Hace cien años, tal día como hoy, aparecieron dos soles sobre la
capital sueca de Estocolmo. Uno fue ese astro grande y anaranjado que todos
conocemos y seguimos viendo en el cielo a diario; el otro fue una pequeña niña
de pelo claro y ojos azules que en aquel momento sólo iluminó a sus felices
padres, pero que con el tiempo llegaría a emitir un fulgor que alcanzaría a
millones de personas. Más allá de toda duda y posible discusión, Ingrid Bergman es a fecha de hoy, en el centenario de su nacimiento, uno
de los grandes mitos del séptimo arte y una de las actrices más queridas y
recordadas por los aficionados al cine. Buena parte de la comunidad cinéfila
internacional está celebrando en este fin de semana tan señalada efeméride en
la forma de toda una serie de exposiciones, retrospectivas y proyecciones de
sus películas, aunque sin duda entre los más destacables eventos está el
estreno del documental Ingrid Bergman, en
sus propias palabras de Stig Björkman, del que los asistentes al festival de
Cannes ya pudieron disfrutar, pero que llegó ayer a los circuitos comerciales
precisamente proyectándose en la ciudad natal de Bergman. Hasta su país de
origen y el adoptivo –EE.UU.– le han dedicado sendos sellos de correos.
A un servidor le hubiera encantado, de propiciarse mejores
circunstancias, poder permitirse un viajecito a la lejana Suecia para
disfrutar, no sólo de la cinta de Björkman, sino de la ciudad y del país en
general. Como esa ilusión queda lejos de mis posibilidades, he querido
homenajear a esta actriz por la quedé fascinado mucho tiempo atrás de una
manera más modesta, pero igualmente sentida y apasionada. Una ha sido
adquiriendo el libro Ingrid Bergman: A Life in Pictures, volumen esencialmente
pictórico recopilado principalmente por su hija Isabella Rossellini con objeto
precisamente de conmemorar los cien años del nacimiento de su madre. El enorme
libro (528 págs. y un formato de 24 x 5,5 x 31 cm y 5 kilos de peso, y acompañado
de un CD) apareció el pasado año al precio oficial de 98 euros, aunque yo he
tenido la suerte de conseguirlo por once menos, pero su coste ya comienza a
dispararse (hasta 200 euros piden por él en una librería española) y es obvio
que pronto se convertirá en un cotizado objeto de coleccionista, razón por la
cual decidí comprarlo antes de que fuera económicamente inalcanzable o prohibitivo.
Hace ya unos meses que está en mis estanterías y me siento muy orgulloso y
satisfecho del maravilloso volumen. Un verdadero lujazo.
¡Ya está en mi biblioteca! |
La segunda forma en que quiero homenajear a Ingrid es, por supuesto,
desde mi blog, con este modesto artículo y con una selección de diez de sus
películas a modo de recomendación para quien quiera iniciarse en su
filmografía. Se trata de una selección basándose en mis gustos y limitada a lo
que he podido ver de su trabajo, que es una gran parte de este, pero que tiene
alguna importante laguna como es su labor en su país natal antes de dar el
salto a Hollywood (doce películas de las que sólo he visto dos).
No tengo un recuerdo claro de cuándo conocí a Ingrid Bergman. Creo que
fue algo después de su fallecimiento –contrariamente a otros mitos del cine a
los que he seguido desde bien niño–. Por
quién doblan las campanas y Anastasia
fueron algunas de las primeras películas que vi de ella. Después –o por la
misma época– llegó Casablanca, en la
que todos envidiamos a Humphrey Bogart siquiera por poder pasar un rato con
aquella fascinante mujer casada con un líder de la resistencia y con el corazón
dividido entre dos hombres que finalmente partía en un avión dejando a su
antiguo amor con el entrañable policía Louis. Siguieron muchas más películas, e
Ingrid Bergman se convirtió en una de esas presencias que para siempre formarán
parte de mi vida; esos seres etéreos, casi irreales que vienen de ese reino
maravilloso de los sueños que es el Cine y que te arrancan sonrisas, lágrimas y
sentimientos con su variopinto surtido de personajes y películas. Gente que, de
alguna manera, acaban convirtiéndose en una especie de amigos o familiares
aunque jamás llegues a conocerlos. Así que, para siempre Ingrid…
El extraño caso del doctor
Jekyll (Victor Fleming, 1941)
Ingrid Bergman llevaba ya dos años y tres películas en Hollywood, y
los estudios parecía que se habían empeñado en presentarla al público como la
cándida y adorable muchachita a la que todos querríamos conocer, cuando la
sueca realizó un audaz movimiento en su carrera: cedió el papel de novia del
doctor Jekyll a Lana Turner para interpretar a la prostituta Ivy en la nueva
adaptación a la pantalla del clásico de Robet Louis Stevenson realizada por
Victor Fleming. Por supuesto, salió perfectamente airosa del reto. Los años
demostrarían que era una actriz absolutamente todoterreno que podía con lo que se le presentara.
