Es cierto que ya no me complico ni arriesgo tanto como lo hacía antes a la hora de descubrir nuevos artistas musicales y que, en ese sentido, me he vuelto más “sedentario” y suelo acudir a los sonidos que ya sé de antemano que me van a gustar, pero sí que cada cierto tiempo encuentro a algún cantante o grupo que me cautiva o interesa, aunque en ciertos casos puede que sólo sea brevemente. Se trata de mis “artistas revelación” particulares, y normalmente suelo dar con ellos con retraso, después de que ya lleven varios años y discos en el mercado; en parte es incluso mejor, porque demuestra que no me dejo llevar necesariamente por las modas y tendencias del momento, y sobre todo porque esto te da una mayor y mejor perspectiva del trabajo de ese intérprete. Mi descubrimiento del 2007 fue el grupo nacional Marlango, el de 2008 la norteamericana Grey DeLisle, y el del pasado año el de la irlandesa Imelda May (este año todavía no hay ningún hallazgo destacable).
Imelda May nació en Dublín en 1974, otra razón más para aumentar mi fascinación por su país, una tierra de la que estoy enamorado y que tuve ocasión de visitar muy brevemente hace seis años. Aunque implicada en la música desde siempre –algo muy tradicional en los irlandeses– y con su primer disco publicado en 2005 (No Turning Back, inicialmente comercializado con su nombre de soltera, Imelda Clabby) no ha sido hasta la aparición de su segundo CD, Love Tattoo, hace dos años, que la fama de la cantante se ha empezado a extender como un reguero de polvo. Para entonces la vocalista había decidido convertirse en Imelda May, especie de alter ego artístico con el que, luciendo un esforzado tupé con una mecha rubia, cabello recogido con cola de caballo y ceñidos vestidos con aire cincuentero (dicen las reseñas que se inspira en el burlesque, aunque yo siempre he relacionado más este término con las strippers de hace décadas), se presenta en el escenario y está convirtiéndose en un curioso fenómeno musical dentro de ciertas fronteras relativamente modestas, pero cada vez más amplias.
Ahora vendría la pregunta del millón: ¿qué canta Imelda? ¿Cuál es su estilo? Como todo artista con una extensa variedad de influencias y con cierta riqueza cultural, esta mujer bebe de muchas músicas, aunque si queremos concretar o “etiquetar” de alguna forma su sonido, diremos que su principal influencia es la música norteamericana de los 50, tanto el rock and roll y el rockabilly como el jazz, el blues o el rhythm and blues, entre otros. Algunos han querido catalogar su sonido con un divertido y nuevo término: “jazzabilly”. Las canciones de la irlandesa se apoyan y basan pues en todos estos sonidos de antaño y dan forma a una nueva y elegante mezcla de ellos que se apoya en la instrumentación más o menos tradicional que se puede esperar de una banda de aquella época.
Supe de Imelda, como casi todo el mundo, después de que apareciera Love Tattoo, y rápidamente quedé cautivado por su impresionante voz y por el pegadizo ritmo de su banda. Ya el año pasado pude verla actuar en Madrid en la Sala Caracol , y su directo es tan bueno o más como sus grabaciones: en un momento dado su grupo se detuvo y ella se quedó sola cantando un blues y nadie del público respiró, ni siquiera los típicos espectadores irrespetuosos que silban o gritan a los cantantes en tales ocasiones; la verdad es que Imelda nos había dejado los pelos de punta con su desgarradora interpretación…
El tercer álbum de la dublinesa, Mayhem, acaba de aparecer en el mercado, y esta vez sí que he sido puntual y lo he comprado enseguida. Es quizá el disco más producido y técnicamente trabajado de la cantante, y por primera vez ella misma se dobla la voz y se hace los coros. Por lo demás, le acompaña su habitual banda: su marido Darrel Higham (un guitarrista con una larga carrera propia con el que comparto mi amor por Eddie Cochran), el batería Steve Rushton, y los simpatiquísimos Al Gare (contrabajo) y Dave Priseman (trompeta). Se echa de menos el piano de Danny McCormack presente en el anterior trabajo de Imelda, aunque es posible que la decisión de eliminarlo haya sido porque normalmente no lo lleva en directo, y de esta manera las actuaciones en vivo pueden ser más similares a las grabadas al poder contar en ellas exactamente con los mismos instrumentos.
