"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

sábado, 11 de agosto de 2012

Canción de Hielo y Fuego

Siento una inevitable desconfianza por las largas sagas literarias que se extienden a lo largo de muchos años y volúmenes (me pasa lo mismo con las series de televisión que repiten una temporada tras otra): tengo la impresión de que la mayoría de ellas acaban “perdiendo el norte”, desvinculándose de su concepto y propósito originales y yéndose  por los Cerros de Úbeda de la imaginación al tener que estar su autor o autores creando constantemente nuevos personajes y tramas para continuar su obra más allá de lo que incluso ellos mismos habían previsto. Invariablemente acabo desinteresándome por casi todos los productos de este estilo, sean libros, episodios televisivos o hasta expansiones para juegos de mesa, que es también otra de mis aficiones. Creo que no se puede estar chupando del bote eternamente y que, llegado el momento, ha de saber ponérsele fin a una idea y comenzar nuevas andaduras creativas.

Mi nada homogénea colección...

Precisamente, una de las escasísimas excepciones que he hecho al respecto es el ciclo Canción de Hielo y Fuego del escritor estadounidense George R. R. Martin (Bayonne, Nueva Jersey, 20-9-1948) quien, claramente tras la estela de J.R.R. Tolkien, da la impresión de que quiere convertirse en el novelista de fantasía medieval definitivo de principios del siglo XXI. Mi primer contacto con este autor y su obra viene precisamente a través del juego de mesa que adapta su primer libro, Juego de Tronos (en mi otro blog podéis leer su reseña), que adquiero a finales de 2006. Algún tiempo después, decido hacer una excepción en mi rutina literaria para probar ese primer libro de la saga –originalmente publicado en 1996–, que compro en edición de bolsillo. La novela me entretiene mucho y la consumo rápidamente. Me gusta la idea de un mundo medieval ficticio (aunque claramente basado en la Inglaterra de la época de la Guerra de las Rosas) en el que las intrigas, conspiraciones, amoríos y relaciones varias se anteponen a los combates y la acción y al habitual bestiario de seres fantásticos habituales: aquí no hay orcos, ni elfos, ni trolls... Sí que hay un elemento mágico y sobrenatural, pero normalmente comedido. Los verdaderos monstruos del libro, como siempre, son algunos de los seres humanos que lo protagonizan, que no dudan en aniquilar a quién sea necesario para ocultar sus secretos o alcanzar sus pérfidos y ambiciosos planes.

El autor George R. R. Martin
Acabo Juego de tronos deseoso de continuar con las historias que quedan sueltas en su final, y me lanzó a buscar su continuación, Choque de Reyes, aparecido por primera vez en lengua inglesa en 1998. Se da la circunstancia de que la edición normal en tapa blanda se ha agotado y se espera reimpresión. Después de pasear ansioso por varias librerías de mi pueblo y de la capital buscándola infructuosamente, me decido al final por adquirir la única versión de la novela que encuentro: la más cara de tapa dura. La termino con idéntico interés que su antecesora y continúo con el tercer volumen de la serie, ahora ya sí en edición normal: Tormenta de espadas (2000). Hasta ahora, la lectura de las tres novelas una detrás de otra ha sido fluida, amena y emocionante, a pesar de la afición un tanto molesta de su autor de acabar de un plumazo con algunos de los personajes más carismáticos y queridos y, además, tengo la inmensa suerte de que la finalizo prácticamente cuando está a punto de aparecer la versión en castellano del siguiente volumen, Festín de cuervos, publicado primero en EE.UU. en 2005, y en España dos años después. Aquí se me rompe el encanto de Canción de Hielo y Fuego: comienza ya con una nota de Martin diciendo que separa esta nueva novela en dos partes –la otra, de próxima aparición– y que divide entre ellas a los diferentes personajes principales para no tener que hacerles intervenir brevemente en ambas. Después me encuentro ya con importantes cambios en el destino y los azares de los protagonistas: se alejan de sus territorios habituales, emprenden otras vidas, surgen nuevas historias que en ocasiones me parecen forzadas. Acabo el cuarto libro de la serie un tanto decepcionado y aburrido, con la sensación de que su autor ya está tirando de un hilo algo enredado y acabando las novelas de la saga más por puro compromiso y posiblemente por las nada despreciables ganancias que le producen. El lapso de cinco años con respecto a la anterior parte –cuando las tres primeras se habían publicado con tan sólo dos años entre ellas– parece notarse en una menor solidez de las tramas de Festín de cuervos y en un obvio distanciamiento de muchas ideas originales de las tres novelas anteriores.

 
Sean Bean (Eddar Stark) en la adaptación para TV
Nada menos que cuatro años nos toca esperar a los seguidores de este ciclo literario para que salga a la luz con no poco retraso Danza de dragones (esta vez es de seis años la diferencia entre las ediciones originales de este y el anterior libro). Como no me apetece esperar otro año más a que aparezca la correspondiente edición en castellano, me lanzo a la aventura de leerlo en su versión original (¡valiente de mí!). Pronto se frena mi entusiasmo por abordar el quinto volumen, y no es tanto por las dificultades del idioma –que las hay, pero solventables– como, sobre todo, porque no recuerdo prácticamente nada de los anteriores: dónde acabó tal o cual personaje, por qué este otro está aquí, quiénes son fulanito o menganito… Releerme los volúmenes precedentes es impensable; tengo muchos otros libros que abordar y una sola vida, así que, todo lo más, me ayudo de algunos resúmenes en internet para refrescar la memoria. Aún así, la novela se me atraganta: aparecen demasiados nuevos lugares y personajes, algunos de ellos secundarios, terciarios, cuaternarios y hasta simplemente insignificantes. Del continente de Poniente/Westeros en donde han transcurrido hasta ahora las anteriores novelas, poco se sabe en este quinto libro. El elemento místico y fantástico parece intensificarse y cobrar más protagonismo del que ha tenido hasta ahora. En resumen: todo esto me huele más a relleno que otra cosa. Demoro e interrumpo la lectura de Danza de dragones varias veces hasta que, por fin, más como un ejercicio de orgullo, lo acabo este mismo mes, más de un año después de que lo comprara, y dos meses después de la aparición de esa edición en castellano que no quise esperar.

Quedan ahora dos teóricos libros para acabar la saga, Vientos de invierno y A Dream of Spring. No puedo decir que tenga la misma ansiedad y ganas de abordarlos que tuve por algunos de sus predecesores. Es muy posible que acabe leyéndolos, pero queda mucho tiempo para que aparezcan y, por suerte, hay muchísimos libros con los que satisfacer mi apetito lector, seguramente más interesantes para mí que los episodios finales de la saga de George R. R. Martin. Siempre puede uno entretenerse, mientras tanto, con los episodios televisivos que la adaptan cada vez más libérrimamente…

No hay comentarios:

Publicar un comentario