“Es que
los juegos tipo Doom no me gustan”. Fue mi primera reacción cuando un amigo
me quiso enseñar, hacia finales de 1999 o principios de 2000, el videojuego
para Playstation Medal of Honor. Lo publicaba
Electronic Arts y había sido diseñado por la Dreamworks de Spielberg. El
mismísimo “Rey Midas” de Hollywood había concebido el argumento, sin lugar a
dudas inspirado por el éxito de su más reciente largometraje en aquel momento: Salvar al soldado Ryan. Curiosamente, la
serie a la que dio origen este título infográfico iba a convertirse en una de
mis favoritas y esenciales en esta mi “segunda juventud” con los juegos
electrónicos, que precisamente había comenzado por aquellas fechas con la
adquisición de la consola citada unas líneas atrás.
Un
juego a contracorriente
Desde entonces, he tenido prácticamente todas
las continuaciones de este en su tiempo original videojuego, y fue tal porque,
en un momento en que los shooters en
primera persona nos trasladaban casi invariablemente a ambientes futuristas y
de ciencia ficción –como el ya citado Doom–,
Medal of Honor nos transportaba, por
el contrario, al pasado, a la siempre evocadora y fascinante época de la II Guerra Mundial. Nos metía en la piel de un
oficial estadounidense que trabajaba para la OSS (futura CIA) que debía cumplir
varias misiones de infiltración y sabotaje tras las líneas enemigas y
enfrentarse a los soldados del III Reich. En algunos momentos, debíamos
simplemente liarnos a tiros con el ejército alemán, en otros, teníamos que
disfrazarnos e intentar pasar entre los nazis como uno de ellos. La
perspectiva, como ya he adelantado, era en primera
persona: sólo veíamos las manos del personaje, ya fuese empuñando un
arma u otra o enseñando pases. En pantalla se nos mostraban cosas como la
munición disponible, una brújula para orientarnos o la salud, representada por
un círculo que se iba vaciando y que debíamos rellenar mediante cantimploras y
botiquines que íbamos encontrando.
Imágenes de Medal of Honor (izq.) y su primera secuela, Underground (centro y der.), de 1999 y 2000 respectivamente. |
En el juego recorríamos bosques, cuarteles,
instalaciones industriales, etc, etc, en general estructuradas en “pasillos”
que limitaban y encauzaban nuestro movimiento. De hecho, el personaje no podía
siquiera saltar pequeños obstáculos. Existía también un modo con pantalla
dividida para que pudieran enfrentarse entre sí dos jugadores. A la originalidad
de su ambientación –en aquellos años, toda una rareza–, a Medal of Honor hay que reconocerle otros aciertos como una banda sonora creada enteramente con orquesta, como
si de una película se tratara; algo que fue también verdaderamente novedoso en
unos tiempos en que casi todos los videojuegos estaban musicados
electrónicamente. Por reprocharle algo, de este título me quejaré de cierto
regustillo “patriótico” (¡estamos hablando de un producto de Steven Spieberg!),
ilustrado a menudo con una serie de mensajes y citas ensalzando el valor del
soldado e ideas similares. Medal of Honor tuvo un gran éxito y abrió el camino para los
muchos juegos ambientados en la II Guerra Mundial que luego le seguirían, como
las series Call of Duty, Brothers in Arms, Battlefield y tantos más…
Las –muchísimas–
secuelas
Tan sólo un año después, en 2000, aparecía la continuación del título que
destacamos: Medal
of Honor: Underground, en mi opinión, incluso todavía mejor que el
primero. Seguía una línea parecida, pero tenía dos importantes diferencias con
su antecesor y con todo el resto de la serie: era la única entrega de esta en
la que llevábamos a un personaje que no era estadounidense y que, además, era
femenino: una luchadora de la resistencia francesa
(ningún protagonista se repetirá en las sucesivas secuelas de la franquicia y
todos menos el de la segunda serán militares de EE.UU.) En realidad, es obvio
que es algo que apenas se puede apreciar en un shooter en primera persona, si exceptuamos alguna misión como
aquella en la que la chica se hacía pasar por fotógrafa y los soldados alemanes
estaban lanzándole piropos continuamente.
A destacar en esta segunda parte de la serie dos escenarios impresionantes:
aquel en el que te infiltrabas en el mismísimo Castillo
de Wewelsburg, y una misión extra compuesta por tres episodios a la que
podías acceder tras acabarte el juego, y en los que te enfrentabas a un científico
loco que liberaba contra ti perros bípedos, armaduras animadas, zombies
explosivos y muñecos gigantes de hojalata…. ¡Divertidísima!
