El estreno de la cuarta entrega de la serie fílmica Underworld me sirve como excusa para traer a estas virtuales páginas a una actriz por la que, en un determinado momento de mi vida cinéfila, sentí una especial atracción: Kate Beckinsale. Por desgracia, todo interés por ella y por su carrera han ido desapareciendo a marchas forzadas desde que la inglesa decidió dar el salto al tan bien pagado como poco imaginativo Hollywood.
La primera vez que la “vi” fue en Mucho ruido y pocas nueces de Kenneth Branagh, y he entrecomillado la palabra “vi” porque las circunstancias en que contemplé esta película no es que me permitieran disfrutarla precisamente: volvía en avión de un viaje a Dinamarca en septiembre de 1994 y la pusieron a bordo pero, rodeado de mis compañeros de clase y de sus conversaciones, sólo pude ver en la práctica retazos del film. No sería, en realidad, hasta la española La tabla de Flandes, poco después, cuando realmente podría decir que acabé enteramente un film de Kate Beckinsale y reparé en ella, aunque creo que me llamó más la atención en la divertida Como pez en el agua, de 1997. En los años inmediatamente posteriores me interesé especialmente por la trayectoria de esta deliciosa británica (nacida como Kathryn Romany Beckinsale un 26 de julio de 1973 en Finsbury Park, Londres) y acumulé el visionado de muchos de sus trabajos de esa época como The Last Days of Disco (su primera incursión americana), Sueños rotos (con la igualmente encantadora Claire Danes), La copa dorada, el simpático y divertido telefilm La hija de Robert Poste o la curiosa Hechizados, todos ellos a través de emisiones televisivas o VHS y DVD.
Parece a menudo que me gusta llevar la contraria a los demás: admiré a Kate cuando casi nadie la conocía, y empezó a decepcionarme cuando se hizo famosa internacionalmente: Pearl Harbor, en 2001, descubrió sin duda a la actriz a la mayoría de espectadores mundiales, y para mí fue sin embargo un film de lo más aburrido si exceptuamos las pocas escenas bélicas que tiene. Me mantuve fiel a la artista, no obstante, en sus siguientes interpretaciones: Underworld, frívola actualización del cine de vampiros con toques de Matrix, Van Helsing, absolutamente olvidable, o El aviador, donde interpretaba a la mismísima Ava Gardner en el que para mí es uno de sus pocos largometrajes destacables desde que se afincó en EE.UU. He continuado viendo la serie Underworld porque me hace pasar el rato y supongo que por cierto cariño remanente con su protagonista, pero no me parecen películas “serias” ni con fondo dramático alguno (y considero que la atlética Rhona Mitra era una alternativa mucho más interesante como mujer de acción que la frágil Beckinsale). Aparte de eso, de Kate sólo he visto en los últimos años Habitación sin salida y Whiteout, ya directamente vía vídeo, que no hacen sino confirmarme lo que se me hizo evidente hace mucho tiempo: la chica se ha acomodado en actual star system de la Meca del Cine, debe ingresar mucho dinero con sus trabajos, y se arriesga poco artísticamente. Además, la encuentro muy cambiada físicamente; me pregunto si ha recurrido a la cirugía más de la cuenta. Que pena, con lo que prometía en los años 90 aquella morenita de respingona nariz…
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