"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

sábado, 11 de febrero de 2012

¡Felices 50, Sheryl!

Una mujer con un bajo... ¡bufff!
La inclusión, hace algo más de una década, de parte de la discografía inicial de la cantante pop-rock estadounidense Sheryl Crow en mi discoteca debió sorprender sin duda a más de uno de mis amigos y conocidos, pues todos ellos saben de mi predilección por la música rock de los años 50 y 60 y sonidos afines, y de mi poco interés por material de décadas más recientes. De vez en cuando, no obstante, me gusta “explorar”, cambiar un poco de tercio (aunque nunca de una manera muy radical), dar un salto a otros estilos y épocas en busca de nuevas emociones sonoras. Esto resulta a veces en búsquedas infructuosas, de las que no me llevo más que chascos y decepciones, otras que producen grandes hallazgos, y unas pocas que acaban como un placentero viaje de ida y vuelta. Creo que este último podría ser el caso de Sheryl: me gustó su música durante algunos años, acabé perdiendo el interés por otros trabajos suyos posteriores, pero algunos de sus discos permanecerán espero que siempre en un lugar selecto de mi colección y de mi corazón. De hecho, los sigo oyendo con relativa regularidad. He querido aprovechar una fecha tan señalada como su cincuenta cumpleaños para dedicarle un pequeño homenaje.

Ida…
Mi relación con la música de Sheryl Suzanne Crow (Kennett, Missouri, 11 de febrero de 1962) empezó, como siempre, tarde, y mi afición al cine tuvo bastante que ver con ella. Como en el momento en que la artista comenzaba a triunfar internacionalmente y era reconocida con varios premios Grammy yo andaba más interesado en otras músicas más añejas y apenas escuchaba la radio, casi ni presté atención a sus primeros éxitos. Sí recuerdo la aparición de All I Wanna Do o de If It Makes You Happy, pero no fueron canciones que me llamaran especialmente por entonces. Fue, sin embargo, cuando Sheryl grabó Tomorrow Never Dies en 1997 –esta vez sí que la escuché en una emisora– cuando me fijé con más detenimiento en ella: me cautivó su voz algo aniñada, la sensualidad y la torridez de la composición con que se iniciaba la segunda película de Pierce Brosnan para la serie de James Bond, y que jugaba sutilmente con la melodía típica que todos asociamos con el agente. A partir de ahí, ya empecé a prestar algo más de atención a la chica cuando tenía ocasión. No obstante, aún hubo de pasar algún tiempo para que otra película en la que también aparecían canciones suyas me hiciera decidirme a comprar uno de sus álbumes: fue Erin Brokovich, en el año 2001.

La sencilla portada de su segundo CD
Como apenas estaba familiarizado con la discografía de Sheryl, decidí ir a lo seguro y comprar el CD en el que salían las canciones que ya conocía, su segundo trabajo, titulado simplemente con su nombre, Sheryl Crow, publicado originalmente en 1996. A día de hoy, me sigue pareciendo su mejor álbum, y creo que comparto esta opinión con muchos fans de la cantante. En aquel disco me encontré con una serie de cortes que en general me resultaban agradables, grabados con instrumentos más o menos clásicos y sin abuso de todos esos electronismos y distorsiones que me producen tanta aversión. Descubrí también, para mi asombro, el enorme talento de la chica, no sólo como compositora y productora, sino también como instrumentista: guitarra, bajo, piano, armónica, acordeón, teclado… Y es que Sheryl es quizá una de las pocas cantantes modernas que tiene incluso la carrera de música (y un título honorífico de doctora). En resumen: quedé prendado de esta artista tan atípica en mi colección discográfica, principalmente compuesta por músicos varones. También me sorprendió, a medida que iba conociendo más cosas sobre ellas, descubrir su edad, pues la juzgaba bastante joven por su voz y resultó ser más mayor que yo (no había visto fotografías suyas).

Una joven Sheryl a comienzos de los 90
Tras Sheryl Crow me hice con sus demás CDs editados hasta entonces, amén de con canciones sueltas que habían aparecido en formato single o en bandas sonoras de películas y recopilaciones. Primero adquirí The Globe Sessions (1998), que en espíritu es bastante similar al anterior, pero que ya empieza a incluir arreglos más complejos y enrevesados –a mi entender, para peor–, y después su primer álbum, Tuesday Night Music Club (1993), que me parece un disco de sonido un tanto rústico y por limar que incluye una serie de grabaciones algo caóticas en cuya escritura interviene toda la banda original de Sheryl, lo que para mí hace que la mayoría de ellas carezcan de personalidad. Aunque le valió la eterna repudia de sus antiguos amigos, creo que hizo bien en cambiar de músicos y autoproducirse en sus posteriores trabajos.

