Una serie de circunstancias han
propiciado que, en estos últimos días, me haya planteado y finalmente decidido
a adquirir mi cuarta guitarra: una Fender Esquire de fabricación mexicana color white blonde (una especie de crema muy
suave). Esta es también la primera guitarra que he comprado de segunda mano
(sólo había comprado así un bajo), pero el dueño original del instrumento –que
apenas lo había usado– ha sido tan amable como para dejármelo y darme un mes de
plazo para pagárselo, y he podido comprobar que está en óptimas condiciones, prácticamente
como si saliera de una tienda. La verdad es que este modelo de guitarra no
estaba entre mis principales prioridades musicales; prefiero otras como las
Gretsch, las Gibson o las Rickenbacker, pero estas están todavía muy lejos de
mis posibilidades porque valen varios miles de euros, y en estos momentos me
apetecía y me podía permitir –con ciertas estrecheces– esta Esquire.
Para aquellos que no sean
guitarristas, decir que la Esquire fue la primera guitarra eléctrica de cuerpo
sólido (frente a las de caja o las de semicaja, que son parcial o enteramente
huecas) fabricada por Leo Fender para su compañía. Apareció a la venta por
primera vez en 1950, y pronto le siguió su “hermana mayor”, la famosísima Telecaster
(inicialmente bautizada como Broadcaster). En realidad, la diferencia básica entre
las dos guitarras es que la Telecaster tiene dos pastillas, mientras que la
Esquire tiene una sola. Físicamente son casi iguales. A un nivel técnico,
su sonido es bastante sencillo y primitivo, pero es precisamente lo que estoy
buscando por las razones que explico más adelante.
En la actualidad se pueden
encontrar principalmente tres tipos de guitarras Fender según su país de
fabricación: las estadounidenses, que básicamente se hacen por encargo y que
son las de mayor calidad, las asiáticas, que son todo lo contrario: mucho más
baratas y con componentes de baja gama, y las mexicanas, que serían algo
intermedio, y cuya relación calidad-precio es bastante convincente. La Esquire estadounidense
sale por unos 3000 euros, mientras que la mexicana cuesta nueva entre 610-680
dependiendo de la tienda (a mí me ha salido por 400). Por cierto, la “marca
barata” de Fender se llama Squier, y no se debe confundir con el modelo de
guitarra que he adquirido aunque se pronuncian igual.
Matizar, por último, que el
principal motivo de comprar esta guitarra (aparte de que me gusta de por sí) ha
sido un proyecto musical en el que estoy participando con vistas a hacer
versiones de la leyenda del country Johnny Cash, pues la Fender Esquire era el
modelo que su guitarrista, Luther Perkins, utilizaba más a menudo en sus
conciertos y grabaciones.
Por cierto, siguiendo con mi
costumbre de bautizar a mis guitarras con el nombre de alguna de las mujeres a
las que admiro, a esta nueva he decidido llamarle Ingrid, ni qué decir tiene que
por Ingrid Bergman. La verdad es que ya le había puesto su nombre a mi
mandolina –a la que llamo “Pequeña Ingrid”–, pero siempre quise ponérselo a una
guitarra, y ahora lo cumplo. ¿Es muy anormal? :P
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