Desde siempre me han fascinado
las pequeñas figuritas y las réplicas en miniaturas de edificios, vehículos,
personajes… Y, claro, supongo que eso es totalmente normal que te ocurra cuando
eres un niño, pero seguramente no está tan bien mirado cuando alguien ya tiene
cierta edad. Es verdad que raramente compro “muñequitos” hoy en día, pero mi
cautivación por todos esas piececitas sigue prácticamente intacta desde mi
infancia.
El otro día pasaba junto a un
quiosco de mi barrio cuando vi una revista que conmemoraba nada menos que el 40 aniversario de la aparición de los famosos clicks de
Playmobil. Por 5´95, esta publicación ofrecía también dos de estas
figuras articuladas: sendas versiones del primer click que llegó al mercado –un
soldado medieval– y su homólogo moderno. No puede resistirme a comprarla porque
precisamente aquel caballerete –incluso con idénticos colores de pelo y ropa–
había sido también el primer click que tuve en mi vida,
seguramente sobre aquel año 1974 o poco después.
El primer click que tuve en mi vida, aunque con los colores del que viene en la revista. |
Fui un ávido coleccionista de
estas simpáticas miniaturas articuladas: vaqueros, indios, medievales, peones
camineros y, ya algo más tarde, piratas y hasta astronautas cuando el catálogo
de Playmobil –aquí Famobil, puesto que lo distribuía Famosa– fue ampliándose y
ofreciendo nuevos personajes. Llegué a tener incluso el camión de esos
trabajadores de la carretera que he mencionado, aunque nunca pude tener el gran
sueño de todos los niños de mi época aficionados a los clicks: el barco pirata
–mi familia era y sigue siendo humilde–. Paralelamente a los muñequitos de
Famobil también acumulé a muchos de sus primos algo más grandes, los Airgamboys –que ofrecían algo que los clicks no
tenían: soldados de épocas más modernas– y, ya más tarde, a los diminutos Comanboys. Y, por supuesto, a mi casa también
llegaron en aquellos 70 otras figuras articuladas de mayor escala: Madelmanes, Geypermanes y Big Jims. De todos ellos
tuve cantidad de complementos, armas y vehículos. Aquella inundación de muñecos la completaban los famosos soldaditos de los sobres de Montaplex
y de otras marcas y referencias de fabricantes menos conocidos. Con todas
ellas, y con la desbordante, añorada y envidiable imaginación de un niño,
montaba o recreaba historias, películas y aventuras ya fuera en compañía de mis
amigos o incluso sin ellos.
Ya acercándome a mi adolescencia
llegaron a mi vida otro tipo de miniaturas y figuras: las de modelismo (algo que resumo en estos
artículos). En este caso, la propuesta era diferente: ya no se jugaba con
estos vehículos y personajes, sino que se montaban y pintaban para luego
exponerse en alguna estantería. Era quizá un paso más en el coleccionismo de
miniaturas, o quizá el paso natural al llegar a cierta edad. El modelismo
requería una importante implicación por parte del coleccionista, ya que exigía
su colaboración manual y artística.
Más figuras de mi colección de modelismo. La pintura del Drácula se estropeó hace tiempo y se quedó con esas manchas blancas que quizá algún día me anime a retocar. |
El tema de las figuras y
vehículos de modelismo es diferente: cuando has construido y pintado una
maqueta, cuando has dedicado horas y horas a darle vida, normalmente te sientes
orgulloso de ella y se crea un vínculo especial que no te permite deshacerte de
ella con facilidad. Conservo casi todos los vehículos y figuras que he pintado
en mi vida, algunos guardados en caja y otros –los acabados sobre los últimos
veinte años– expuestos en estanterías. El modelismo es algo a lo que no he
dicho adiós definitivamente y, tras unos pocos años apartado de este hobby, en
este 2014 estoy intentando volver a coger los pinceles y recuperar la ilusión
por confeccionar esas creaciones a escala ya sea de tanques, naves, casas, soldados
o personajes de películas.
En los últimos años raramente me
he comprado figuras: sendos bustos representando a Peter Cushing y Natalie
Portman en sus respectivos personajes en la saga Star Wars, una figura articulada de La novia cadáver y alguna cosa
más. Son piezas que ya vienen pintadas con mayor o menor detalle y que
simplemente sirven para ser exhibidas: ni se juega con ellas (¡digo yo!) ni
implican una participación activa del comprador para ser acabadas. Un epílogo
para esta entrada nostálgica sobre “muñequitos”: ¡el mes pasado me compré un
click de Playmobil! Leyendo la mencionada revista sobre el aniversario de estos
juguetes, descubrí que en el año 1994 había aparecido la versión click de uno
de mis personajes favoritos: Drácula, y no puede evitar hacerme con él. Lo encontré
fácilmente y a buen precio. Es lo que tiene ser un niño caprichoso…
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