…y vuelta
C´Mon, C´Mon fue el primer CD de Sheryl Crow que compré en su momento, cuando apareció en 2002. Lo esperaba con interés y, por el contrario, acabó pareciéndome algo decepcionante al descubrir un importante cambio en el sonido de la norteamericana, así como en su imagen: el disco se presentaba repleto de soleadas y coloridas imágenes de la cantante –en algunos casos con terribles retoques digitales– que contrastaban enormemente con esa imagen seria y dura en blanco y negro de sus anteriores álbumes. Las canciones en sí me parecieron algo faltas de inspiración en su mayoría; algunas abusaban demasiado de hastiantes loops de batería y de efectos similares, y en todas ellas Sheryl era acompañada de otros músicos como Lenny Kravitz, Emmylou Haris y hasta de la actriz Gwyneth Paltrow, todos perfectamente respetables, pero por los que no tenía especial interés (al fin y al cabo había comprado un disco de Sheryl Crow). Con los 40 cumplidos y tras años en el “rock para adultos”, daba la impresión de que la mujer quería acercarse ahora a un público más adolescente. Aún con todo, algunas canciones del disco me resultaron al menos aceptables porque ya estaba encariñado con su voz.

Durante la etapa en que se dejó el pelo corto, 1999
The Very Best of Sheryl Crow fue el quinto y último disco (también tengo Sheryl Crow and Friends: Live From Central Park) que compré de la artista. Apareció en 2004 y era, como se puede deducir fácilmente, un recopilatorio de todos sus anteriores trabajos con alguna que otra novedad. Ese mismo año, por cierto, y a raíz de la gira mundial que inició para promocionar el disco, puede ver a la cantante en directo mientras pasaba unas cortas vacaciones en Dublín, una experiencia que recuerdo con mucho agrado, ya que me encantó tener a unos pocos metros a la “verdadera” Sheryl.

En los últimos años, como he adelantado, he ido perdiendo interés por la carrera de la señorita Crow: Wildflower, de 2005  –que sólo escuché descargado– me pareció un disco bastante ñoño y facilón, con alguna canción bonita pero muy lejos de aquella Sheryl rockera, sarcástica y casi chulesca de sus anteriores trabajos. No fui capaz de acabar Detours, de 2008, y apenas me he acercado a su últimos trabajos (Home for Christmas, Summer Day, 100 Miles from Memphis…), pues no reconozco en ellos el estilo y el sonido que una vez lograran atraparme. ¿Por qué cambian los artistas musicales a veces tan drásticamente? Sería muy fácil aducirlo a razones comerciales, a querer acercarse a una mayor cantidad de público, pero supongo que a veces también es algo normal en el ser humano: nos transformamos con la edad, nuestros intereses evolucionan, nos apetece explorar otros campos… No he dado la espalda a Sheryl Crow ni reniego de ella; es incluso posible que algún día retome mi interés por su música, pero, hoy por hoy, sus más recientes trabajos no consiguen llenarme ni motivarme. Me sigue cayendo muy bien, estoy al día de algunas noticias referentes a ella, y me sigue pareciendo una mujer admirable en todos los sentidos (se conserva envidiablemente para tener medio siglo, otra cuestión es saber si lo ha hecho de una manera natural). Parece también una artista muy implicada en cuestiones ecológicas y humanitarias, lo que a mí parecer la hace notable si es que esa actitud es honesta.

Selección musical
¡Espléndida con medio siglo!
De Sheryl Crow me llamó en un principio su vena más rockera. Es toda una rareza ver a una mujer con garra y ritmo en el panorama musical moderno (y antiguo): sea por lo que sea, parece más normal que las féminas se dediquen a la música ligera y al pop descafeinado, así que algunos de los temas de la cantante que más me gustaron al principio fueron los más marchosos y moviditos: Hard to Make a Stand, Everyday Is a Winding Road, A Change Would Do You Good, It Don´t Hurt, Anything But Down, su versión de Behind Blue Eyes o incluso Steve McQueen (¡a pesar de los loops!). Me resulta irresistible una mujer con una guitarra eléctrica (¡más aún con un bajo!) que sabe alternar su lado sensual con otro más duro y cínico y que puede gritar y desgarrar su voz en momentos acertados, pero también cantar con dulzura. Pero la Sheryl más tranquila, aquella con canciones más íntimas, también me subyugó ya desde que descubriera Home –una de mis favoritas de siempre–, My Favorite Mistake, Crash and Burn, la menos conocida In Need o Strong Enough y I Shall Believe –estas dos, para mí, de lo mejor con diferencia de su primer álbum–. Una grandísima y gratísima sorpresa fue escuchar su original versión de Begin the Beguine para la película de 2004 De-Lovely, para la que los arreglistas del film tuvieron el acierto de adaptar el clásico tema de Cole Porter al estilo de la artista.

Me resulta complicado elegir sólo unas pocas canciones de ella como muestra de su carrera, pero van a ser estas:
* Tomorrow Never Dies
Al fin y al cabo, la canción que me hizo interesarme por ella.


* Hard to Make a Stand
De su segundo CD; la Sheryl más sarcástica, divertida y marchosa. Directo de 1996.

* Home
También del álbum Sheryl Crow de 1996. La Sheryl más íntima y emotiva.
  
* Begin the Beguine
Preciosa y original versión del clásico de Cole Porter.

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