El siguiente capítulo de la serie que yo tuve (luego hablaremos de los de
PC) aparece ya para la siguiente generación de consolas: Xbox, GameCube y, en
mi caso, Playstation 2. De hecho, fue uno de los primeros juegos que tuve para
esta consola, allá por junio de 2002. Su título era esta vez Frontline,
y se centraba en la Operación Market-Garden (aunque nos transportaba desde Francia
a Alemania). Aunque impresionado por las nuevas posibilidades gráficas de la
máquina de Sony, y en general agradado por el videojuego, he de decir que me
frustró un poco el difícil manejo del punto de mira que se usaba para disparar a
los objetivos enemigos, bastante complicado de cuadrar con precisión. Por
fortuna, esta deficiencia técnica se solventó en posteriores entregas de la
saga.
Las ediciones para PC a partir de 2002 empiezan a incorporar a la saga opciones como manejar vehículos o formar parte de un pelotón. |
Hasta principios de 2003 no había podido tener aún mi propio ordenador
personal. Cuando lo hago para esas fechas adquiero, por supuesto, la entrega
para PC –Allied
Assault, que ya
había aparecido el año anterior– en un pack que lleva también su primera
expansión, Spearhead,
y la banda sonora. Poco después me hago con otro módulo para la versión de PC: Breakthrough,
y todos ellos confirman mi admiración por la saga llevándome a nuevos
escenarios del conflicto bélico que asoló al mundo entre 1939 y 1945: el Paso
de Kasserine, las Ardenas, Monte Cassino y Monte Battaglia y muchos otras
batallas clásicas de la II Guerra Mundial. Por desgracia, y seguramente debido
a mi ineptitud informática, no consigo jugar a una expansión descargable realizada
en nuestro país que utiliza el motor y el juego base de PC para ambientarnos en
la propia Guerra Civil Española. Es una asignatura que aún tengo pendiente.
También a partir de estas versiones para ordenadores domésticos se empiezan a
introducir en la serie otras modalidades de juego que nos permiten viajar en
vehículos de combate, ya sea en calidad de conductor, de artillero, o de ambos, y hasta formar parte de un pelotón.
Arena y cal
La saga creada por Spielberg continúa en Playstation 2 con tres juegos más:
Rising Sun
(2003) nos traslada por primera vez al teatro de operaciones asiático y nos
enfrenta a las temibles topas japonesas. Es indiscutiblemente el peor título de
la franquicia, con terribles deficiencias técnicas y tan decepcionante que es el
único de todos los Medal of Honor que
sólo he jugado una vez. Ni misiones tan sugerentes como Pearl Harbor, Manila o
Guadalcanal consiguen cautivarme. El batacazo de esta entrega es tan grande que
una secuela que se había concebido acaba siendo anulada. Por fortuna,
Electronic Arts se redime de su desatino con el estupendo Allied Assault, el segundo título
para PS2 de los tres que habíamos adelantado, y que llega a las tiendas en 2005. Dos años
más tarde aparece Vanguard, algo inferior en calidad al anterior pero que, a
pesar de un comienzo un tanto flojo, ofrece algunas misiones interesantes hacia su
segunda mitad.
Por supuesto, como hemos visto, la gama no se limita sólo a la consola de
Sony: en 2004 aparece para PC Pacific Assault, que también adquiero, aunque
me encuentro con que mi ordenador no puede reproducirlo en condiciones debido a
sus prestaciones. El juego queda aparcado durante años y lo cierto es que aún lo tengo pendiente
por ahí. Otros títulos
para otros soportes que aparecen en la primera década del siglo XXI son Medal of Honor:
Infiltrator (Game Boy Advance, 2003), Medal of Honor: Heroes (PlayStation
Portable, 2006) y Medal of Honor: Heroes 2 (Wii y PlayStation Portable, 2007). Por
supuesto, muchos de los productos previamente citados para Playtastion aparecen también para
otros aparatos de la competencia.
Entre los primeros juegos que se publican para la recién comercializada
Playstation 3 en 2007 está Medal of Honor: Airborne, con el que la saga salta
a la que, de momento, es la última generación de consolas. Yo lo adquiero al
año siguiente de segunda mano. Es exactamente mi segundo juego para la nueva
máquina, y para mí mantiene el nivel en general de esta serie de la que soy gran
entusiasta. Una novedad específica de esta entrega es que llegas a los
escenarios saltando en paracaídas desde un avión, y que puedes elegir el punto
en el que caes. Hace tiempo que se acabaron en Medal of Honor los encorsetados mapas “pasilleros” en los que prácticamente
tenías que seguir un camino lineal y exacto impuesto por las limitaciones
técnicas de las anteriores consolas: en las últimas entregas de la serie, hay
mucha mayor flexibilidad y libertad a la hora de mover a nuestro personaje y no
debes necesariamente seguir los objetivos de cada misión en un orden estricto.
El título incorpora algunas novedades como la posibilidad de mejorar las armas
y, como manda la moda, la opción de jugar online. Además, las nuevas
posibilidades gráficas de la PS3 mejoran obviamente el apartado visual. ¡Qué
diferencia con aquellos primeros Medal
de 1999 y 2000!
