
entonces, al igual que lo hizo Almas de metal.
Esta película dirigida por Michael Crichton
en 1973 con el título original de Westworld quizá no acabó calándome tanto
como las anteriores, pero siempre ha tenido un huequecito en mi memoria y en mi
corazón. Me reencuentro con ella ahora, después de muchísimos años, y ello me
motiva a esta pequeña entrada homenaje.
El argumento, obra también de Crichton, nos
traslada a un futuro inmediato en el que un lujoso parque de atracciones ofrece
a sus visitantes la posibilidad de trasladarse a tres épocas diferentes de la
Historia: la Roma clásica, la Edad Media y el Lejano Oeste. En localizaciones
perfectamente recreadas pobladas por androides prácticamente humanos, quienes
puedan costearse la estancia tienen la posibilidad de revivir emocionantes situaciones
sin correr ningún peligro: participar en un duelo con espadas, seducir a
personas del sexo opuesto o convertirse en “peligrosos” forajidos. Esto último
es lo que deciden los amigos Peter (Richard
Benjamin) y John (James Brolin),
quienes eligen el “Mundo del Oeste” que da título al film para disfrutar
bebiendo whisky, visitando el burdel de la ciudad, volando la cárcel o batiéndose
con un temible y amenazador pistolero (Yul Brynner)
al que, dada la programación de los robots de la atracción, siempre derrotan.
Por supuesto, algo va mal: una especie de virus cambia el comportamiento de las
máquinas y éstas se vuelven agresivas, comenzando a matar a todos los humanos
del parque. Peter tendrá que luchar por su vida mientras el implacable
pistolero al que ya ha derrotado varias veces le persigue ahora con el peor de
lo propósitos….
Terminator tiene padre |
Como otros veteranos del Hollywood clásico
(caso de Kirk Douglas o Charlton Heston), Yul Brynner flirteó en los 70 con la
ciencia ficción y, además de sus muchos papeles por los que será siempre
recordado, lo es también por el de este peculiar vaquero robótico, sin duda
inspirado en su conocido personaje de Los
7 magníficos y constituido en un claro antecedente del Terminator de James
Cameron (el film reseñado también parece adelantarse a otros hitos del género
como Blade Runner: fijaos en el
brillo de los ojos de los androides).
Vista casi cuarenta años después de su
estreno, Almas de metal me sigue
pareciendo una película simpática que, por supuesto, me trae recuerdos de mi
primer encuentro con ella hace ya tanto tiempo. Me llaman mucho la atención las
enormes computadoras que en el film controlan a los robots y los arcaicos
gráficos que aparecen en pantalla, y eso que este largometraje fue el primero en
incorporar CGIs en dos dimensiones. Tuvo, por cierto, una segunda parte en
1976, Mundo futuro, pero eso ya
corresponde a otro posible artículo
¡Que recuerdos! Me encantó esa película. No se si fue esta o la segunda parte recuero haberla visto con mis primos de Almería en una terraza de verano en El Puerto.
ResponderEliminarVi tanto Westworld como su secuela en pantalla grande. No recuerdo el cine pero supongo que sería en Sagunto en una de esas tardes de doble sesión.
ResponderEliminarA mí me suena verlas anunciadas, pero hasta donde recuerdo, ya las vi en TV...
ResponderEliminar