Indiscutiblemente una de
las comedias más importantes de la Historia del Cine y quizás el largometraje
más conocido de su director, el genial Charles Chaplin, El Gran Dictador es una despiadada sátira contras
las figuras de Adolf Hitler y Benito Mussolini y, por extensión, contra el
fascismo, las dictaduras, la intolerancia y el abuso de poder. Aun así, ni el
mismo Chaplin imaginaba hasta dónde llegarían la megalomanía y la crueldad de
los dos citados dirigentes: la película reseñada se estrena en 1940, cuando la
II Guerra Mundial iba por su primer año y, cuando el conflicto término un
lustro después, el director británico quedaría pasmado junto con el resto del
mundo civilizado al conocer los detalles y datos sobre el exterminio judío y
las enormes bajas causadas por la letal contienda, hasta el punto de afirmar
que, de haber conocido todo esto, se hubiera planteado la película de otra
forma.
Pero, tampoco nos
engañemos: entre las amables escenas del barbero judío (Chaplin) y su amada (Paulette Goddard,
esposa real por aquel entonces del actor), disimulado tras los disparates del
ridículo Astolfo Hynkel (también interpretado por Chaplin en un doble papel) y
disfrazado con gags cómicos y un desmedido humor, hay una
advertencia terrible sobre un peligro que ya en aquella época se había hecho
real. Las risas esconden dolor y sufrimiento, la comedia se confunde con la tragedia;
Chaplin presenta al mundo libre (EE.UU., México e Inglaterra) lo que parece un
mero entretenimiento pero es en realidad una lección de humanidad y un mensaje
de alerta. Mi impresión es que pasó más bien desapercibido, ya que su propio
país de adopción no tomó cartas en el asunto (es decir, la guerra en Europa)
hasta que él mismo fue atacado por Japón.
En España la película no
llegó hasta que nuestro particular “gran dictador” falleció y se derribaron las
barreras culturales y políticas y terminaron cuatro décadas de represión
social: se estrenaba en cines más de treinta años después que en el resto del
mundo.
Tiene una la impresión de
que ese largo mensaje final con el que termina El Gran Dictador, abogando por la paz
y el hermanamiento entre los hombres, todavía sigue muy vigente y desatendido tanto
tiempo después; de que las cosas –salvando las distancias– continúan de manera muy
parecida en algunos aspectos. Claro que igual peco de alarmista y de pesimista.
Espero que sí…
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