Candilejas (Limelight,
1952) es el antepenúltimo film del maestro Charles Chaplin, y
en él abandona su habitual registro cómico para cambiarse al melodrama,
presentado, no obstante, con un tono amable y esperanzador. Cuenta una historia
tan sencilla como bonita: la de dos personas en extremos opuestos de la vida
que acaban entablando una entrañable amistad: Chaplin es Calvero, un viejo payaso
que otrora fue muy famoso, pero que ahora está en horas bajas, no encuentra
trabajo, se ha refugiado en el alcoholismo y está enfermo del corazón; Terry
(interpretada por una encantadora Claire Bloom) es una joven bailarina de ballet que está en un momento desesperado, y a la que Calvero rescata del suicidio. A partir
de ahí, se inicia una maravillosa relación entre ambos: Calvero encuentra en el
cuidado Terry una luz y una razón para vivir, y para Terry, el veterano cómico
se convierte en un mentor y también en un apoyo anímico para seguir adelante y
luchar por su carrera.
Imposible no destacar la
escena que Charles Chaplin comparte con el mismísimo Buster Keaton. Se le
ponen a uno los pelos de punta al ver a dos de los más grandes cómicos del Cine
juntos.
Personalmente, siempre me
he debatido entre esta película y El Gran
Dictador a la hora de decidirme por mi favorita del director británico,
pero realmente es que ninguno de sus once largometrajes tiene desperdicio.
Continúo, pues, con ese ciclo Chaplin que hacía tiempo que llevaba demorando y
que en realidad me apetecía mucho ver de nuevo, aunque no lo estoy haciendo
siguiendo un orden cronológico según el estreno de sus obras, sino basándome en
aquellas que tengo más a mano en primer lugar.
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