El estreno de la última película de la saga
Bourne, en la que es habitual, me parece buena excusa para sacar a colación la
carrera y la persona de Joan Allen, actriz estadounidense (Rochelle,
Illinois, 20 de agosto de 1956) que considero que encaja perfectamente en esta sección
del blog ya que, a pesar de ser el suyo un rostro habitual en el cine y en la
televisión de las últimas tres décadas, creo que su nombre no es aún lo
suficientemente popular. Caprichos del destino... o del público...
Por mi parte, la descubrí en Peggy Sue se casó
en 1986 y dos años después me reencontré con ella en Tucker, un hombre y su sueño. No
he seguido de una manera obsesiva su filmografía, ni mucho menos, pero no es una
artista que se me pase por alto. Aunque quizá no decididamente bella, Joan sí
que tiene para mí una increíble fotogenia, una gran presencia en pantalla y una
mirada tremendamente cautivadora. Si a eso le sumamos su casi metro ochenta de altura, no es
de extrañar que a menudo la encontremos en papeles de mujeres poderosas y con
cargos de responsabilidad, como el de la directora de la CIA Pamela Landy en
las tres últimas películas de la mencionada saga de Jason Bourne, la senadora aspirante a vicepresidente de los EE.UU. de Candidata
al poder o la alcaide Hennessey en el remake de La carrera de la muerte. Por
supuesto, Joan tiene la suficiente versatilidad para mostrarnos un lado más
sensible y más clásicamente femenino en otros títulos como Pleasantville, Más allá del odio,
Yes o
La tormenta
de hielo. Un nombre, un rostro y una carrera a tener en cuenta, pues, aquellos que todavía no hayan reparado en ellos...
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