Pese a tratarse de mi actriz favorita de
todos los tiempos (seguida muy de cerca, como siempre he admitido, por mi
también adoradísima Ingrid Bergman), nunca
he dedicado un post especialmente largo a Audrey Hepburn. Tan sólo algún recordatorio de
sus aniversarios, la reseña de algún libro y cosas similares. La
razón principal es porque, se ha escrito tantísimo sobre ella, que no creo que
yo pueda aportar nada original aparte de mis propias experiencias. En este 4 de mayo en que hubiera cumplido 83 años de seguir con nosotros, voy a aprovechar
para contaros y recordar un poco como conocí a la niña de mis ojos del Cine…
Dos road movies
La primera película que creo haber visto de
Audrey Hepburn es precisamente una de las que están consideradas menos
interesantes de ella, y se trata de Mansiones verdes, de la que tengo el lejano y
vago recuerdo de su pase por televisión un sábado por la tarde en los primeros
80. Más claro tengo el visionado de My Fair Lady algún tiempo después, una
Nochebuena o Nochevieja a las tantas de la mañana, y repetida a la tarde
siguiente, si no me equivoco. Finalmente, me suena bastante haber visto también
por aquellas fechas (primera mitad de la década citada) Charada porque, cuando la vi de
nuevo años después, recordaba claramente el clímax en el teatro.
Cuento un último y divertido recuerdo de
Audrey de por aquellos tiempos, que ya he comentado en alguna otra ocasión, y
es que en mi añorado Cine Oma, donde
ofrecían aquellos programas dobles tan entrañables como inverosímiles,
combinaron una vez Dos en la carretera con una de las dos
primeras partes de Mad Max (me inclino a creer que la segunda).
Al fin y al cabo, algo tenían en común las dos películas, ¿no? Por cierto, no
acudí a ver esa sesión, pero sí di por hecho que el primero de los títulos era
también un film reciente, y asumí que Audrey debía ser la hija de Katherine Hepburn…
Una princesa de verdad, y no de las que tenemos por aquí... |
Prendado
de la Princesa Ana
Supongo que no es hasta que mi adolescencia
avanza un poco más y comienzo a descubrir más y más cine clásico cuando veo una
película que se convierte en esencial e imprescindible en mi vida: Vacaciones en
Roma, en la que me enamoré perdidamente y para siempre de su
irresistible protagonista. A día de hoy, sigue siendo mi película favorita de
Audrey Hepburn, y una de las más firmes candidatas a llevarme a una isla
desierta si sólo pudiera hacerme acompañar por un largometraje.
A finales de los 80, por supuesto, ya tengo
una clara conciencia de quién es la actriz. Conozco algo de su historia y voy
viendo más películas suyas, incluida, claro está, Desayuno con diamantes. En el
cine veo de estreno el que sería su último trabajo, Always (Para siempre), e incluso
asisto al reestreno en pantalla grande de Charada y Robin y Marian, la primera sobre 1988-89 en
los Cines Albatros, durante mi breve etapa universitaria en Valencia, la
segunda en los Aragón en 1991, aprovechando que estaba en la capital del Turia haciendo
un cursillo. Creo que estas son las tres únicas películas de Audrey que he
tenido el placer de ver en salas de cine.
Adiós…
Un 20 de enero de
1993 me sorprende y entristece la noticia de su temprana muerte a los 63
años. Tengo el recuerdo perenne de haber ido ese mismo día a Valencia a
comprarme un amplificador para mi guitarra (además, conservo la factura) y,
como ya conté en otra entrada sobre mi trayectoria musical, siempre le tuve
mucho cariño a aquel artefacto porque en cierta manera lo relacionaba con mi
actriz favorita. Por desgracia, me fue robado en 1999. Tengo también el
recuerdo de la noticia en el telediario, en donde la describían como “un ángel
bueno”, un calificativo muy usado con ella que me parece exagerado y hasta
cursi, pero ya no estoy tan seguro de si eso lo vi el mismo día 20 o fue al
siguiente, ya que creo que Audrey falleció por la noche….
Mi colección de VHSs y DVDs de Audrey |
¿Quién
dijo “fetichismo”?
En la segunda mitad de los 90, a la vez que
voy consiguiendo las pocas películas suyas que me faltan, comienzo a
interesarme por conocer más su historia. Hasta entonces no había querido saber
mucho de ella porque a veces prefiero el misterio y el encanto de la
idealización de un personaje que el conocer detalles de su vida que pueden
hacer que se rompa ese hechizo y esa admiración que siento por él. Precisamente
en una de las primeras incursiones que hice en internet descubrí un libro cuyo
título no me molestaré en citar que firmaba alguien que decía ser un hijo
secreto de Audrey que ella habría dado en adopción cuando era adolescente. El
oportunista escritor destrozaba por completo el mito de Audrey Hepburn y sacaba
los trapos más sucios que se pueden sacar de una persona, incluyendo algunas
afirmaciones inverosímiles y descabelladas. He de reconocer que, en un primer
momento, me afectó mucho la lectura de aquella reseña pero finalmente llegué a
la conclusión de que aquello no podía ser más que una farsa, por lo demás,
fácilmente probable. Por supuesto, nunca adquirí ni leí ese libro, pero sí que
tengo otros muchos de Audrey, siendo los que recuerdo con más cariño los dos
primeros que encontré de ella, y que me descubrieron muchas cosas nuevas: Cara de ángel
de José I. Cuenta y Juan Tejero y Audrey Style de Pamela Clark Keogh. Desde
entonces he reunido alrededor de una quincena de volúmenes sobre la actriz,
tanto biografías más o menos detalladas como colecciones de fotografías, portadas
y pósters. Admito que muchos de ellos –sobre todo los más recientes– son poco
menos que un moderno “timo de la estampita” que ofrecen escasa lectura y muchas
–y maravillosas– imágenes. También tengo, por supuesto, toda su filmografía
“canónica” en VHS y en DVD (bueno, en este último formato me falta Todos rieron, que no ha salido en
español). Y de sus películas pre-Vacaciones
en Roma, en las que tiene breves apariciones, me faltan sólo unas pocas.
Audrey es la única actriz con la que me permito ese tipo de fetichismos (de
Ingrid Bergman, por ejemplo, sólo tengo tres libros, y de su filmografía, más
extensa, aún me quedan unas cuantas películas por ver).
Mis libros de Audrey. ¿Debería visitar a un psiquiatra? |
He visto todas las películas de Audrey varias veces. Después de Vacaciones en Roma,
mi favorita es sin lugar a dudas Charada,
que me parece una obra maestra totalmente redonda. También me gusta mucho Robin y Marian –a pesar de que aleja a
la actriz de sus habituales entornos glamourosos– por ese bellísimo componente
melancólico del que considero la mejor película sobre el mito de Robin Hood. En
realidad, creo que el único film de ella que encuentro algo aburrido es Lazos de sangre.
Hasta me gusta Historia
de una monja a pesar de tratar una temática que me horroriza y que
me pone los pelos de punta (y eso que no es de terror). Ah: también tengo el
telefilm The
Audrey Hepburn Story, en el que Jennifer
Love-Hewitt la interpretó con más entusiasmo y cariño que buen tino.
El
negocio “Audrey Hepburn”
A Desayuno
con diamantes, sin embargo, he acabado cogiéndole un poquito de “manía” por
lo que saturan con ella y con sus imágenes por todos los lados. Aún siendo un
innegable clásicazo del cine, el papel de Audrey en ella no es mi favorito de
la actriz (¡y no me gusta con mechas rubias!), y me cansa un poquito bastante
todo ese merchandising que hay sobre el film –y sobre la actriz en general– en
las tiendas. Por llegar, me llega hasta indignar que se vendan bolsos,
camisetas, cuadros… de Audrey Hepburn a gente que no sabe ni quién es o que
sólo ha visto una o dos películas, pero que decora su comedor con una imagen de
ella porque queda chic o in o cool
o como se diga. Los culpables de todo este “mafioseo” no son otros más que los
propios hijos de la actriz, pero al menos me consuela que se lleven ellos las
ganancias a que lo haga gente ajena a ella. Lo que siempre me he preguntado es
qué pensaría la propia Audrey de este negocio en el que se ha convertido y al
que estoy seguro se hubiera negado, conocida su humildad y modestia, a no ser
que fuera con fines benéficos.
Tampoco puedo dejar de mencionar ese
exagerado “lavado de cara” que le han hecho a la artista en las biografías que
aparecen en los últimos tiempos, en las que hasta se esquiva un dato tan
conocido como su idilio con William Holden. Parece que nos quieren vender a una
mujer perfecta, inmaculada y casi virginal, más cercana a los personajes que
interpretaba en sus primeras películas que a la verdadera Audrey de carne y
hueso, con sus fallos, manías e imperfecciones, como tenemos todos y como creo
que debe recordársele.
I ♥
Audrey! (¿os habíais dado cuenta?)
Audrey es para mí a la vez un ideal, un
sueño, una musa, un fantasma y una quimera, una alegría, un imposible y una de
las cosas más cercanas a la divinidad que hay en mi vida. Defiendo mi apasionada afirmación: téngase en
cuenta que soy ateo y no tengo la suerte de creer en dioses o ángeles, y pienso
que en esta vida tan vacía y con tan poco sentido uno tiene que dejarse engañar
por algo para seguir adelante. Algunos prefieren la religión, el deporte o la
política; mis mentiras favoritas son la Princesa
Ana, Sabrina Fairchild, Jo Stockton, Ariane Chavasse, Regina Lampert, Eliza
Dolittle y casi todos los personajes interpretados y sublimados por Audrey Kathleen Ruston, Hepburn para los
cinéfilos.
(Quiero dedicar este artículo
a mis amigos Ramón y Mari Ángeles, que
contraen nupcias precisamente hoy. Que lo hagan en el mismo día en que nació la
que para mí es la actriz más maravillosa del mundo sólo puedo interpretarlo
como señal de un futuro próspero y dichoso. ¡Enhorabuena y que comáis muchas
perdices!)
Gracias! Te dedicamos nuestras perdices!
ResponderEliminarMuy bonito e interesante artículo. En mi casa Vacaciones en Roma también ocupa un lugar preferente.
ResponderEliminar¡Gracias! ¡Un placer y una sorpresa recibir un comentario tuyo!
ResponderEliminarTe he leído mucha cosas. Sobre todo lo que escribes sobre las actrices. Me gustó el dedicado a Jean Seberg, en cuya tumba estuve al visitar el cementerio de Montparnasse.
ResponderEliminarEs que si no comentáis nada, yo no tengo forma de saber si alguien lee mis desvaríos. ¡No os cortéis, aunque sea para contradecirme! ;)
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