Tengo que admitir que nunca he sido muy ducho
en cine ruso, ni antiguo, ni moderno. Por un lado, tiendo a pensar que la
sensibilidad y temáticas de las películas de esta nacionalidad no son las que
más se adaptan a mis gustos; por otro, simplemente, no tengo demasiadas ocasiones
de “arriesgarme” ni siquiera a ver cintas de aquel país, ya que muchas de ellas no se
acercan ni remotamente a los circuitos cinematográficos, ni siquiera
domésticos, habituales en España. Sin embargo, de vez en cuando se lleva uno
sorpresas como este largometraje de 2009, Leningrado,
que descubrí directamente en alquiler y me gustó tanto que hasta acabé
finalmente adquiriéndola en DVD. También es cierto que es un producto con clara
proyección internacional, con un destacable presupuesto y un elenco de actores principales
de reconocida fama mundial; probablemente, no una película rusa más estándar.
El film toma como base, por supuesto, el
terrible asedio al que estuvo sometida esta localidad soviética durante dos años y
medio entre 1941 y 1944: para evitar tener que capturar la ciudad y hacerse cargo
de su extensa población de tres millones de habitantes, el ejército alemán –con
la ayuda del finlandés– decidió simplemente sitiarla y dejar a sus pobladores
morir de hambre y de frío. Las gentes de Leningrado resistieron sin apenas
alimentos durante 900 días valiéndose de todos los recursos que pudieron sacar:
desde comerse a los animales de la ciudad hasta recurrir a la antropofagia,
pasando por la ingestión de maderas, papeles y cuantas sustancias
pseudo-alimenticias tenían a mano. Se calcula que cerca de la mitad de la
población de la ciudad pereció durante el largo asedio, aunque el número
reconocido oficialmente fue menor.
En este contexto histórico, el director Aleksandr Buravsky nos presenta una película dura,
verídica, que muestra la tragedia que fue el cerco de la urbe sin caer en el
sentimentalismo facilón a lo Spielberg. Se trata de una coproducción con el
Reino Unido que no se centra en las secuencias de acción bélica (hay muy pocas)
sino en el drama humano protagonizado por una serie de personajes que quedan
encerrados en la ciudad, principalmente el de la periodista británica a la que
encarna Mira Sorvino, el de la joven
miliciana interpretada por Olga Sutulova y el del muchacho enfermo al que da
vida Vadim Loginov. El reparto lo completan Gabriel Byrne como el colega y amigo de la periodista
y el impecable Armin Mueller-Stahl, habitual
en cintas de la II Guerra Mundial, aunque normalmente en el bando contrario
(aquí hace de general alemán).
Siento una enorme admiración por el pueblo
soviético de la época que retrata la película, que tuvo que soportar a dos de
los monstruos más grades del siglo XX: Hitler y Stalin.
Enlaces
de interés:
Impresionante montaje fotográfico de imágenes
de Leningrado durante el asedio y en 2009 partiendo de los mismos lugares y
perspectivas.
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