Poco se puede decir sobre Solo ante el peligro que no se haya dicho
ya: un clásico entre los clásicos de su género, el western, dirigido por el
gran Fred Zinnemann en 1952 e interpretado
por Gary Cooper en uno de sus más icónicos
trabajos (le proporcionaría su segundo Oscar). El actor da vida a uno de esos
hombres íntegros y valientes tan abundantes en su filmografía que, el mismo día
de su boda y en el que cesa su trabajo de sheriff en el pequeño pueblo en que
vive, debe hacer frente a un maleante al que había metido en la cárcel cinco
años atrás y que regresa con intenciones vengativas. Cuando llega la hora de la
verdad, y por una razón u otra, todo el mundo en la localidad le da la espalda
y le deja solo para enfrentarse a cuatro temibles pistoleros.
Es una película que he visto varias veces y que sólo puede calificarse de
magistral, perfectamente rodada y con planos bellísimos, una cuidada fotografía
y un destacable reparto en el que intervienen un buen montón de secundarios de
la época como Thomas Mitchell, Lon Chaney, Jr., Lee Van Cleef, Lloyd Bridges o
Katy Jurado, y en el que sobresale la siempre exquisita Grace
Kelly. Fue nominada a siete Oscars, incluidos los de Mejor Película y
Mejor Director, llevándose al final cuatro de ellos: montaje, música, canción y
actor principal.
Ni la bellísima Grace logra convencer a Cooper de que no se enfrente a los criminales |
Observar como curiosidad que la acción del
film transcurre en apenas unas dos horas, poco más de la duración real de la
cinta, culminando en el duelo final en pleno mediodía (el título original del largometraje es High Noon). Ha tenido también varios remakes, ya sea admitidos (Atmósfera cero, de Peter Hyams, en 1981) o no (el final de Único testigo de Peter Weir, de 1985, remite claramente a esta obra maestra de Zinnemann).
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