Siento una inevitable desconfianza por las
largas sagas literarias que se extienden a lo largo de muchos años y volúmenes
(me pasa lo mismo con las series de televisión que repiten una temporada tras
otra): tengo la impresión de que la mayoría de ellas acaban “perdiendo el
norte”, desvinculándose de su concepto y propósito originales y yéndose por los Cerros de Úbeda de la imaginación al
tener que estar su autor o autores creando constantemente nuevos personajes y
tramas para continuar su obra más allá de lo que incluso ellos mismos habían
previsto. Invariablemente acabo desinteresándome por casi todos los productos
de este estilo, sean libros, episodios televisivos o hasta expansiones para
juegos de mesa, que es también otra de mis aficiones. Creo que no se puede
estar chupando del bote eternamente y que, llegado el momento, ha de saber
ponérsele fin a una idea y comenzar nuevas andaduras creativas.
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Mi nada homogénea colección... |
Precisamente, una de las escasísimas
excepciones que he hecho al respecto es el ciclo Canción
de Hielo y Fuego del escritor estadounidense George R. R.
Martin (Bayonne, Nueva Jersey, 20-9-1948) quien, claramente tras la
estela de J.R.R. Tolkien, da la impresión de que quiere convertirse en el
novelista de fantasía medieval definitivo de principios del siglo XXI. Mi
primer contacto con este autor y su obra viene precisamente a través del juego
de mesa que adapta su primer libro, Juego de Tronos (en mi otro blog podéis leer su reseña), que adquiero a finales de 2006. Algún tiempo después, decido
hacer una excepción en mi rutina literaria para probar ese primer libro de la
saga –originalmente publicado en 1996–, que compro en edición de bolsillo. La
novela me entretiene mucho y la consumo rápidamente. Me gusta la idea de un
mundo medieval ficticio (aunque claramente basado en la Inglaterra de la época
de la Guerra de las Rosas) en el que las intrigas, conspiraciones, amoríos y
relaciones varias se anteponen a los combates y la acción y al habitual
bestiario de seres fantásticos habituales: aquí no hay orcos, ni elfos, ni
trolls... Sí que hay un elemento mágico y sobrenatural, pero normalmente
comedido. Los verdaderos monstruos del libro, como siempre, son algunos de los
seres humanos que lo protagonizan, que no dudan en aniquilar a quién sea
necesario para ocultar sus secretos o alcanzar sus pérfidos y ambiciosos
planes.
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El autor George R. R. Martin |
Acabo Juego
de tronos deseoso de continuar con las historias que quedan sueltas en su
final, y me lanzó a buscar su continuación, Choque de Reyes, aparecido por primera vez en
lengua inglesa en 1998. Se da la circunstancia de que la edición normal en tapa
blanda se ha agotado y se espera reimpresión. Después de pasear ansioso por
varias librerías de mi pueblo y de la capital buscándola infructuosamente, me decido
al final por adquirir la única versión de la novela que encuentro: la más cara
de tapa dura. La termino con idéntico interés que su antecesora y continúo con
el tercer volumen de la serie, ahora ya sí en edición normal: Tormenta de
espadas (2000). Hasta ahora, la lectura de las tres novelas una
detrás de otra ha sido fluida, amena y emocionante, a pesar de la afición un
tanto molesta de su autor de acabar de un plumazo con algunos de los personajes
más carismáticos y queridos y, además, tengo la inmensa suerte de que la
finalizo prácticamente cuando está a punto de aparecer la versión en castellano
del siguiente volumen, Festín de cuervos, publicado primero en EE.UU.
en 2005, y en España dos años después. Aquí se me rompe el encanto de Canción de Hielo y Fuego: comienza ya
con una nota de Martin diciendo que separa esta nueva novela en dos partes –la
otra, de próxima aparición– y que divide entre ellas a los diferentes
personajes principales para no tener que hacerles intervenir brevemente en ambas. Después
me encuentro ya con importantes cambios en el destino y los azares de los
protagonistas: se alejan de sus territorios habituales, emprenden otras vidas,
surgen nuevas historias que en ocasiones me parecen forzadas. Acabo el cuarto
libro de la serie un tanto decepcionado y aburrido, con la sensación de que su
autor ya está tirando de un hilo algo enredado y acabando las novelas de la
saga más por puro compromiso y posiblemente por las nada despreciables
ganancias que le producen. El lapso de cinco años con respecto a la anterior
parte –cuando las tres primeras se habían publicado con tan sólo dos años
entre ellas– parece notarse en una menor solidez de las tramas de Festín de cuervos y en un obvio
distanciamiento de muchas ideas originales de las tres novelas anteriores.
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Sean Bean (Eddar Stark) en la adaptación para TV |
Nada menos que cuatro años nos toca esperar a
los seguidores de este ciclo literario para que salga a la luz con no poco
retraso Danza
de dragones (esta vez es de seis años la diferencia entre las
ediciones originales de este y el anterior libro). Como no me apetece esperar
otro año más a que aparezca la correspondiente edición en castellano, me lanzo
a la aventura de leerlo en su versión original (¡valiente de mí!). Pronto se
frena mi entusiasmo por abordar el quinto volumen, y no es tanto por las
dificultades del idioma –que las hay, pero solventables– como, sobre todo,
porque no recuerdo prácticamente nada de los anteriores: dónde acabó tal o cual
personaje, por qué este otro está aquí, quiénes son fulanito o menganito…
Releerme los volúmenes precedentes es impensable; tengo muchos otros libros que
abordar y una sola vida, así que, todo lo más, me ayudo de algunos resúmenes en
internet para refrescar la memoria. Aún así, la novela se me atraganta:
aparecen demasiados nuevos lugares y personajes, algunos de ellos secundarios,
terciarios, cuaternarios y hasta simplemente insignificantes. Del continente de
Poniente/Westeros en donde han transcurrido hasta ahora las anteriores novelas,
poco se sabe en este quinto libro. El elemento místico y fantástico parece
intensificarse y cobrar más protagonismo del que ha tenido hasta ahora. En
resumen: todo esto me huele más a relleno que otra cosa. Demoro e interrumpo la
lectura de Danza de dragones varias
veces hasta que, por fin, más como un ejercicio de orgullo, lo acabo este mismo
mes, más de un año después de que lo comprara, y dos meses después de la
aparición de esa edición en castellano que no quise esperar.
Quedan ahora dos teóricos libros para acabar
la saga, Vientos
de invierno y A Dream of Spring. No puedo decir que tenga la
misma ansiedad y ganas de abordarlos que tuve por algunos de sus predecesores.
Es muy posible que acabe leyéndolos, pero queda mucho tiempo para que aparezcan
y, por suerte, hay muchísimos libros con los que satisfacer mi apetito lector, seguramente
más interesantes para mí que los episodios finales de la saga de George R. R.
Martin. Siempre puede uno entretenerse, mientras tanto, con los episodios
televisivos que la adaptan cada vez más libérrimamente…
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