Mayhem vino precedido por el single Psycho y por el tema que da título al disco poco después. Son quizá las dos composiciones más “comerciales” del CD –ya pudimos oírlas en el concierto de Madrid del año pasado– y han contado incluso con sendos y trabajados vídeo-clips, un formato audiovisual del que no soy precisamente defensor, pero que supongo es casi imprescindible para intentar triunfar en los mercados y listas musicales de hoy en día. Pese a mis miedos previos a que Imelda y su banda se “vendieran” a ese público no iniciado en sus estilos y que aglutina sin criterio cualquier cosa que se le ponga delante, he de decir que al final el disco me ha gustado bastante en general y que los músicos se mantienen más o menos fieles a su sonido de los trabajos anteriores, quizá con alguna leve licencia para gustar también a audiencias profanas y menos selectivas. Precisamente el hecho de que Imelda esté triunfando en mercados y circuitos menos “marginales” o especializados ha sido objeto de crítica por parte de algunos sectores musicalmente más acérrimos, pero por fortuna creo que nuestra chica está todavía muy alejada de toda esa caterva de estrellas del “petard-pop” que asolan las pantallas televisivas y los altavoces radiofónicos, y esperemos que se mantenga íntegra artísticamente y no acabe derivando hacia esos lamentables productos “pre-cocinados” del marketing musical.
En cuanto al contenido del nuevo disco propiamente, y como es de esperar de la irlandesa, está compuesto por catorce temas relativamente heterogéneos que exhiben sus muchas influencias: el rock and roll y el rockabilly lo tenemos en los dos temas ya adelantados, Psycho y Mayhem, así como en Let Me Out y Sneaky Freak, mi pieza favorita del CD. El jazz, el swing y hasta el dixieland hacen su aparición en cortes como Inside Out, Bury My Troubles y All For You. Las influencias blues y r´n´b de Imelda las encontramos especialmente en Pulling the Rug y, sobre todo, en Proud and Humble, en donde se siente la inmensa presencia del gran Howlin´ Wolf, uno de los ídolos que Imelda y yo compartimos, así como cierto regusto al espiritual negro. En una línea más pop podemos enumerar Eternity (compuesta por Darrell Higham y con reminiscencias a los Everly Brothers) o las connotaciones tropicales de I´m Alive, ambas muy bonitas y agradables de oír. La ascendencia céltica de Imelda la descubrimos en la preciosa balada Kentish Town Waltz, otra de mis canciones favoritas del disco. Too Sad To Cry es quizá la canción más flojita de la selección; simplemente, como dice su propio título, demasiado triste. Podría ser adecuada para un entierro, pero compartiendo disco con otros temas tan marchosos produce un extraño constraste y deja perplejo el animo del oyente al no saber muy bien cómo disponer aquel.
La última canción nueva del disco es también la única versión –porque Imelda, además de su gran talento como cantante, es también autora de casi todo su repertorio–. Se trata del Tainted Love con el que Gloria Jones triunfara allá por 1964, y también lo habíamos podido escuchar en los conciertos de Imelda. Lamentablemente resulta difícil quitarse de la cabeza las muchas y olvidables versiones de los 80 y los 90 en torno a esta canción, que algunos, por desgracia, conocimos antes que la original.
El disco se cierra con doble bonus track: sendas versiones remezcladas de Johnny Got A Boom Boom, el mayor éxito del anterior CD de Imelda, y de Inside Out, aunque esta última sólo puede ser escuchada a través del PC. Se trata, pues, de remezclas con nuevas percusiones añadidas y, en el caso de la última canción, vientos adicionales. Creo que ambas innecesarias y prescindibles: prefiero las versiones originales (y no puedo evitar relacionar el término “remix” con la música discotequera...)
¿Cómo puedo resumir el disco? Me es difícil resultar imparcial puesto que ya ha quedado claro que comparto con todos sus artistas la mayoría de influencias musicales y es difícil que me deje de gustar, incluso a pesar de cierta “peligrosa” tendencia al neo-rockabilly en algunos casos. Podrá parecer contradictorio, pero a pesar de la obvia procedencia de este último estilo, lo considero un idioma diferente al que lo originó en los años 50 y no soy enteramente partidario de él. Aún con todo, creo que Imelda tiene demasiada clase y buen gusto para acabar haciendo los refritos y caricaturas musicales a los que dan forma otros artistas y bandas que intentan retomar el rock original y mezclarlo con otras influencias más modernas. De la manera más objetiva posible, creo que Mayhem es un disco lo suficientemente agradable para gustar a casi cualquier melómano, a no ser que sus preferencias se inclinen más por la distorsión y/o la electrónica.
Finalmente, comentar que Imelda vuelve a estar de gira por España el mes que viene: en la Sala Bikini de Barcelona el 11 de noviembre, en la Mirror de Valencia el 12, y en la Joy de Madrid el 13. No puedo sino recomendaros asistir a cualquiera de sus conciertos si tenéis ocasión. Yo estaré en el de Valencia, y espero disfrutarlo tanto como el del año pasado, del que precisamente el día 19 se cumple el aniversario…
www.imeldamay.com
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Tengo los tres discos, aunque sólo he podido comprar los dos últimos. No me la perdería por nada del mundo.
ResponderEliminarMás te vale ir, porque tienes mi entrada :D
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