Cambio de tercio y
resumen
Hace ahora dos años aparecía la primera entrega de la serie que no me iba a
comprar; la razón es sencilla: debido al éxito de otros títulos de compañías
rivales como Call of Duty: Modern Warfare,
la franquicia de Electronic Arts decide por primera vez en la trayectoria de Medal of Honor cambiar su ambientación
histórica, trasladándola a la más reciente y todavía activa Guerra de Afganistán. Para mí supone toda una
decepción, ya que no me interesan demasiado los videojuegos que se ambientan en conflictos modernos. Me parece, además, una renuncia un tanto deshonesta por parte
de los creadores de MoH al espíritu e
ideas originales de la saga, aunque entiendo que se adapten a lo que vende y
está de moda. En cualquier caso, por estos motivos, decido no adquirir esta
nueva entrega de la serie, que por cierto no lleva más título que el genérico
de toda ella: Medal of Honor. La
secuela está prevista para estas mismas fechas (finales de octubre de 2012) y
se llama Warfighter,
pero, en principio, no llevo idea de jugar a estos juegos, a no ser que los
llegue a alquilar o los encuentre a precios irrisorios. Ha sido todo un golpe
para un seguidor de la franquicia desde sus comienzos y lamento que no nos devuelvan
a su entorno original en los primeros años 40 del siglo XX. Batallas y
escenarios hay muchos si no se limitan a aquellos protagonizados por tropas
estadounidenses. ¡Y tampoco estaría mal alguno en la Guerra Civil Española o incluso
en la I Guerra Mundial!
Pantallas de algunos de los últimos Medal of Honor (Vanguard, Airborne y MoH 2010), en los que se pueden apreciar claramente los obvios avances infográficos con respecto a sus antecesores |
Los Medal of Honor, próximos a
cumplir, si habéis llevado la cuenta, trece años de historia y catorce
entregas, han sido de gran relevancia en mi faceta de videojugador desde que
volví a este divertimento hacia 1999. Aunque han aparecido otros productos
claramente inspirados en ellos y los he probado casi todos, no me han marcado
tanto ni me han gustado como ellos. Por ejemplo, he jugado a casi todos los Call of Duty y, a pesar de que nos
trasladan a ambientes mucho más variados que los Medal dentro de la II Guerra Mundial (por ejemplo, un escenario que
me fascina tanto como Stalingrado), no me han acabado de cuajar del todo porque
tienen mecánicas y elementos muy diferentes a los de sus competidores de EA, y
quizá estoy demasiado acostumbrados a los de estos últimos: por ejemplo, me
agobia visualmente el exceso de iconos mostrando las posibles acciones que el
personaje puede realizar y que para mí le quitan realismo al juego, o el
sistema de salud en el que, si te escondes cuando te están hiriendo, te
recuperas completamente. Tampoco me gusta el hecho de tener que jugar dentro de
una escuadra de soldados a los que tienes que seguir (¡incluso cuando tú estás
al mando!) y que a menudo arruinan las misiones de sigilo o ataques ventajosos.
Es cierto que algunos de estos elementos también fueron introducidos –temporal
o definitivamente– en la saga Medal of
Honor. La verdad es que echa uno de menos los tiempos en que iba él solo a
lo largo de toda la aventura enfrentándose a todos los enemigos y sin
compañeros a los que acompañar o liderar, aunque esto se hiciera por
restricciones técnicas y sea, en este caso, más verídico que un soldado no
combata sin ayuda. Otra impresión negativa que tengo de los Call of Duty es la de que muchas veces
estás limitándote a ver un largo vídeo en el que apenas tienes iniciativa ni
independencia. Es lo que pasó con el último de ellos al que jugué, el ya citado
Modern Warfare, en el que
prácticamente me limitaba a seguir a mi grupo, a obedecer sus órdenes, y a acabar
con los pocos enemigos que me dejaban.
El tirón que tuvo la II Guerra Mundial en los videojuegos parece que ha
cesado por el momento. La versión remozada de Sniper Elite que salió este año –y que espero poder adquirir
pronto– es uno de los pocos títulos que nos devuelven a la guerra de Hitler y
compañía. Pero, como todo es cíclico, no me extrañaría que pronto se volviera a
poner de moda el conflicto en el mundo infográfico y comenzaran a aparecer
nuevos títulos que nos permitan manejar otra vez la clásica MP-40 y demás
viejas armas de aquella época que la seguridad de la distancia nos permite ver
hasta con un cierto halo de romanticismo…
Yo aún recuerdo el primer MOH para PC (el único que he jugado). La escena del desembarco de Normandía me puso los pelos de punta más que cualquier película bélica que haya podido ver...
ResponderEliminar¡Es que te freían a tiros! Menos mal que te podías grabar en cualquier punto, porque si no, era imposible avanzar....
ResponderEliminarEl desembarco en PS2 era más fácil, pero a cambio sólo podías volver a comenzar en ciertos checkpoints si te mataban...