No sé si en un intento (supongo que fútil)
por interesar a hipotéticos y escasos lectores por mis desvaríos o,
simplemente, y en última instancia, por entretenerme a mí mismo, este año estoy
probando nuevos formatos e ideas en el blog, principalmente el incluir entradas
mucho más cortas pero más frecuentes en lugar de textos más largos y más
separados en el tiempo. Hoy inauguro una nueva “sección” en la que quiero
hablar de videojuegos y, es curioso, porque en realidad no soy especialmente
aficionado a ellos, pero sí que hay algunos pocos que me gustan y divierten
mucho. Además, es tan grande la relación que, cada vez más, tienen estos
divertimentos informáticos con el cine que, en un blog dedicado principalmente
al 7º Arte, creo que tampoco desentonan demasiado. Al fin y al cabo, hay ya muchos
videojuegos que parecen casi películas, y hay también muchas películas que son
adaptaciones de éstos.
Regreso
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Un pueblo normal... si no fuese por la niebla y las criaturas |
Y para empezar esta nueva serie, me parece
que lo justo es que lo haga con un título –y su posterior saga– que fue decisivo
en mi regreso a los juegos computerizados después de bastantes años ignorándolos.
Efectivamente: allá por 1999 llevaba mucho tiempo sin recurrir a ellos: mi
querido Spectrum se había quedado obsoleto y ya no se comercializaban productos
para él; los recreativos eran casi un recuerdo del pasado, y los juegos tipo
Sonic o Mario Bros que aparecían en las consolas del momento no me motivaban ni
lo más mínimo. Hasta que un día probé un título de origen japonés publicado en
el año citado por la empresa Konami que me descubrió que el mundo de los
videojuegos estaba cambiando y que podía haber cosas totalmente diferentes a
las que conocía y sorprendentemente fascinantes: se llamaba Silent Hill.
Fue un amigo que sí era aficionado a las
consolas quien me enseñó por primera vez el juego en su Playstation 1. Es más,
fue tan amable como para dejarme el aparato para que lo jugara yo en casa, y
acabé tan subyugado por el videojuego y por las posibilidades que parecían
ofrecer las modernas creaciones recreativas que no tardé mucho en adquirir mi
propia PS1, y desde aquella fecha he tenido también las dos sucesoras de
la máquina de Sony.
¿Un
pueblo normal?
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Cabeza pirámide, uno de los personajes clásicos de la saga |
Silent Hill comienza con su protagonista (o
sea, nuestro alter ego virtual) viajando en coche con su pequeña hija y
teniendo un accidente cerca del lugar que da nombre al juego, aparentemente un
tranquilo y típico pueblo medio de los Estados Unidos que parece sacado incluso
de otra época. Cuando el protagonista despierta, su hija ha desaparecido y debe
internarse en Silent Hill para buscarla, lo cuál sería fácil si no fuera porque
el lugar parece prácticamente deshabitado, está constantemente envuelto en
niebla, y lo transitan una serie de extrañas criaturas que tienden invariablemente
a atacar. Por si esto fuera poco, cada cierto tiempo todo parece cambiar y el
protagonista se ve trasladado a otra dimensión que se asemeja a una versión
todavía más pesadillesca del propio Silent Hill. Efectivamente: al contrario
que otros videojuegos de miedo (o survival
horror, como se le llama en el mundillo a esta variante) más centrados en
la acción y en los combates, Silent Hill
es un juego de terror psicológico, en el que priman más una atmósfera
desasosegante y enervante que necesariamente la violencia o la sangre. En este
sentido, la saga de Konami prácticamente inauguró esta modalidad en la que creo
que apenas tenía precedentes (Alone in
the Dark podría ser lo más parecido).
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Las siete continuaciones más o menos "oficiales" |
Continuaciones
y premisa general
El éxito de Silent Hill propició varias continuaciones,
cinco “oficiales” (Silent Hill 2 y 3, The
Room, Homecoming y Downpour) y
dos especiales (la precuela Origins y
Shattered Memories, una modernización
del primer juego de la serie) tanto para PC como para las consolas de los
últimos trece años (hay, además, otros títulos para otros soportes como la Vita
o teléfonos móviles y variantes que en muchos casos sólo han aparecido en Japón).
