Con todo lo que me gusta Roman Polanski, he de admitir que tengo algo
descuidada su filmografía más reciente: de sus trabajos de la última década aún
no he visto ni Oliver Twist ni Un dios salvaje, y sólo consigo acceder La venus de las pieles,
después de que aparezca en formato doméstico. El estreno en España el pasado
mes de enero llevaba la coletilla de “limitado”, tan frecuente como odiosa en
los últimos tiempos. Esto quiere decir que los que no vivimos en una gran
capital y con ello no disponemos de acceso a cines más selectos tenemos
bastante dificultad para ver películas que se alejen un poco del circuito
comercial como es el caso de esta.
El nuevo largometraje del
director polaco es la adaptación al cine de una obra de teatro del autor David Ives quien, a su vez, adapta, por supuesto,
la célebre novela de Sacher-Masoch. Y ante
un juego de realidades y de metalenguajes nos encontramos con esta historia en
la que un director teatral realiza una prueba a una actriz para una versión de La venus de las pieles. La mujer llega
tarde, parece vulgar y malhablada, pero cuando por fin convence al hombre de
que la escuche, éste queda deslumbrado por la pasión con la que interpreta. Pronto se inicia un peligroso juego de seducción y de desafío entre los dos únicos
personajes del film en el que la realidad se mezcla con la ficción de la obra
que recrean a la vez que intuimos que hay algo más en los que estamos viendo, algo
misterioso y ultraterreno.
Sin salir de los confines de un
teatro, prácticamente con su escenario como marco, Polanski logra atraparnos
durante la hora y media que dura la película, por supuesto ayudado por los
actores Mathieu Amalric y la esposa del
director, una Emmanuelle Seigner que ya no
es aquella jovencita que nos encandiló en Frenético
o Lunas de hiel pero que aún mantiene
gran parte de esa sensualidad y descaro habitual en sus personajes más famosos
de antaño. En este duelo actoral en un ámbito escénico limitado parece difícil
no encontrar similitudes con la estupenda La
huella.
Para mí, con La venus de las pieles Ponlanski se reconfirma como uno de los
grandes directores clásicos del cine, de cuya maestría seguimos teniendo la
suerte de poder disfrutar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario