El pasado 10 de agosto, los amantes del cine
fantástico perdíamos a todo un titán de los efectos especiales como era el
artista italiano Carlo Rambaldi, quizá uno de los pocos nombres europeos
dentro de su categoría profesional que logró labrarse una reputación
internacional a la altura de la de los grandes paladines estadounidenses como
Stan Winston o Rick Baker. Rambaldi, que había nacido un 15 de septiembre de
1925 en Vigarano Mainarda, comenzó lógicamente en el cine de su país,
interviniendo entre otras producciones en la ya clásica Terror en el espacio de Mario
Bava en 1965, pero será entre la segunda mitad de los años 70 y la primera de
los 80 cuando logre fama mundial al participar en varios filmes míticos de
Hollywood que son hoy en día ya capítulos destacables del cine de su género: Encuentros en la
tercera fase, Alien, el octavo pasajero, Dune y,
por supuesto, su trabajo más conocido: E.T., el extraterrestre. A este genio le
debemos pues, no sólo al más entrañable alienígena del cine (para el que mezclo
rasgos de bebés y del mismísimo Einstein), sino también los visitantes de la
primera película de Spielberg citada, los efectos de la mortal cabeza del
xenomorfo de Ridley Scott o los impresionantes gusanos de la adaptación al
celuloide de la saga de Frank Herbert, además del traje del hombre lobo de Miedo azul,
el monstruo final de Conan, el destructor, los F/X de La mano
o los diseños del remake de King Kong de 1976 y de su continuación, entre otros
méritos...
Rambaldi se retiró del cine en 1988 tras
colaborar con sus hijos Alex (efectos especiales) y Vittorio (dirección) en Rage, furia
primitiva. Nos dejaba el viernes a los 86 años en la ciudad de
Lamezia Terme de su país natal.
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