Esta semana me hicieron un regalo especialmente simpático y encantador sobre todo por su sencillez (un simple papel con unas pocas palabras) y por la forma en que se obtuvo: se trata de un autógrafo de Leonor Watling. Debido a su trabajo –azafata de tren–, una de mis hermanas tiene ocasión de “codearse” con cierta frecuencia con personalidades famosas del panorama artístico nacional (en realidad, servirles), y el pasado domingo se encontró en el trayecto con la actriz y cantante. Conocedora de que tengo sus discos, le preguntó si me firmaría una dedicatoria, a lo que la artista accedió gentilmente; de hecho, según mi hermana, fue toda amabilidad y simpatía y estuvo charrando con ella un buen rato. Por desgracia, lógicamente no llevaba nada preparado para la estampación del autógrafo, así que este tuvo que hacerse en un simple folio. No obstante, es un presente que agradezco sobre todo por las curiosas y casuales circunstancias en que se obtuvo. Si me lo hubiera firmado la propia Leonor en una larga fila de fans no hubiera significado lo mismo. Así da la impresión de que es más “personal” e “íntimo”, aunque sólo sea una ilusión (por cierto, a la Srta. Watling la he tenido a muy pocos metros en el concierto que hizo en Valencia en 2008, lástima que se me pasara el de este año).
La verdad es que no siento una especial afición por recopilar autógrafos, pero he conseguido unos pocos a lo largo de mi vida. Creo que el primero que obtuve fue el de los componentes de The Bugaloos, un grupo de swing/rockabilly holandés al que fui a ver a un concierto en Alicante allá por 1991. En aquellos momentos redactaba un fanzine musical, conocía al organizador del concierto, y por medio de él tuve acceso al camerino de los músicos, entre los que destacaban tres coquetas chicas que cantaban juntas haciendo diferentes voces a la manera de aquellas formaciones de los años 40 tipo Andrew Sisters, sólo que con algo más de marcha. Me firmaron su primer LP y dedicaron una foto a la revista. Volví a verles una segunda vez poco después, pero a decir verdad nunca me convertí en un fan acérrimo del grupo y ya hace muchos años que no sé de su trayectoria. Fue una anécdota simpática, pero si he de ser sincero no es una firma que haya atesorado con los años, aunque por supuesto conservo el disco y no creo me deshaga nunca de él (por cierto, aquí podéis ver un vídeo de ellos: http://www.youtube.com/watch?v=zeIhTZbB_pM&feature=related).
El siguiente autógrafo que conseguí ya es otro cantar, ya que, como conté en su momento (véase entrada), en mayo de 1994 logro conocer en persona a uno de mis grandes ídolos: nada menos que el Maestro de los efectos especiales y de la animación Ray Harryhausen. Su dedicatoria es la única que tengo enmarcada y esta sí que es para mí todo un tesoro, porque es un recordatorio de la tarde que pasé con él entrevistándole (de nuevo para otro fanzine) y no lo considero un autógrafo más casual o frío de estos que te pueden firmar tras hacer una larga cola y sin prestarte ninguna atención. Esa foto firmada es un memento de uno de los mejores sucesos de mi vida.
Curiosamente un par de años antes, y en el mismo lugar, la Filmoteca Valenciana , había ido a ver a Roger Corman, y nada más llegar al edificio me tropecé con él saliendo por la puerta, pero decidí no pedirle un autógrafo, en parte por timidez y en parte porque tampoco siento un entusiasmo ilimitado por su persona: siempre lo he visto como un imitador oportunista de las tendencias y películas que triunfan, especialmente en su faceta de productor. Aún con todo, eso le llevó a copiar a la Hammer y realizar los magníficos filmes sobre Poe con Vincent Price, suficiente para que se merezca mi admiración parcial.
Sin dejar todavía el cine fantástico, en el año 2000 me encuentro con otra legendaria personalidad de éste, esta vez española: se trata del mítico, y por desgracia recientemente desaparecido Paul Naschy. A raíz de una escultura a modo de homenaje que creamos (bueno, la idea partió de mí, pero el artista fue el escultor José Orrego, y la podéis ver aquí), contacto con Don Jacinto Molina para pedirle permiso, nos lo da, y finalmente me encuentro con él en su residencia de Madrid para presentarle el resultado final. Dio su aprobación, pasamos un rato charlando, y finalmente le pedí que me dedicara su libro, Memorias de un hombre lobo, lo cual hizo muy amablemente. Será también otro grato recuerdo que conservar; aunque no pueda decir que sea un incondicional de su carrera, sí que he sentido siempre un gran respeto por el tesón y la perseverancia de este hombre ya clásico del fantástico español.
Hasta ese momento no había considerado jamás tener que pagar por un autógrafo. Es algo a lo que he sido siempre un tanto reacio, sobre todo cuando la mencionada firma viene de alguien que para mí no tiene especial relevancia en su oficio ni una fama destacable. Sin embargo, en 2005, por medio de su propia página web, descubro la posibilidad de adquirir la fotografía autografiada de otro de mis dioses particulares, el guitarrista Scotty Moore (véase también entrada) y, puesto que sólo cuesta ocho dólares, efectúo el pago y lo recibo en breve en mi casa. En principio, no tengo razones para creer que no sea auténtico, aunque por supuesto no tengo tampoco ninguna seguridad. Lo único malo fue que demoré un poco el pedido de este autógrafo y Scotty tuvo un problema de salud, y a raíz de esto dejó de dedicar su firma a los solicitantes: simplemente la estampa en sus fotografías y ya está. Si me hubiera espabilado un poco más, hubiera podido tener la fotografía dedicada personalmente, pero de todas formas me alegro de tenerla y no me dolió desembolsar esa pequeña cantidad –que fue prácticamente simbólica– a cambio del autógrafo de una de las personas que más he admirado en mi vida y más me ha influido como músico amateur.
Que yo recuerde, creo que sólo tengo un autógrafo más, que compré por Ebay ese mismo año sin ninguna certeza de que fuera auténtico. El vendedor fue muy sincero en eso, me explicó el método que seguía para intentar verificarlos, pero me dijo que no podía garantizarme al 100% la autenticidad de la firma. Se trataba, por cierto, de la de mi actor favorito, Peter Cushing, y fue mi mayor “derroche” económico en lo relativo a autógrafos: 25 euros. Si algún día puedo permitírmelo, quiero encargar unas investigaciones que pueden demostrar a ciencia cierta la veracidad de la estampa.
Me ofrecieron también un autógrafo verificado de mi admiradísima Audrey Hepburn, pero ni siquiera al precio “especial” de 700 euros me lo podía permitir, así que tuve que rechazarlo. También en la reciente Espatrek 2010 (véase), por supuesto, tuve la perfecta ocasión de conseguir el autógrafo de la actriz invitada, Marina Sirtis pero, puesto que ni soy fan suyo ni he seguido la serie que la hizo famosa, no le encontraba mucho sentido a comprarlo. Supongo que si acudo finalmente a la Basauri Con a ver a Katee Sackhoff tendré que tragarme un poco mis “principios” y desembolsar los 20 euros que cuesta su firma, pero lo haré con bastante placer porque de ella sí que soy admirador y he seguido buena parte de sus trabajos, claro está que la admiraría mucho más si realizara sus dedicatorias de manera gratuita, porque al fin y al cabo todavía no es ninguna leyenda de la televisión ni una actriz legendaria….
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