La serie Los muertos vivientes, cuya segunda temporada estoy viendo, me ha supuesto un reencuentro con Norman Reedus (Florida, EE.UU., 6-1-1969), cuyo personaje es para mí con diferencia el más atractivo del espacio televisivo, frente a otros de aburrida y plana moralidad como el del protagonista principal, Andrew Lincoln. Hay toda una serie de actores y actrices que se labran una interesante y larga carrera pese a no contar a menudo –o nunca– con el favor popular, intérpretes de destacables méritos que a veces son una presencia constante en mi vida cinéfaga, otras, intermitente. Reedus es un actor al que conozco hace años y que siempre me ha hecho gracia. Revisando su filmografía descubro que Mimic (1997), su segundo largometraje, debió ser el primero en donde lo vi, pero lo recuerdo más claramente de su siguiente trabajo, Six Ways to Sunday, en el que compartía cartel con otra actriz por la que también siento cierta debilidad y que, como Norman, me ha llamado la atención en varios momentos: la rumana Elina Löwensohn. Después le he visto en Asesinato en 8 mm, Los elegidos, Jóvenes salvajes, The Nottorius Betty Page, Cadillac Records y Pandorum, entre otros. Aunque no es infrecuente encontrarle en películas de primera fila –casi siempre de secundario–, Reedus parece sentirse más a gusto en filmes independientes y, muchas veces, con personajes marginales o excéntricos. Su peculiar rostro parece adecuado para tales roles. Y eso que comenzó como modelo profesional y hasta tuvo una relación con la bella Helena Christensen, fruto de la cual nació el hijo de ambos...
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