"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

miércoles, 29 de agosto de 2012

Luz que agoniza (Homenaje a Ingrid Bergman)

Como todos los años por estas fechas, no se me pasa por alto un aniversario tan peculiar (nació y murió el mismo día: 29 de agosto) como es el de mi adoradísima Ingrid Bergman, sólo que, esta vez, no voy a celebrarlo recordando su biografía ni de cualquier otra manera habitual, sino que lo voy a hacer con un homenaje al que considero uno de sus mejores largometrajes, para mí casi a la misma altura (y a veces pienso que incluso por encima) de la legendaria Casablanca: amigos, si tuviera que irme a una isla desierta y sólo pudiese llevarme a ella un manojo de películas, sin ninguna duda Luz que agoniza estaría incluida. Es una película que descubrí en televisión hace ya muchísimos años, más de veinte, y que he vuelto a ver en muchas nuevas y posteriores ocasiones; una obra maestra de la que estoy absolutamente enamorado y en la que se dan nombres tan míticos, además del de la propia Ingrid, como los de sus compañeros de reparto, Charles Boyer y Joseph Cotten, el del director artístico Cedric Gibbons o el del gran George Cukor. Con todas estas estrellas, ¿cómo no iba a salir un film deslumbrante?

Precedentes
Sin embargo, voy a empezar con una contradicción por la que debo tragarme un poco mi orgullo (¡lo hago bien a gusto!): me he manifestado a menudo en contra de esos “remakes inmediatos” que tanto gusta hacer el Hollywood actual de películas europeas que apenas se han estrenado unos pocos años antes, y la verdad es que este recurso no es nada nuevo: la misma Ingrid Bergman llegó a la Meca del Cine para participar en un remake de un film que ya había protagonizado en su Suecia natal: Intermezzo, y esta película a la que rindo tributo, Gaslight en el título original, fue también un remake de una cinta homónima inglesa de tan sólo cuatro años antes, 1940, dirigida por Thorold Dickinson e interpretada por Anton Walbrook, Diana Wynyard y Frank Pettingell. Ambas partían de la obra teatral de idéntico título de Patrick Hamilton, que se estaba representando con éxito en los escenarios. Cuando, en 1942, se estrenó en España la versión británica, su título fue traducido literalmente como Luz de gas; la variante estadounidense de 1944 llegaría a nuestro país tres años después de su aparición y, para diferenciarla de la anterior, se bautizó con el imaginativo título con el que la conocemos, Luz que agoniza.

La versión inglesa de 1940
Así pues, una de mis grandes películas favoritas es uno de esos “remakes inmediatos” que normalmente suelo detestar, sólo que yo conocí antes esta segunda versión que la primera, que vería algún tiempo después en televisión y de la que casi no tengo recuerdos (espero poder verla otra vez algún día). Para más inri, hay que decir que la Metro inició una especie de sabotaje contra la película original una vez compró los derechos de la obra, y que destruyó muchas de las copias que habían llegado a Estados Unidos. Esto ha contribuido a que sea una película mucho menos conocida e incluso difícil de localizar (se reestrenaría en el mencionado país en 1952). En cualquier caso, lo que es indudable es que la obra teatral de Hamilton estaba teniendo mucho éxito en Norteamérica antes del estreno del film de Cukor, y que, ya en los primeros 40, se representaba en Broadway con nada menos que Vincent Price en el papel masculino principal. Dicha obra se dio a conocer como Angel Street, y parece ser que ese mismo nombre se conservó luego para la película inglesa original, así como para un telefilm de 1946 protagonizado por Judith Evelyn, Henry Daniell y Cecil Humphreys. Han habido muchas más versiones de la pieza de Hamilton, sobre todo teatrales, pero con estas primeras basta para situarnos en el momento en que se estrena Luz que agoniza que, por la popularidad de su fuente original, y la de sus intérpretes y director, parecía tener el éxito asegurado...

La historia...
Boyer, Bergman, Cotten: un trío de lujo
En el Hollywood de los primeros 40 parecían haberse puesto de moda los thrillers con la combinación caserón siniestro- dama en apuros -marido intrigante o misterioso: sirvan como ejemplos la misma Rebeca de Hitchcock, la estupenda El castillo de Dragonwyck de Mankiewicz o incluso Alma rebelde, la versión de Jane Eyre de Robert Stevenson.

Luz que agoniza contiene también todos estos elementos. Su argumento nos traslada al Londres del siglo XIX, una época que para mí hace más fascinante aún la película por lo mucho que me gusta… La famosa cantante de ópera Alice Alquist es asesinada. Su joven sobrina Paula (Terry Moore) descubre el cadáver. El caso no se logra esclarecer. Pasa una década. Paula (Ingrid Bergman) es ahora toda una mujer que vive en Italia e intenta seguir los pasos artísticos de su tía, enseñada por un viejo maestro de canto y acompañada por un galante y maduro pianista con el que tiene un romance, Gregory Anton (Charles Boyer). Paula opta finalmente por abandonar su carrera artística y sentar cabeza con su amado y, a sugerencia de éste, se trasladan a la antigua casa de Alice Alquist, que la muchacha ha heredado.

