Ya en el pasado mes de abril daba una relación bastante exacta de los conciertos de artistas más o menos conocidos a los que he acudido durante mi vida (también de los de los grupos amateur) en la entrada que titulé De concierto. En tiempos pretéritos me prodigaba quizá más a la hora de acudir a eventos musicales de este tipo, pero en los últimos años, sea por falta de motivación, sea por impedimentos geográficos, sea por trabas económicas, no acudo a tantos directos como antaño: en 2008 vi a Chuck Berry por segunda vez, y después a Marlango poco tiempo después. En 2009 tuve que hacer unos cuantos kilómetros para cumplir uno de los sueños de mi vida y presenciar la actuación de uno de mis grandes ídolos: John Fogerty tocó en Murcia en su primer concierto en España. A finales de año viajé hasta Madrid para ver a mi último descubrimiento musical de por entonces: Imelda May (véase entrada). Este año la cosa ha estado más fácil, y tanto el guitarrista Dick Dale (en abril) como de nuevo Imelda han actuado en la misma Valencia capital. La cantante irlandesa estuvo ayer día 12 de noviembre en la Sala Mirror , en el centro de la ciudad del Turia, casualmente casi en la misma fecha en que la viera por primera vez, el 19 del mismo mes del año pasado.
Precedida por un grupo valenciano de sobrada reputación, Cat Club, el repertorio que Imelda y su banda presentaron se centró principalmente en su nuevo disco, Mayhem, aunque tampoco faltaron canciones del anterior, otras suyas no publicadas, y versiones de rock and roll (The Train Kept a-Rollin´, el medley My Baby Left Me / That´s All Right) y blues (Rollin´ and Tumblin´). Carismática, simpática, profesional, guapa y sobre todo dotada de una excelente voz, el show de Imelda es todo un regalo para los oídos afines a los muchos sonidos que repasa (rock & roll, rockabilly, rhythm & blues, blues, jazz y pop, pero siempre con un elegante aire “retro”), si bien creo que disfruté más su anterior concierto, no sé si porque fue eso, el primero, o porque el público fue quizá más considerado tanto con la artista como con el resto de oyentes de la sala: la propia Imelda tuvo que quejarse de la enorme humareda que un pequeño corro de fumadores empedernidos estaba formando cerca del escenario. Es la gran traba que tienen para mí los conciertos: el tabaco, los codazos y los golpes, la gente que se los pasa hablando (pienso lo mismo que respecto al cine: no entiendo para que van si no están interesados en oír a la cantante o en ver la película) o pegando gritos y, por supuesto, las muchas horas de tener que aguantar de pie…
En cualquier caso, toda una suerte que hayamos podido tener a la glamorosa dublinesa por estos lares, ya que Valencia no se prodiga precisamente en conciertos de rock –fuera de unos pocos en verano–, ni de música que no esté en las listas populares nacionales o aceptada dentro del estatus “culto” (o sea jazz y clásica) o tradicional (música de bandas). Las salas para grandes conciertos brillan aquí por su ausencia o por su desinterés para ofrecer espectáculos de rock. La añorada Arena cerró hace ya muchos años, y ahora también ha caído la Greenspace de Heineken, que parecía ser el último reducto para escuchar música rock en sus múltiples variantes. A ver si hay suerte y, tras Imelda, continúa la racha y cambian los vientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario