(Con esta segunda y última parte concluyo mi dossier sobre las seis películas de Star Wars. La primera parte la podéis leer aquí.)
George Lucas… Trapaza
Hace muchos años, allá por los 70, el gran Fernando Fernán Gómez realizó una serie para la pequeña pantalla que narraba las desventuras de un vividor llamado Lucas Trapaza, personaje claramente basado en las obras clásicas de la literatura picaresca española. Nuestro Lucas no es un mendigo ni un desgraciado como Trapaza pero, a su manera, sí que es todo un pícaro de cuestionables principios. A día de hoy, la trilogía original de Star Wars ha sufrido tres modificaciones: la de 1997, la de la edición en DVD de 2006, en la que, entre otras absurdeces, se reemplazó al actor Sebastian Shaw por Hayden Christensen, y la del pasado 2011 a raíz de la aparición de la saga completa en Blu-Ray. Habitualmente, se dice que un autor siempre tiene el derecho a revisar y modificar su obra, y muy a menudo podría estar de acuerdo, pero considero que, cuando alguien ha publicado sus creaciones, las ha compartido con medio mundo, se ha hecho rico con ellas y, además, estos trabajos han pasado ya a ser patrimonio cultural de la Humanidad y un elemento ya casi histórico, estas obras han pasado a ser un poco de todos, y su creador debe dejarlas estar como si fueran un hijo que ha renegado de su padre; en cierta forma, ya no son suyas, o, al menos, tiene una responsabilidad moral con ellas y con sus admiradores, al fin y al cabo, las personas que le han dado de comer y finalmente encumbrado.
En el caso de las obsesivas y continuas revisiones de George Lucas a su saga, hay pocas excusas que aducir, pues con ellas no creo que persiga más que intereses descaradamente comerciales, formas de llegar a nuevos públicos y de remozar y modernizar películas que, al fin y al cabo, son clásicos. ¿Quién se imagina estrategias tan viles con filmes como Casablanca o Ciudadano Kane? Bastante mal ha hecho ya la el coloreado…
Sobre este productor y director que, paradójicamente, ha sido el creador de mis dos sagas de cine favoritas, Star Wars e Indiana Jones, cabría preguntarse si no necesitaría tener más los pies en la tierra, deshacerse de esa cohorte de aduladores que le rodean en su imperio empresarial y que no se atreven a sacarle de sus errores, e incluso visitar, quizás, a un psicólogo que le ayude a tener más seguridad en la vigencia intemporal de sus obras. Por mi parte, Lucas no cuenta con mi apoyo para todo lo que sean revisitaciones alteradas y modificaciones infinitas de las películas con las que crecí, y que quiero ver tal y como eran entonces y lo han sido durante buena parte de mi vida. Sintiéndolo mucho, no iré a ver la reposición de la trilogía ex-original en 3D.
Y, por fin, las precuelas
Llegamos, por fin, al momento del estreno de la controvertida segunda trilogía, aquella que se corresponde a los episodios I, II y III, que irían, pues, situados, antes de los de la trilogía original de los años 70 y 80. ¿Cuál es mi opinión sobre ella? Sería muy fácil sumarme a la legión de detractores que han despreciado estas tres películas sin miramiento alguno y que incluso han renegado de ellas y quedar así bien con todo el mundo, pero veréis, amigos, he crecido enamorado de la mitología de Star Wars, y es posible que el amor sea ciego, pero no sería justo por mi parte renunciar totalmente a las nuevas partes de la saga cinematográfica. Encuentro errores importantes, cosas alarmantes, pero aún con todo, he disfrutado en mayor o menor medida las tres películas (¡sigo haciéndolo a través de los DVDs!). No voy a compararlas con sus precursoras ni a ponerlas a su altura, como ya advertí en la primera parte de este artículo, porque no tendría sentido alguno por las razones que ya he explicado.
