Si entendemos que una “adaptación” de un medio a otro –en este caso, de la literatura al cine– es exactamente eso, una transferencia entre dos formas distintas de expresión y presentación que por fuerza ha de sufrir modificaciones, licencias y abreviaciones, que nunca se va a poder comparar enteramente con su fuente original –y, de hecho, no debería hacerse muchas veces–, que es necesario cambiar, transformar, alargar o acortar parte de ésta –es incluso agradecible: de lo contrario se cae en el error de conferir al medio final características del original que pueden no ser apropiadas para éste e incluso destrozarlo–, podemos aceptar la nueva versión fílmica de El Monje, de Matthew G. Lewis dirigida por el alemán Dominik Moll (Le moine) y recién estrenada en nuestro país –coproductor del largometraje junto con Francia– como una “buena” adaptación. Por supuesto, sacrifica gran parte de la trama, personajes y elementos del libro, pero es difícil pensar en una adaptación fiel y exacta a éste –aparte de todo lo expuesto– por lo entramado y complejo que tiene. Posiblemente, sólo una gran superproducción de varias horas de duración –o quizá una mini-serie– podrían hacer justicia a la obra más popular del escritor británico.
Descubrí El Monje a finales de los 80, cuando me estaba enamorando irremisiblemente y de por vida de la literatura… gótica… En realidad, iba a decir “romántica”, que sería más exacto, pero hay tal confusión y desorientación con este término hoy en día que da un poco de miedo usarlo por el error tan nefasto a que puede dar lugar. A menudo se olvida el importante movimiento cultural y político, la filosofía y la postura vitales que fue el Romanticismo, y se tiende a simplificar y reducir a pueriles novelas y películas sentimentales o “de amor” normalmente bastante alejadas del verdadero concepto de aquella tendencia que vivió su esplendor entre finales del siglo XVIII y principios del XIX… Pero, de esto ya hablaré otro día en mayor profundidad…
El libro de Lewis –que encontré en una edición de Bruguera– se convirtió pronto en uno de mis favoritos de aquella época, junto con el Drácula de Stoker y, algo más tardíamente, El Golem de Meyrink (ya un tanto alejado del género y del movimiento romántico, pero con algunas similitudes). De las cuatro novelas góticas consideradas esenciales (las otras tres son Melmoth, el errabundo de Robert Maturin, El castillo de Otranto de Horace Walpole y Los misterios de Udolfo de Ann Radcliffe), es claramente mi favorita. Bien es cierto que la leí hace muchos años (¡más de veinte!) y que mi concepto de ella podría cambiar con una nueva lectura (me ocurrió con Drácula). Es una tarea que quizá emprenda algún día. De hecho, me compré en los primeros 90 una lujosa versión en tapa dura en Valdemar Gótica que continúa intacta en mi biblioteca.
Matthew G. Lewis |
Matthew Gregory Lewis nació el 9 de julio de 1775 en Londres, Inglaterra, en una familia acomodada (su padre tenía posesiones en Jamaica). Compaginó la literatura y el teatro con la política y varios cargos diplomáticos, viajó por toda Europa y se codeó con otros grandes del Romanticismo como los mismísimos Byron y el matrimonio Shelley. Ambrosio, or The Monk fue su primera novela publicada, aunque en la primera edición, de 1795, el nombre del autor no aparecía en la portada. Se reimprimió un año más tarde con gran éxito, aunque no faltaron, por supuesto, críticas y objeciones contra ella –trataba temas como el incesto, la corrupción clerical o la severidad de la Inquisición española–. Una nueva versión en 1798 fue “dulcificada”. Hoy en día, muchos la consideran una de las novelas clave del Romanticismo. Lewis fallecería de fiebre amarilla en 1818, a los 42 años, mientras regresaba a Europa en barco.
Otras versiones fílmicas
Dominik Moll no ha sido, ni mucho menos, el primer cineasta en adaptar a la pantalla El monje: ya en 1972, el curioso director griego Adou Kyrou se propuso llevar al cine la novela de Lewis –fue su último film–, y lo hizo basándose en un guión que firmaban nada menos que Luis Buñuel y Jean-Claude Carrière. Se trató de una coproducción franco-italo-germana que contó con Franco Nero y Nathalie Delon en los principales papeles de Ambrosio y Matilde, y que personalmente vi en televisión (y grabé en VHS) en los primeros 90. Tengo escasos recuerdos de la película; sólo su estética algo simple, pobre y casi monocroma que hizo que no me convenciera demasiado, pero quiero darle una segunda oportunidad ahora que la novela vuelve a estar “de moda”.
Algo parecido puedo decir de El fraile (The Monk, 1990), segunda ocasión en que se intentó llevar a la gran pantalla la obra clásica de Mathew G. Lewis, y cuyo rodaje tuvo lugar esta vez en España y bajo la batuta de Francisco Lara Polop. Coproducida entre nuestro país y el Reino Unido, el reparto estaba encabezado por dos británicos, Paul McGann (aquí con el nombre de Padre Lorenzo) y la siempre exquisita Sophie Ward, que con el pelo a lo chico encarnaba esta vez a la tentadora Matilde. En el papel de Inés encontrábamos a Aitana Sánchez-Gijón. De esta nueva adaptación –que vi directamente en vídeo– tampoco conservo recuerdos claros, aparte de que tampoco consiguió fascinarme. Me propongo también revisarla en breve. ¿Qué mejor momento? (Por cierto, esta cinta circula en formato doméstico con los originales títulos de Seduction of a Priest y The Final Temptation).
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