En 1985 el director Barry Levinson -apadrinado por Steven Spielberg- estrenaba El secreto de la pirámide, un tan simpático como libérrimo homenaje a los míticos personajes de Sir Arthur Conan Doyle Sherlock Holmes y John Watson. En dicho film se nos narraba un supuesto primer encuentro entre ambos amigos, y se nos proporcionaban muchas de las claves que definirían al detective en el futuro. Una de las más bonitas era la causa de su célebre misoginia: su primer amor, la joven sobrina de su mentor, muere a manos del que se convertirá en su gran enemigo, James Moriarty. Aquella gentil muchacha rubia era interpretada en la película por Shophie Ward y, sin duda, los bellos rasgos y la dulce mirada de la actriz británica (Londres, 30 de diciembre de 1964) nos cautivaron a más de un espectador por aquella época.
Tardé varios años en volver a coincidir con Sophie, pero nunca olvidé su rostro: a principios de los 90 la encontré haciendo de diablesa en El fraile, producción española dirigida por Fº Lara Polop que adaptaba la clásica novela El monje de Mathew G. Lewis (y sobre la que quiero hablar en breve a raíz de su tercera versión cinematográfica recién estrenada) y en la también (enésima) adaptación de otro clásico de las letras anglosajonas: Cumbres borrascosas (Peter Kosminsky, 1992), en un papel secundario en el que hacía de hija del que curiosamente es su padre en la vida real: Simon Ward (innegable el parecido de ambos). Fue un film que me gustó a pesar de su escaso éxito y que revisito de vez en cuando.
Auque sigue trabajando tanto en cine como en televisión, la verdad es que hace bastante tiempo que no he visto nada nuevo de esta intérprete. El año pasado se me escapó la nueva adaptación al celuloide de Jane Eyre, en la que Sophie tiene un pequeño papel, y que espero rescatar ya en DVD (como veis, los dos somos recurrentes: tanto a ella como a mí nos gustan las películas de época). Por cierto, después de estar casada ocho años con el veterinario Paul Hobson y de dar a luz a dos niños, Mrs. Ward sorprendió a medio mundo al decidir comenzar a compartir su vida con otra mujer. Sus admiradores tendremos que dejar de hacernos ilusiones…