La amenaza fantasma (Star Wars: Episodio I) llegaba a España un 20 de agosto de 1999 y allí estaba yo ese día, en el complejo Alucine de mi localidad, listo para verla en la primera sesión. En EE.UU. se había estrenado tres meses antes, y sería la última película de la saga para la que sufriría retraso: las dos siguientes se estrenarían simultáneamente a nivel mundial. Naturalmente, en ese breve intervalo de un trimestre había llegado mucha información y material sobre el film. Incluso copias piratas se habían colado en internet, pero sobra decir que me negué a verla en formato doméstico. Después de veinte años, bien podía esperar noventa días más y disfrutarla debidamente en pantalla grande. Sí que no pude resistirme, sin embargo, a leer el cómic (que me regaló un amigo norteamericano), algunos artículos en revistas y a comprarme la BSO, en donde, de manera poco acertada, uno de los títulos ya nos adelantaba la muerte de Qui-Gon Jinn. La poca información que Lucas había ido distribuyendo antes del estreno del film ya nos había hecho la boca agua: para empezar, un magnífico plantel que encabeza un actor al que admiro mucho como es Liam Neeson, al que seguían Ewan McGregor, y nada más y nada menos que Natalie Portman, entonces una jovencita de la que ya me había prendado desde sus primeras películas y que con el tiempo se convertiría en mi reina del cine moderno. Si al menos no otra cosa, esta nueva trilogía iba a tener algo que (siempre con la excepción de los veteranos Peter Cushing y Alec Guinness) no tuvo la primera: buenos actores. Muy dosificadamente se nos iban dejando ver algunas imágenes, entre ellas la de un extraño personaje de malévolo aspecto que luego conoceríamos como Darth Maul…
Aquel 20 de agosto salí de La amenaza fantasma algo desorientado, con la sensación de que la película tenía un ritmo demasiado rápido que no me había dejado disfrutarla enteramente. Acabé viéndola dos veces más en el cine, como haría con sus continuaciones e, igual que con la trilogía original, también coleccioné su novela, su cómic y su CD con la música original. Aunque me es imposible juzgarla fríamente y tiene personajes y escenas memorables, tengo que admitir, no obstante, que me parece la más floja de toda la saga. Lucas decidió apostar por una nueva hornada de jóvenes fans, dando la espalda a los más veteranos, y el resultado fue una película con un matiz cómico demasiado enfatizado, y que cobra forma especialmente en la denostada figura del personaje de Jar Jar Binks, aunque personalmente también me parecen irritantes el Jefe Nass y el propio Anakin Skywalker, interpretado por un joven Jake Lloyd en el tópico y cargante papel de niño sabihondo y arreglalotodo. El exceso de digitalización también me parece un error, llegándose a hacer demasiado exagerado en la batalla final entre gungans y droides. Por el contrario, especialmente emocionantes me parecen algunos aspectos de la mitología Jedi, las luchas de sables láser (¡siempre se me cae la baba viéndolas!) y, por supuesto, mi adoradísima Natalie. A lamentar también la incompetencia que George Lucas mostró dirigiendo personas (parece que se le dan mejor los CGI) y que desaprovechara el talento de un reparto tan respetable como tuvo este film (tristísimo ver a un actor como Terence Stamp en un papel tan nimio).
Tres años después nos llegaba Star Wars: Episodio II – El ataque de los clones, primera de las películas de la saga rodada en formato digital y en los estudios de la Fox en Australia, un país que se iba a poner muy de moda en aquella época con el rodaje parcial en ella de la trilogía de El Señor de los Anillos. El título, un tanto decepcionante, se inspiraba en las películas de serie B de los años 50, y la entrega iba a acabar convirtiéndose para mí en la mejor de la nueva trilogía: es un film de acción y de aventuras mucho más equilibrado que La amenaza fantasma, y que creo que no engaña a nadie ni ofrece más que eso: pasar un buen rato viendo batallas galácticas y duelos de espadas láser (¡y Natalie Portman está más guapa y sexy que nunca!). Me encanta toda la parte final en la que se suceden el combate en la arena de Geonosis, la batalla en el mismo planeta y el enfrentamiento con el Conde Dooku. Lucas nos libra por una vez de esos montajes tan insidiosos en que alterna tres lugares o acciones a la vez, como hizo en El Retorno del Jedi, en el Episodio I o, más moderadamente, en La vengaza de los Sith. Me pareció estupendo que se fichara a esa inmensa leyenda del fantástico que es Christopher Lee, así como las numerosas alusiones a filmes clásicos de la Historia del Cine. Sólo me pareció un tremendo error que Lucas digitalizara a Yoda y, para mi gusto, flojea quizás un poco la forzada historia de amor entre Padme y Anakin pero, bueno, me resulta fácil embobarme con Natalie Portman (¿lo había dicho ya?). En resumen, fue una película que disfruté casi como un niño y, como ya he dicho, mi preferida de entre las nuevas. Este mismo año quiero dedicarle una entrada específica para conmemorar el décimo aniversario del estreno.
