Película
con la que inicio la temporada fílmica 2015, y a mi entender con muy buen pie,
pues he salido bastante impresionado de ver Corazones de acero. En
este su quinto largometraje, el director y también guionista David Ayer nos
traslada a un escenario que me fascina tanto como es la II Guerra Mundial, y
concretamente a sus últimas semanas en Europa, en abril de 1945, cuando los
ejércitos aliados han penetrado ya en una desesperada y perdida Alemania. En
concreto, seguiremos las andanzas de la tripulación de un tanque Sherman
estadounidense, cuatro curtidos veteranos a los que se les unirá un joven
novato para sustituir a un tripulante fallecido. Será principalmente a través
de los ojos de este recluta que descubriremos los muchos horrores de una guerra
que se ha alargado más de la cuenta y ha desesperanzado y deshumanizado a sus
combatientes hasta el punto de que matan a sus enemigos a sangre fría, sin
remordimientos ni conciencia. Pero, entre tanta muerte y miseria, Ayer
permitirá tanto a dicho personaje como al espectador algún momento de tregua en el
que descubriremos que aún existe el civismo y el respeto entre algunos de estos
luchadores.
El
reparto principal lo componen Shia LaBeouf, Logan Lerman, Michael Peña y Jon Bernthal,
liderados por un estupendo Brad Pitt que parece tener un pacto con el diablo
para mantenerse joven y que encarna a un sargento duro y violento que, sin
embargo, esconde un gran corazón, una suerte de versión actualizada de ese
arquetipo del cine bélico que antaño interpretaran actores tan inolvidables
como Lee Marvin o Ernest Borgnine.
Lo
que más miedo me daba de esta película era el “americanismo”, esa abusiva
incorrección política absolutamente falta de objetividad y rigor con la que nos obsequian las más de las veces los
directores estadounidenses para que entendamos bien lo grande e importante que
fue su país en un conflicto que parecen empeñados en haber ganado ellos solos.
Me alegra decir que este terrible hándicap en muchas películas de la II GM está
bastante comedido en esta que reseño, y Ayer nos demuestra que hay tanto
alemanes con buenos sentimientos como americanos mezquinos y crueles. Miedo me
da pensar lo que hubiera sido esta película de haberla realizado Spielberg.
Destacar,
por último, el impresionante realismo en los combates –como ese enfrentamiento
entre un Tiger y el pelotón de Shermans– que permiten los modernos efectos
especiales, utilizados inteligentemente en el film para que la historia resulte
más veraz y sobrecogedora, pero no de manera que roben el protagonismo a los
actores y a un argumento atractivo.
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