El Hotel St. George, donde me hospedé |
Hace exactamente diez años pude
concederme uno de los pocos y excepcionales “grandes” caprichos que he tenido
en mi vida: una breve estancia en uno de los países del mundo que más me
fascinan: Irlanda. Es una de las dos únicas
veces que he viajado al extranjero, siendo la anterior a Dinamarca y porque
formaba parte de un intercambio estudiantil y me salió gratis.
En aquel ya lejano 2004 llevaba
cierto tiempo trabajando y, aunque el viaje me costó el sueldo de todo un mes,
pude permitirme el “lujo” de pasar un fin de semana en Dublín.
Aunque yo no lo sabía entonces, lo cierto es que me iba a quedar de nuevo si
empleo antes de que acabara el verano, pero, vaya, como se suele decir, “que me
quiten lo bailao”. Además, como motivación extra modifiqué las fechas para
poder acudir a un concierto de una artista que me gustaba bastante en aquella
época: Sheryl Crow y así matar dos pájaros
de un tiro y cumplir a la vez dos sueños. Los días finalmente elegidos fueron
del viernes 25 al lunes 28 de junio; hoy se
cumple pues la década de mi regreso de la Isla Verde.
Aquel día 25 me pegué el madrugón
(¡4 AM!) para llegar a tiempo al Aeropuerto de Manises. El avión despegó
puntual e hizo escala en Madrid y, tras un aburridísimo viaje de 3 horas,
pisamos suelo irlandés. En el Aeropuerto de Dublín me recogió una simpática
chófer que me acercó a mi alojamiento y me sorprendió poder entenderme bastante
bien con ella a pesar de mi pésimo inglés oral. Me iba a instalar en el St. George Hotel, un viejo edificio reformado de
estilo –casualmente– georgiano sito en Parnell
Square, en pleno centro de Dublín y continuación directa de la
famosísima O´Connell Street.
De aquellos cuatro cortos días en
la capital de Irlanda –sobre los que no voy a extenderme demasiado para no
aburrir a nadie– recuerdo sobre todo muchos y largos paseos por la ciudad. Me
hubiese gustado salir a conocer el campo, visitar castillos y cosas similares,
pero el presupuesto no me dio entonces para más y albergo el sueño de poder
volver a aquel país con más tiempo y dinero. Pero, volviendo a mis recorridos
por las calles dublinesas, decir que me gusta ver así los nuevos sitios que
visito. Ir a mi aire y conocer la ciudad a pie, tal y como es y no como me
quieran enseñar los tours y visitas guiadas que te llevan a los monumentos,
museos y lugares más clásicos de cada ciudad.
En el Savoy vi Shrek 2 |
Aquellas largas caminatas
estuvieron parcialmente condicionadas por mi amor a la literatura anglosajona,
ya que pude ver (por fuera) las casas en las que vivieron muchos de los
escritores que admiro, como es el caso de Sheridan
LeFanu o el mismísimo Oscar Wilde. El
hogar juvenil de este último puede visitarse, pero yo fui en sábado y estaba
cerrado. Visité también la famosa zona de pubs y locales de conciertos de Temple Bar, pero no entré en ninguno debido a que
me encontraba demasiado cansado para trasnochar. Dublín es famoso por sus
músicos, y lo cierto es que en las calles encontrabas a muchos de ellos en
solitario o en pareja acompañándose de algún instrumento o cantando a capella, y en general puedo confirmar
que hay gran calidad artística en este sector en la ciudad de Dublín. La única
exposición que visité fue Dublinia, sobre la
época medieval de la ciudad, e incluyendo maquetas a escala y también escenas a
tamaño real con maniquíes, entre otras cosas. También estuve en un complejo de
ocio en el que se exponía la Bram Stoker Dracula
Experience, una especie de “pasaje del terror” centrado por supuesto en
el famoso personaje del conde vampiro. Y visité el edificio
de Correos que presenció el famoso alzamiento de 1916 por parte de los
independentistas irlandeses.
Para cuando llegó el domingo por
la tarde, tenía los pies llenos de bambollas de tanto andar, pero como estaba
solo y no me apetecía quedarme en el hotel, seguí con más largos paseos –ahora algo
masoquistas– mientras llegaba la hora de acudir al concierto de Sheryl Crow en
un gran recinto cerrado cercano al puerto de nombre The
Point Depot (parece ser que una antigua estación ferroviaria reformada).
Empezaba a las 8 de la tarde, pero llegué allí al menos una hora antes para
poder coger sitio. Al final creo que estuve unas 4 horas de pie contando la
espera, el artista invitado y la actuación de la cantante estadounidense. Al
salir del espectáculo parecía un zombie que apenas podía andar, y sólo con gran
fuerza de voluntad conseguí llegar al lejano hotel y acostarme casi sin cenar. Un
cercano comercio Spar me proveía de algunos postres y frutas que llevarme al
hotel.
Sheryl Crow en The Point (Foto: WENN) |
El lunes por la mañana no me
quedaba mucho tiempo para despedirme de Dublín y de su oscuro Río Liffey, ya que tenía que ir al aeropuerto
después de comer. Creo que compré algunos souvenirs y poco más. Comí en una
pizzería que frecuenté durante aquellos días, ya que la comida irlandesa no me
resultaba muy de mi agrado y era algo cara. Aparte de aquel local estuve en una
hamburguesería, y también en un restaurante chino en el que el menú era
bastante diferente a los que vemos por aquí. Además, me fue imposible hacerme
entender con el camarero para que me diera un poco de aceite de oliva para el
pastoso arroz que me puso. ¡Siempre protagonizo alguna divertida anécdota
culinaria en mis viajes!