Llega por fin el momento del desenlace de la saga, de la película que entrelazaba las dos trilogías: en 2005 se estrena Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith, la que parece ser la película favorita de la segunda trilogía para muchos fans. Lamentablemente, voy a discrepar y, aunque admito que tiene algunos momentos muy buenos y dramáticos (el exterminio de los jedi o el esperado duelo entre Anakin y Obi-Wan), creo que George Lucas no supo manejar debidamente todo el aprovechable elemento melodramático que ofrecía el film. El paso de Anakin al Lado Oscuro me parece demasiado rápido y forzado –aunque queda muy bonito que lo haga por amor, en lo que parece ser una revisitación del mito de Fausto–, y las limitaciones interpretativas de Hayden Christensen no ayudan a dar credibilidad a esta transformación. El nuevo villano, el General Grievous, resulta un tanto patético y sin la entidad de sus precursores. Las prometidas explicaciones de George Lucas para aclarar ciertas cosas de la trilogía original (como por qué algunos jedi pueden aparecer como espíritus o por qué los droides no recuerdan nada) y, en general, para entrelazarla con las precuelas, sobrepasan a veces el ridículo más pueril: Leia pierde a su madre nada más nacer, cuando en El retorno del Jedi dice recordarla, Padme muere “porque sí”, sin razón aparente, Obi-Wan deja vivo y sufriendo a su antiguo amigo (aunque no se olvida de recoger su sable), Yoda abandona estúpida y cobardemente su lucha contra el Emperador… Casi ninguna de estas decisiones y explicaciones se mantiene en pie ni resulta mínimamente creíble a no ser que sea para el fan sin exigencias y absolutamente entregado a los trapicheos de Lucas.
Conclusiones y valoración
Me planteo a menudo la siguiente pregunta: ¿cómo habríamos juzgado la nueva trilogía muchos de nosotros de tener la edad que teníamos cuando vimos la antigua? Y es que tengo la sensación de que, en el fondo, no hay diferencias tan importantes entre una y otra, sólo una perspectiva diferente condicionada por las dos décadas que se llevan. Curiosamente, muchos chavales que han visto los últimos (¿o primeros?) tres episodios de 1999-2005 parecen haberla disfrutado de manera similar a como los de mi generación lo hicimos con los de 1977-1983, e incluso parece que toda esta nueva hornada de fans “galácticos” prefieren las nuevas andanzas de Anakin Skywalker que las de su hijo Luke.
Creo que las nuevas entregas sólo adolecen de un defecto importante, que se puede resumir en dos palabras: George Lucas, y las razones para esgrimir esta acusación creo que ya las he dejado claras en el primer párrafo de esta entrada. Henchido de soberbia, regodeado en su propio ego, el otrora imaginativo creador de la saga ha acabado cegado y desorientado por sus propios errores e inseguridades y ha querido enfatizar demasiado el aspecto tecnológico de las nueva saga, descuidando parte del artístico en cuanto atañe a guión y, sobre todo, dirección. Lástima que Irvin Kershner ya estuviese jubilado cuando se rodaron los Episodios I, II y III.
Hay, sin embargo, un enorme derroche de talento en las precuelas de La guerra de las galaxias, algo innegable que es ya suficiente para que sean respetadas con una mínima dignidad: el de todos los artistas y creadores que han contribuido a que estas tres películas sean un maravilloso espectáculo estético y visual con sus cientos de personajes, vehículos, mundos y artefactos, lo que ya de por sí hace esta nueva trilogía lo suficientemente disfrutable y palia en cierta medida los desaciertos creativos de su director. Por mi parte, los tres filmes tienen un sitio distinguido en mi filmoteca, y para nada han mermado mi amor por la saga de Star Wars. Al contrario, inncluso sigo viendo todas las temporadas de The Clone Wars. Hummm…. Además, ¿he dicho ya cuánto me gusta Natalie Portman?
Hoy he visto en la tele el anuncio para los cines. ¡La amenaza fantasma en 3D! ¿Habrán nuevas escenas? ¿Borrarán digitalmente a Jar Jar?
ResponderEliminarPues no te alejas mucho: el Yoda original, mayoritariamente un muñeco excepto en la escena en que anda, ha sido ahora totalmente digitalizado... Georgie no podía estarse quieto y dejar las cosas omo estaban...
ResponderEliminarAunque a nosotros nos puedan gustar más las maquetas y las figuras, también es posible realizar CGIs con cariño y con arte... ¡Los tiempos cambian!
ResponderEliminarComo te decía en el comentario de tu anterior reseña, también he disfrutado de esta trilogía. Por un lado porque me ha hizo volver a retomar el interés por unas películas importantes de mi infancia y juventud, y por otro porque ahora las he podido ver con mi hija.
ResponderEliminarLa tercera de eśtas pude ir a verla con ella al cine y me resultó un momento entrañable disfrutar la escena en que aparece por primera vez Darh Vader, ese personaje que tanto me impresionó, casi 30 años antes, cuando yo era un niño como ella.
¡Dos generaciones unidas por el sinvergüenza de Lucas! ;)
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