Tras considerarlo durante algunos días, me decido
por fin a ver la última película de Fernando Trueba, La reina de España, más que nada por el buen
recuerdo que tengo de su predecesora, La
niña de tus ojos, que sin entusiasmarme me resultó entretenida (de hecho,
la volví a verla el día de antes de ir al cine para refrescarme la memoria). La
impresión con que salgo de la secuela es más o menos similar: una cinta con la
que se pasa el rato que te hace aflorar alguna sonrisa puntual y de la que me
gusta la recreación del Madrid de los años 50 y la ambientación en los estudios
y rodajes cinematográficos de la época. Me reencuentro también con un tipo de
cine que ya casi no se hace, un cine español al que hasta podríamos llamar ya
clásico que me remite a mis visitas a las viejas salas de hace dos o tres
décadas. Ciertamente la comedia de Trueba tiene poco con ver con la comedia que se rueda en España en los últimos tiempos, que mayoritariamente me
parece insufrible y de la que en general suelo huir. De los directores nacionales
ya largamente consagrados del país y todavía en activo, este madrileño es el
que tiene para mí una de las filmografías más atractivas, pues Garci me resulta aburrido,
y a Almodóvar lo detesto directamente, y otros realizadores de los que era
seguidor, como es el caso de Gonzalo Suárez, llevan mucho tiempo sin estrenar
nada.
Interesante también reencontrarse con toda una
serie de actores a los que no veía desde hacía mucho tiempo, como pueda ser el
caso de Antonio Resines, Neus Asensi, Jorge Sanz, Jesús Bonilla, Loles León o
María Rosa Sardá, todos ellos veteranos de la escena y de la pantalla. Penélope
Cruz es una actriz que me llama menos, pero que me parece correcta en la cinta,
y sólo he de lamentar la presencia de Santiago Segura, en mi discutible opinión un histrión
de dudoso talento que ha hecho más daño al cine patrio que otra cosa rescatando
un género que costó mucho erradicar como es el de la españolada. A mencionar la
presencia en papeles secundarios de varios actores extranjeros como Clive
Revill, Cary Elwes y Mandy Patinkin (curiosamente, dos artistas a los que
descubrí en la misma cinta, ahora que caigo: La princesa prometida), y no dejaré de destacar la clara crítica al franquismo que hace el director, que obviamente ha molestado a más de un sector retrógrado de esos que aún perviven en nuestro país dando coletazos.
Terminaré esta breve reseña lamentando el triste
boicot que, según veo, se ha iniciado contra Trueba a raíz de unas
declaraciones que hizo (y sacadas de contexto) en las que decía que no se sentía español. Es vergonzoso que se haga esto y se tolere a un
delincuente probado como Almodóvar, por no hablar ya de la banda de mangantes
que nos gobierna, y que el pueblo parece reelegir una y otra vez. En la web
IMDB, el archivo cinematográfico más importante de internet, de las 218
valoraciones que tiene la película a día de hoy, 102 le han puesto un 1, algo
que se ha hecho claramente por puro despecho y seguramente por gente que ni ha ido
a verla (tampoco me parece sincero que le pongan un 10, como han hecho otros,
quizá para contrarrestar la intolerancia de los boicoteadores). Algo parecido
ha ocurrido en Filmaffinity, todo ello al parecer instigado por algunos grupos
de derecha tan exacerbados como irreflexivos. El retraso mental de este país es
más que considerable; así no tiene nada de extraño que uno no quiera identificarse
con él, la verdad. En fin, hasta las narices de tanto facha de postín y de
tanto tonto, para qué nos vamos a cortar a estas alturas…
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