La segunda obra literaria y fílmica que repasaré esta semana fue producto de la pluma del neoyorquino Guy Endore (1900-1970), pseudónimo de Samuel Goldstein y, aunque parece ser que inspiró en mayor o menor medida largometrajes clásicos sobre el tema de la licantropía como El lobo humano (1935), El hombre lobo (1941) y La leyenda del hombre lobo (1975), sólo ha dado pie directamente a una película que la adapta al celuloide: La maldición del hombre lobo (The Curse of the Werewolf), dirigida por ese maestro del terror que fue Terence Fisher en 1962.
En esta ocasión sí que me ha sido posible encontrar la novela traducida al castellano: la labor la realizó la editorial Jaguar en 2004, y aunque parece ser que la empresa ya lo ha descatalogado, todavía es relativamente fácil dar con él. De nuevo nos encontramos con una novela fácil de leer y amena, pese a estar marcada por la tragedia y el patetismo de su protagonista, el hombre lobo Bertrand. Aunque con alguna reminiscencia lejana a la novela gótica clásica, es bastante más explícita que aquella en algunos pasajes macabros e incluso sexuales, pero sin caer en lo soez y falto de tacto de algunas obras de terror actuales. Bertrand nace fruto de la violación de una joven sirvienta por parte de un clérigo depravado. Viene al mundo el día de Navidad, lo que según nos cuenta Guy Endore, conlleva la maldición licántropa de la que será víctima el niño una vez que, algo más crecido, pruebe fortuitamente la sangre de un animal. A partir de entonces, su tío adoptivo, Aymar Galliez, comenzará a observar síntomas de la extraña naturaleza de su ahijado e intentará someter a la bestia interior por medio de duros castigos y alimentándolo con carne cruda. Bertrand acabará finalmente dando rienda suelta a sus instintos y matando a una persona, lo que le lleva a huir a París, en plena Guerra Franco-Prusiana (1870-71), y a entrar en el ejército. Aymar le seguirá a la capital intentando dar con él a través de las pistas que deja con sus crímenes con la intención de hacerlo prender. Mientras tanto, el licántropo se ha enamorado de una chica de la alta sociedad que le corresponde y que le aparta de su senda asesina sacrificando su propia sangre, de la que Bertrand se vale diariamente para saciar su sed.
Añadir, por último, que la relación de Guy Endore con el celuloide fantástico no se limita a la película mencionada, puesto que también fue guionista en Hollywood durante buena parte de su vida y escribió o colaboró en los guiones de films como La marca del vampiro (1935), El cuervo (1935), Muñecos infernales (1936), Las manos de Orlac (1935) o Las aventuras de Simbad (1963) entre otros, normalmente con el pseudónimo de Harry Relis.
Hubo un tiempo y a partir de haber descubierto "2001, una odisea en el espacio" que me interesé por los libros en los que están basadas muchas películas. He desistido de ello pues me considero más cinéfilo que lector y después de la lectura quedaba decepcionado. Soy animal de imagen.
ResponderEliminarBueno, concretamente ese libro -2001- fue "paralelo" a la película, no dio lugar a ella.
ResponderEliminarYo por fortuna compatibilizo mis muchos "vicios". El libro de Jennie me interesaba muchísimo sobre todo para ver si aclaraba mejor el tema de ella: qué es, de dónde viene y por qué... En realidad todavía resulta más confuso que la película. No lo contaré por si alguien aún no la ha visto, pero el final es diferente
No he leído el libro de Guy Endore aunque conocía su existencia. De los monstruos clásicos del terror (El hombre lobo, Dracula, Frankenstein, La momia, El fantasma de la ópera o El hombre invisible), creo que el hombre lobo es el que menos antecedentes literarios tenía antes de sus primeras apariciones cinematográficas.
ResponderEliminarEs sabido que tanto los primeros Drácula y Frankenstein, los de la Universal, parten de las adaptaciones teatrales de las novelas de Bram Stoker y Mary Shelley. Así como que el hombre invisible está basado en la novela de H.G.Wells. Todas esas las he leído pero nunca me he puesto con el libro que aquí comentas.
Me gusta tu reseña y son interesantes estas entradas que estás dedicando a libros y cine. A mí siempre me ha parecido muy complementario el ver las pelis y también leer sus originales literarios. No soy de los que se cabrean por las diferencias entre unos y otros. No soy nada purista para eso.
Muchas veces ver la película me lleva al libro o viceversa, una cosa me lleva a la otra y siempre me gusta comparar, para comprobar como han adaptado el libro y así disfrutar más de lo que me están contando en imágenes y textos.
Estamos pues de acuerdo en complementar unos con otros. Siempre encuentras perspectivas diferentes y respuestas a muchas dudas -en el caso de leer el libro después de la película-, o el placer de ver visualizada una novela, lo que para mí, en casos como el de "El Señor de los Anillos", es incluso más interesante que el original literario.
ResponderEliminar