Norberto Lorenzo "el Teto" (der) junto a sus hermanos en el Pub Lalola el 5-11-2011 (Foto: Javier Calvo) |
Además de un juego de cartas y de un popular
chiste de carácter erótico, “Teto” fue también el sobrenombre de Norberto
Lorenzo Sanz, un destacado guitarrista de mi localidad, Puerto de
Sagunto, Valencia, al que hoy se le
rinde un tributo musical (enlace a Facebook del evento). El Teto nunca fue ni posiblemente será un
artista famoso como lo puedan ser otras personas a las que he homenajeado en
este blog pero, para los músicos del pueblo y para los aficionados a la música
rock, era una pequeña celebridad, un virtuoso que quizá pudo haber llegado más
lejos en su campo, pero al que el demonio del alcohol y quizá las dificultades cotidianas se lo impidieron. Su vida
transcurrió de manera sencilla, como cualquier ciudadano de a pie, trabajando
en un puesto normal y corriente, como les ha podido pasar a muchos de sus
colegas que no han tenido suerte en la música. Pese a ello, su fallecimiento el
pasado año dejó un vacío en el corazón y en la memoria de muchos amigos y
admiradores. A su manera, es ya una leyenda en su pueblo…
Hoy quiero unirme a esta celebración local alrededor de su figura contando unos pocos recuerdos del poco trato que tuve con él… No sé exactamente
en qué momento oí por primera vez hablar del Teto. Supongo que fue a amigos y
gente más mayor que lo habían conocido cuando estaba en su apogeo artístico,
tocando en orquestas y grupos durante los años 70, y siendo telonero de Miguel
Ríos en 1980, cuando el cantante andaluz tocó en el Teatro Romano de Sagunto.
También me dijeron todos que, por desgracia, la bebida había malogrado la
incipiente y prometedora carrera de Norberto. A raíz de mi vinculación con la
Asociación Reencuentro Años 60 y de mi participación en varios grupos de rock
amateurs locales, tengo algunos encuentros ocasionales con Teto. Uno de los
primeros que recuerdo, creo que por el año 1997, es probando sonido una tarde
en la terraza del Casino. Mi amigo Ramón estaba sonorizando su bajo. El
instrumento dio algunos problemas técnicos. Teto estaba abajo, escuchándonos, y
le dijo a Ramón algo así como “Eso, lo que vas a tener que hacer es comprarte
otro”. La observación nos hizo mucha gracia, ya que Ramón acaba de gastarse
todos sus ahorros en ese bajo de segunda mano que le había costado por entonces
150.000 pesetas…
El otro recuerdo más directo que tengo de Teto es sobre un par años
después, cuando ensayaba con mi grupo en los bajos del Triángulo Umbral. Teto y
su mujer aparecieron algunas noches a las tantas de la mañana. La primera vez
que lo hicieron, yo me acababa de ir a casa porque me había puesto enfermo. El
resto del grupo no conocía a Teto y, cuando este se presentó a través de la
ventana, mis compañeros no le dejaron entrar. Me dio un poco de lástima, pero
la mayoría de ellos no eran de la localidad ni sabían quién era. En otra
ocasión, Teto bajó a vernos y nos felicitó, diciendo que lo hacíamos muy bien,
lo cual no era cierto, pero fue muy amable de su parte. Ese mismo día, el otro
guitarrista de mi grupo le dejó la guitarra a Teto y estuvo tocando un rato con
nosotros.
Poco más puedo contar sobre este personaje ya emblemático en la música
local. Lo volví a ver al menos una vez más tocando en directo con sus hermanos
(a Tetín sí que lo conozco más) en la terraza del Casino, pero no puedo decir
que llegara a conocerlo mucho. También nos separaba una generación. Siempre he
recordado con cariño aquella noche en nuestro ensayo y siempre guardaré un
simpático recuerdo de Norberto. D.E.P.
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