"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

lunes, 30 de enero de 2012

Jean Seberg, la otra actriz trágica

Resulta difícil no encontrar muchos paralelismos entre las vidas de Jean Seberg y Gene Tierney (a la que dediqué una entrada el pasado mes de mayo): dos actrices desbordantes de encanto, bellas y vulnerables que pudieron tener el mundo a sus pies, pero cuyas vidas acabaron marcadas por la tragedia y la tristeza: después de protagonizar películas que hoy en día son clásicos del cine, sus tumultuosas vidas sentimentales y personales, diversas desdichas en sus maternidades y la inestabilidad emocional hicieron pasar a la última por varias instituciones psiquiátricas, y llevaron a la primera a un triste y temprano film.

Bien es cierto que la filmografía de Seberg no me ha marcado tanto como la de Tierney y que he visto muchos menos de sus trabajos, pero es una actriz que siempre me ha llamado la atención por ese irresistible aspecto frágil y aniñado bajo el que se escondía, quizás, toda una femme fatale. Durante mucho tiempo estaba convencido de que era francesa, pero después supe que había nacido en EE.UU., concretamente en Marshalltown, Iowa, un 13 de noviembre de 1938, descendiente de emigrantes suecos.

Empeñada en convertirse en artista del celuloide, con apenas dieciocho años entró por la puerta grande de Hollywood al obtener el disputado papel de Juana de Arco en la película Santa Juana de Otto Preminger –director que también fue decisivo en la carrera de Gene Tierney–, pero ni esta ni su segunda película en su patria (Buenos días, tristeza, también de Preminger) lograron un éxito destacado. Quizá por ello, Jean decide cruzar el charco y acomodarse en el cine europeo. Su segunda película en el continente, Al final de la escapada, de Jean-Luc Godard, en 1960, va a ser esencial para la intérprete. En ella, y con su original look (menuda, delgada, con inmensos ojos azules y pelo corto a lo chico, una suerte de Audrey Hepburn rubia), Jean Seberg se convierte en un icono de la nouvelle vague francesa y en un valor en alza en el Viejo Continente. Con Jean-Paul Belmondo (su compañero en el anterior título) repite en A escape libre cuatro años más tarde. En 1962 nace en Barcelona su primer hijo, fruto de su segundo matrimonio, con el escritor Romain Gary. Aunque afincada en Francia, Jean alterna trabajos tanto en otros países europeos como en su patria, a la que vuelve para rodar, entre otros títulos, Lilith (Robert Rossen, 1964), su película preferida, y en la que interpreta a una esquizofrénica, o La leyenda de la ciudad sin nombre (1969), posiblemente uno de sus largometrajes más conocidos.

Como en el caso de Gene Tierney, sin embargo, hay un lado oscuro en la vida de esta mujer de angelical rostro: su azarosa vida sentimental (estuvo casada en cuatro ocasiones y tuvo numerosos amantes), sus coqueteos con las drogas y el alcohol, su activismo político e ideológico, que según cuentan las malas lenguas, la puso en el punto de mira del FBI hasta el extremo de que este departamento le destrozó la vida y, sobre todo, el fallecimiento de su hija Nina tan sólo dos días después de su nacimiento debido al abuso por parte de Jean de medicamentos durante el embarazo, la sumieron en una continua serie de depresiones que la acercaron a la locura (más similitudes con la vida de Gene Tierney, como véis).

Aeropuerto en 1970 supone quizá su último trabajo de popularidad internacional. El resto de la década lo malvive como puede apareciendo en películas sobre todo italianas y españolas hasta que, un 30 de agosto de 1979, y tras varias tentativas de suicidio –otra vez la sombra de Tierney–, Jean es encontrada muerta por una sobredosis de barbitúricos en el asiento trasero de un coche en extrañas y trágicas circunstancias que algunos han querido ver como un asesinato. Su hijo, Alexander Diego Gary, insiste sin embargo en la autobiografía que publicó recientemente (S. o la esperanza de vida. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2010) que no fue sino la Oficina Federal de investigación que en tiempos liderara el infame J. Edgar Hoover, quien la empujo a quitarse la vida a base de hacérsela imposible.

La novela de Carlos Fuentes Diana o la cazadora solitaria (Alfaguara, 1994), y Lágrimas negras, la película póstuma de Ricardo Franco de 1998, reviven las perspectivas de estos dos autores que en determinados momentos mantuvieron sendos romances con la actriz. Son, sin duda, una manera curiosa de aproximarse a la vida de aquella mujer enigmática que fue Jean Seberg.

2 comentarios:

  1. Gracias por esta reseña que supongo te ha sido inspirada por la aparición de Lilith en el juego de cine. Eres impagable contando la vida de las actrices.

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  2. ¡Ja, ja, ja... pues sí! Verla tan guapa en aquel fotograma me dio enseguida ganas de recordarla en el blog y de ver algunas películas suyas que tenía pendientes...

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