¿Qué más recuerdo de aquellos
cuatro días, aparte de las largas caminatas? Que llovía de vez en cuando a
pesar de estar en la mejor época del año en aquellas latitudes, aunque eran
precipitaciones cortas y poco molestas, que me metí a un cine llamado Savoy a ver Shrek 2, y que estuve muy tentado de ir a ver
una obra de teatro de Stephen Rea, pero se me salía del presupuesto e incluso
no recuerdo si estaba dentro de mis días de estancia en Dublín. También que me
llevé mi vieja cámara Praktika y que no la saqué de la maleta al final. Tampoco
me apetecía mucho hacer fotos y llevar el aparato colgado del cuello todo el
tiempo. Además, al volver a casa me di cuenta de que el carrete se había roto y
tuve que tirarlo. Creo que no he vuelto a coger esa cámara desde entonces.
Una de las muchas cosas que me
atraía de Dublín era el rodaje en sus calles de una de mis películas favoritas,
Los
Commitments, y tenía bastante ilusión por encontrar algunos de los
exteriores del film. Sólo lo conseguí de regreso al aeropuerto, cuando la
chófer tuvo la amabilidad de desviarse para que viera aquellas enormes fincas
en las que vive el personaje de Bronagh Gallagher y tiene lugar la anécdota del
caballo en el ascensor. Mi conductora me dijo que las habían construido para
familias pobres y que iban a ser derribadas en breve.
El regreso a casa fue un poco
accidentado: el avión llegó con retraso a Madrid y, como consecuencia, perdimos
el otro aparato que nos tenía que haber dejado en Valencia a eso de la
medianoche. La empresa nos pagaba, no obstante, la noche de hotel, pero yo
entraba a trabajar por la mañana y fue un gran fastidio. Además, debido a que
tenía que esperar a que me devolvieran las maletas, perdí el bus que nos tenía
que acercar al hotel. Me dijeron que pasaba otro, pero después de mucho esperar
y pasar calor, decidí coger un taxi que me costó un dineral y que me llevó al
hotel, que estaba muy cerca. Cené, me duché, me acosté y me quedé con la
sensación de no haber dormido cuando tras tres o cuatro horas sonó el
despertador. Aunque llegué a tiempo a casa para entrar a trabajar, decidí pedir
la mañana de permiso para poder descansar.
Espero tener ocasión de volver a
visitar Irlanda de manera más tranquila y holgada y mejor acompañado. Y, por
supuesto, también Escocia, el otro país del que estoy enamorado…
No conozco Dublín ni ningún lugar de Irlanda. Ha sido interesante leer tu artículo recordatorio de ese viaje de hace diez años aunque se trasluce cierta pena por haber viajado poco al extranjero. Lo que me llama la atención es que no tengas facilidad con el inglés oral cuando tengo constancia de que te manejas muy bien en ese idioma cuando lo escribes o lees.
ResponderEliminarPor mi parte he tenido más salidas que tú fuera de España. También es verdad que tengo trabajo fijo desde hace casi 25 años y el vil metal te permite hacer de turista alguna vez que otra. Solamente he ido a ciudades europeas pero ya llevo algunas como estas: un recorrido por Italia con varias ciudades entre las que estaban Roma, Venecia o Florencia, Londres, París un par de veces, varias ciudades portuguesas como Oporto, Coimbra o Lisboa ya que he veraneado muchos años en Galicia y aproveché que está cerca, Amsterdan y La Haya en Holanda, en Suiza he estado en varios sitios y en Alemania en Berlín, además del viaje que acabo de hacer ahora a Budapest. Tengo amigos que han viajado a lugares de todo el mundo. Lo mío es mucho más modesto.
A ver si con suerte puedes ampliar tus dos viajes al extranjero. Siempre es divertido y también instructivo viajar.
Lo cierto es que debido a mi inestable situación económica no he podido viajar mucho. Bueno, ahora ya es estable y simplemente no puedo casi ni salir del pueblo :P
ResponderEliminarCon el inglés sucede que tengo trato a diario con textos, pero raramente lo hablo, así que no te extrañe que me cueste mucho oírlo y hablarlo, aunque tengo que decirte que algunas películas (como "Los cuatro hijos de Adán", que reseñé hace poco) las he visto en VO sin ningún subtítulos y logro entenderlas casi por completo, así que algo voy avanzando.
A mí los países de Europa que más me fascinan y que me gustaría visitar en detalle y con tranquilidad son Irlanda y Escocia. Durante mi viaje a Dinamarca visité fugazmente Malmö (Suecia) y Hamburgo (Alemania). Me gustaría mucho conocer París y Roma, y además tengo el capricho (un tanto morboso, supongo) de visitar las tumbas de Audrey Hepburn (Tolochenaz) e Ingrid Bergman (Estocolmo). Ya veremos si en el futuro mejoran un poco las cosas....
Bueno, creo que no lo sabes pero yo nací en Estocolmo. Mis padres trabajaron allí unos años y se volvieron definitivamente cuando yo tenía cuatro aunque a mí me habían traido antes para que me criaran mis abuelos y tíos. Así que en Suecia ya he estado, :)
ResponderEliminar¡Anda, pues no lo sabía!
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