La premisa de todos ellos es similar: los personajes protagonistas (un
camionero, una adolescente, un soldado…) llegan al pueblo casi siempre por azar
e involuntariamente para, de repente, descubrir que no pueden salir de él. Se
encuentran allí con otras personas, algunas en una situación similar, otras que
parecen ser habitantes del lugar. Para regresar a sus vidas normales, deberán
resolver algún intrincado misterio, a la vez que luchan o esquivan a seres grotescos
y agresivos (como las clásicas enfermeras del hospital) e intentan mantener su
cordura cuando se ven trasladados a la dantesca dimensión alternativa que
parece inevitable en Silent Hill, en la que abundan hierros oxidados y
retorcidos, objetos cubiertos con telas o plásticos, habitaciones sucias y
decrépitas y los decorados más insólitos e irreales. Para afrontar esta colosal
tarea, los héroes de cada episodio sólo disponen de unas pocas armas,
botiquines para curarse, una linterna, y una radio cuya estática les avisa de
la cercanía de criaturas.
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Las enfermeras de Silent Hill, voluptuosas y grotescas a la vez |
Aunque la mayoría de videojuegos de la saga
no tienen relación directa entre ellos –aparte, claro está, de la propia
aparición del pueblo– me gusta la idea que parece imperar en la saga de que
Silent Hill es una especie de purgatorio: casi todos sus forzados visitantes
cargan con algún drama personal y casi siempre se han visto implicados en
alguna tragedia y relacionados de una forma u otra con alguna muerte. Así, en Silent Hill 2 manejamos a un hombre que
parece haber perdido a su joven esposa tras una enfermedad, o en Silent Hill: Downpour somos un
presidiario que ha matado al pedófilo que a su vez asesinó a su hijo. La ciudad
de Silent Hill parece adaptarse a las mentes y a los traumas de los personajes
que acaban en ella, e incluso puede interpretarse que son éstos los que la
remodelan y dan forma en base a sus propias desgracias personales.
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Edificios decrépitos y abandonados son habituales en la saga |
Otra característica de la saga es la angustia
y el pesimismo que la envuelve. Los videojuegos pueden hacerse hasta
agradablemente “desagradables”; se disfruta pasándolo mal en ellos. La mayoría
de las veces, los finales de todas sus partes son tan desafortunados como
desconcertantes, y el jugador descubre junto con su personaje que los recuerdos
que tenía de un incidente, o la forma en que lo veía, son falsos o erróneos. De
todas maneras, en función de las decisiones morales que se toman en la partida
y de otros baremos, se puede llegar a
finales muy diferentes.
Mención especial merece la curiosa banda
sonora del también japonés Akira Yamaoka,
nada convencional para una historia de terror y estructurada sobre guitarras
eléctricas con distorsión y canciones pseudo-pop que ha acabado constituyéndose
en un elemento indeslindable de la saga a pesar de lo inapropiada que puede
parecer.
Otros
medios
Toda una mitología ha crecido en torno a esta
serie de juegos virtuales, incluyendo cómics, novelas, figuras y hasta una película, Silent
Hill, dirigida por Christophe Gans en 2006 y con Radha Mitchell, Sean Bean
y Laurie Holden a la cabeza del reparto. Adapta principalmente el primer
videojuego de la saga, aunque incorpora elementos de otras entregas, y he de
decir que a mí personalmente, no sé si porque le tengo mucho cariño a sus
originales infográficos, no sólo me gustó bastante, sino que me parece una de
las pocas versiones fílmicas de un videojuego que vale la pena. Este año, por
fin, parece que se estrena su muy retrasada continuación, Silent Hill: Revelation, dirigida
por Michael J. Bassett y en la que a Mitchell y Bean se unen Carrie-Ann Moss,
Malcolm McDowell y Adelaide Clemens en lo que parece ser una versión en
celuloide de Silent Hill 3.
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Imagen del film con Laurie Holden y Radha Mitchell |
Personalmente he jugado a todos los
videojuegos de la saga que se han comercializado para Playstation 1, 2 y 3 (con
la excepción de Shattered Memories, que
salió para PS2 y que sólo comencé brevemente durante un período en que tuve la
PS3 en reparaciones) y en general los he disfrutado bastante. Claro está que
ninguno me ha marcado como el primero, porque fue eso, el primero, y que
posiblemente éste y los dos siguientes títulos fueron también los mejores,
pero, en general, me encanta pasear por ese pueblo misterioso, algo vetusto y
hasta melancólico en el que no parece haber nadie salvo personajes raros, casi
todas las casas están vacías y cerradas y presentan un aspecto olvidado y
avejentado. Me encanta también reconocer sus ya clásicas calles (muchas de
ellas con nombres de escritores de terror) y edificios (la prisión, el
ayuntamiento, el intranquilizante hospital…) cuando vuelvo a visitarlo, e ir
aprendiendo más sobre su siniestra y misteriosa historia, que se origina en un
antiguo asentamiento indio, pasa luego a ser una población blanca en el siglo
XVII, después colonia penal y prisión militar, sede de una intrigante secta y,
finalmente, el moderno pueblo de hoy en día…
A veces también me pregunto si no vivimos ya
en nuestro particular Silent Hill…
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