"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

domingo, 17 de agosto de 2014

Mi nueva guitarra

Una serie de circunstancias han propiciado que, en estos últimos días, me haya planteado y finalmente decidido a adquirir mi cuarta guitarra: una Fender Esquire de fabricación mexicana color white blonde (una especie de crema muy suave). Esta es también la primera guitarra que he comprado de segunda mano (sólo había comprado así un bajo), pero el dueño original del instrumento –que apenas lo había usado– ha sido tan amable como para dejármelo y darme un mes de plazo para pagárselo, y he podido comprobar que está en óptimas condiciones, prácticamente como si saliera de una tienda. La verdad es que este modelo de guitarra no estaba entre mis principales prioridades musicales; prefiero otras como las Gretsch, las Gibson o las Rickenbacker, pero estas están todavía muy lejos de mis posibilidades porque valen varios miles de euros, y en estos momentos me apetecía y me podía permitir –con ciertas estrecheces– esta Esquire.

Para aquellos que no sean guitarristas, decir que la Esquire fue la primera guitarra eléctrica de cuerpo sólido (frente a las de caja o las de semicaja, que son parcial o enteramente huecas) fabricada por Leo Fender para su compañía. Apareció a la venta por primera vez en 1950, y pronto le siguió su “hermana mayor”, la famosísima Telecaster (inicialmente bautizada como Broadcaster). En realidad, la diferencia básica entre las dos guitarras es que la Telecaster tiene dos pastillas, mientras que la Esquire tiene una sola. Físicamente son casi iguales. A un nivel técnico, su sonido es bastante sencillo y primitivo, pero es precisamente lo que estoy buscando por las razones que explico más adelante.

En la actualidad se pueden encontrar principalmente tres tipos de guitarras Fender según su país de fabricación: las estadounidenses, que básicamente se hacen por encargo y que son las de mayor calidad, las asiáticas, que son todo lo contrario: mucho más baratas y con componentes de baja gama, y las mexicanas, que serían algo intermedio, y cuya relación calidad-precio es bastante convincente. La Esquire estadounidense sale por unos 3000 euros, mientras que la mexicana cuesta nueva entre 610-680 dependiendo de la tienda (a mí me ha salido por 400). Por cierto, la “marca barata” de Fender se llama Squier, y no se debe confundir con el modelo de guitarra que he adquirido aunque se pronuncian igual.

Matizar, por último, que el principal motivo de comprar esta guitarra (aparte de que me gusta de por sí) ha sido un proyecto musical en el que estoy participando con vistas a hacer versiones de la leyenda del country Johnny Cash, pues la Fender Esquire era el modelo que su guitarrista, Luther Perkins, utilizaba más a menudo en sus conciertos y grabaciones.

Por cierto, siguiendo con mi costumbre de bautizar a mis guitarras con el nombre de alguna de las mujeres a las que admiro, a esta nueva he decidido llamarle Ingrid, ni qué decir tiene que por Ingrid Bergman. La verdad es que ya le había puesto su nombre a mi mandolina –a la que llamo “Pequeña Ingrid”–, pero siempre quise ponérselo a una guitarra, y ahora lo cumplo. ¿Es muy anormal? :P

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