Un villano odiosamente encantandor
A partir de ese momento, lo que prometía ser una feliz vida en pareja se va a convertir en un infierno para Paula, quien, según su marido, está sufriendo despistes e imaginando cosas continuamente: pierde objetos, cree ver la luz de gas de las lámparas bajar y subir, oye pasos… Dudando de su propia cordura, aislada del mundo por recomendación de Anton y con su salud supuestamente delicada como excusa, sin más compañía que una vieja cocinera sorda y una joven criada impertinente que la saca de quicio, nuestra heroína estará a punto de sucumbir. Por suerte, el apuesto y despierto detective Brian Cameron (Jospeh Cotten), admirador en su momento de la tía de Paula, empezará a sospechar de la extraña relación del matrimonio y de la actitud del marido, y comenzará a indagar… La realidad es que –está claro casi desde el principio de la película, así que creo que no chafo la sorpresa a nadie– Anton es el asesino de Alice Alquist, y ha compuesto un ingenioso plan para poder buscar a sus anchas por la casa unas valiosísimas joyas que pertenecían a la difunta cantante…

Reparto secundario y Oscars
Ingrid no está sola
El magnífico, maravilloso e impagable trío que encabeza el reparto se completa con secundarios principalmente británicos entre los que encontramos a Barbara Everest como la cocinera Elizabeth, a May Whitty como la cotilla vecina señora Thwaites, Tom Stevenson como el policía Williams, y una debutante (celebró la mayoría de edad durante el rodaje del film) Angela Lansbury como la descarada criada Nancy. Resulta curioso que esta hoy en día veterana actriz –única superviviente de la plantilla de actores del film junto con Terry Moore–, relegada prácticamente al medio televisivo y recordada sobre todo por la serie Se ha escrito un crimen, comenzara su carrera con tan buen pie (fue nominada al Óscar por su papel) y de tan buena mano (siempre recordó con cariño lo bien que le trataron Cukor y los actores principales a pesar de que era una recién llegada).

Lansbury y Boyer: ¿conspirando contra la señora?
Y hablando de las doradas estatuillas de Hollywood: Luz que agoniza fue nominada a siete de ellas en la ceremonia de 1945, aunque sólo se llevaría finalmente dos: a la dirección artística (innegable el acierto del equipo de Gibbons al construir los decorados sobrecargados y claustrofóbicos de la casa donde transcurre la mayoría del film) y, cómo no, a la actriz principal, y es que Ingrid está absolutamente sublime como esa Paula Alquist primero dichosa y enamorada, después atormentada y sufridora (un tipo de personaje que bordaría a menudo), y finalmente indignada e iracunda cuando conoce las intenciones reales de su marido… Esta sería la segunda nominación al Óscar de Ingrid (quien también ganó el Globo de Oro), y el primero de los tres que cosecharía durante su espléndida carrera. El resto de nominaciones de la cinta fueron a la mejor película, mejor actor (Boyer), mejor guión y mejor fotografía, además de la ya mencionada para Angela Lansbury. Curiosamente, el director, George Cukor, no fue nominado.

En resumen y en retrospectiva
Sublime en todos los registros de su personaje
Treinta años sin Ingrid ya. Y muy cerca del centenario de su nacimiento el próximo 2015. Casi siete décadas del estreno de Luz que agoniza, convertida en una joya del cine clásico. Tal y como la acabé de ver el otro día a raíz de este artículo, hubiera vuelto a empezarla. No quiero dejarme llevar por la pasión ni caer en afirmaciones superficiales y desacertadas, pero casi le dan a uno ganas de decir aquello de que “ya no se hacen películas como esta”. Y, sí, en cierta manera es cierto. Sigue habiendo buenos filmes, buenos actores y buenos directores –sería ridículo empeñarse en lo contrario–, pero, simplemente, las cosas, las maneras, las técnicas, los criterios estéticos, cambian con los tiempos, así que, es verdad: ya no se hacen películas así, porque así era como se hacía en otra época de la historia, que no tiene que ser ni mejor ni peor que la nuestra pero que, sin duda, con el paso de los años, la perspectiva de tantas décadas, y esa traidora que tanto se aprovecha de nosotros que es la nostalgia, nos la hacen ver con mayor benevolencia y cariño.

Una curiosidad para terminar: la obra teatral de Patrick Hamilton y sus adaptaciones a la pantalla popularizaron la expresión “hacer (a alguien) luz de gas”. Como en la película que hemos repasado, se trata, claro está, de convencer a una persona que ve o imagina cosas con el fin de hacerle dudar de su memoria y de su salud mental. Hoy en día ya no se utiliza el gas para iluminar las casas, pero seguro que siguen habiendo personajes como el de Charles Boyer en Luz que agoniza… ¡Cuidado!

Un descanso en el rodaje...

2 comentarios:

  1. De Ingrid Bergman, otra película que fue "rehecha" por Hollywood y que siempre me ha gustado mucho es "Un mujer y dos vidas" de Gustaf Molander, que hizo en su etapa sueca, y que luego se reversionó como "Un rostro de mujer" con Joan Crawford como protagonista y dirigida por George Cukor. Sin ánimo de menospreciar la interpretación impecable de la Crawford ni la dirección de Cukor, la versión original, tiene una frescura que no conserva la americana, y la Bergman está simplemente impresionante.

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  2. Me avergüenza confesar que todavía me quedan películas suyas por ver, sobre todo de sus etapas sueca e italiana... Lo tengo como tarea pendiente, y no lo olvido...

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