En estas últimas semanas he
abordado por fin una tarea que llevo demorando más tiempo del deseado: intentar
completar el visionado de la filmografía de Ingrid Bergman. No es moco de
pavo, ya que aún me quedaba más de la mitad hasta hace poco, pero he avanzando
bastante. Estas son dos de entre todas esas películas suyas que tenía
pendientes que más me han llamado la atención en estos días. Quedan más por ver…
Un pequeño pueblo que ha conocido
días mejores espera la llegada de una oriunda del lugar (Ingrid Bergman) que se marchó hace
tiempo. Ahora es una viuda millonaria y sus paisanos esperan
que se interese por levantar la maltrecha economía de la localidad. ¿Parece un
remake de Bienvenido, Mr. Marshall?
Para nada: lo cierto es que con La visita del
rencor (1964), su director, Bernhard
Wicki, nos ofrece un melodrama de duros matices bastante más oscuro que
el clásico español, ya que, al poco de comenzar la película, descubrimos que la
acaudalada mujer fue prácticamente expulsada del pueblo tras quedarse
embarazada de su antiguo amante (Anthony Quinn),
que la despechó para poder labrarse así un futuro. La propuesta que la
millonaria hace a los demás a cambio de una generosa donación es que muera este
hombre. A partir de ese momento, la paranoia está asegurada y la tensión va en
aumento mientras el sentenciado empieza a dudar sobre las intenciones de sus
conciudadanos…
No me
digas adiós, que vi seguida de la anterior, nos propone un tono
bien diferente: estamos ante una comedia dramática ambientada en
el siempre eficaz y atractivo París en el que una madura decoradora (Ingrid) es
cortejada por un joven quince años menor que ella (Anthony
Perkins). La mujer tiene una pareja más o menos estable y de su edad, el
apuesto Roger (Yves Montand), pero este la
engaña constantemente y no acaba de formalizar su relación. ¿Cuál es el hombre
que más le conviene? La dirigió Anatole Litvak en 1961.
Dulce y encantadora o fría y maquinadora: son sólo dos muestras de la variedad de registros y de las inmensas dotes interpretativas, de entre su cerca de medio centenar de largometrajes, de aquella mujer extraordinaria que fue Ingrid Bergman, el regalo más grande que Suecia ha hecho al mundo.
Dulce y encantadora o fría y maquinadora: son sólo dos muestras de la variedad de registros y de las inmensas dotes interpretativas, de entre su cerca de medio centenar de largometrajes, de aquella mujer extraordinaria que fue Ingrid Bergman, el regalo más grande que Suecia ha hecho al mundo.
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