Casablanca (Michael Curtiz,
1942)
La gloria eterna llamaba a las puertas de nuestra diva y de sus
compañeros de reparto cuando Michael Curtiz les propuso rodar esta película
ambientada en la ciudad marroquí que le daba título durante la II Guerra
Mundial y que creo que no necesita más presentación. Parece que ninguno de los
actores apostaba mucho por ella, y sin embargo, hoy en día es uno de los más
grandes clásicos del cine, y sin duda la película por la que la gran mayoría de
espectadores recuerdan a Ingrid Bergman.
Por quién doblan las
campanas (Sam Wood, 1943)
Parece que el de una sueca alta, rubia y con ojos azules no era el
físico más adecuado para interpretar a una joven española durante la Guerra
Civil de nuestro país, pero Ingrid estaba empeñada en obtener este papel cuando
la novela homónima de Ernest Hemingway se llevó al cine y no dudó siquiera en
cortarse el pelo para ello. Consiguió así hacer pareja con Gary Cooper y
refugiarse en las montañas con un grupo de guerrilleros republicanos que
hostigaba al ejército franquista. Fue la primera de sus siete nominaciones al
Óscar, y también una de las primeras películas de la homenajeada que recuerdo
haber visto, creo que incluso antes de la anterior.
Luz que agoniza (George
Cukor, 1944)
Remake de la película británica de 1940 Luz de gas, basada a su vez en la obra teatral de Patrick Hamilton.
Ingrid deslumbró en un papel –el de desvalida dama atormentada– que bordaría en
nuevas ocasiones en aquella misma década; tanto que le valió su primer premio
Óscar. Pero tampoco hay que olvidar que contó con el magnífico apoyo de Charles
Boyer y Joseph Cotten delante de la cámara y del de George Cukor tras ella. Una
obra que nunca me canso de ver. Si sólo pudiera quedarme con una película de
Ingrid Bergman (y con permiso de Casablanca), sin duda sería esta.
Encadenados (Alfred
Hitchcock, 1946)
Mi director favorito con una de mis grandes actrices favoritas es para
mí una mezcla tan explosiva como irresistible, y además se da la afortunada
circunstancia de que trabajaron juntos en tres ocasiones, así que me es muy
difícil quedarme con uno solo de sus trabajos. Elijo este por parecerme el más
redondo, pero considero que simbólicamente engloba también a los otros dos, Recuerda y Atormentada. Ingrid es aquí la hija de un científico nazi al que
repudia y que ha de trabajar con el servicio secreto estadounidense para
capturar a un antiguo compañero de su progenitor. Grandes secuencias y
lecciones visuales del maestro Hitchcock, y el beso más largo de la historia
del cine durante mucho tiempo… aunque fuera “a trozos”.
Europa '51 (Roberto
Rossellini, 1952)
Durante muchos años me resistí a abordar la filmografía de Roberto
Rossellini (lo contaba en esta
entrada). Sólo había visto Stromboli,
y no fue hasta el pasado 2014 cuando por fin pude ver casi todos los trabajos
que hizo con la que entonces era su mujer. Ingrid se había escapado a Italia,
escandalizado a medio mundo y enamorado y casado con el director neorrealista.
De aquella época saldrían tres de los cuatro hijos de la actriz y seis
colaboraciones con su marido. Ninguna funcionó muy bien en taquilla y la pareja
tuvo que pasar bastantes penalidades económicas, pero nuestra chica demostró lo
que adelantaba antes: que podía con todo, que igual lucía en un lujoso set hollywoodiense en una gran
producción, que en una película de bajo presupuesto rodada con grandes
dificultades.
De la etapa italiana de Ingrid Bergman, escojo Europa ’51 también de manera representativa, pero con la intención
de aglomerar genéricamente todos sus trabajos en la península, pues en casi
todos encuentro algún aspecto interesante y también me gusta mucho Ya no creo en el amor.
Anastasia (Anatole Litvak,
1956)
Por la puerta grande. Así volvió Ingrid al país que la había repudiado
tan sólo unos años atrás. Aunque raramente volvió a pisar suelo estadounidense, la sueca trabajó de nuevo para EE.UU. tras dejar Italia y
divorciarse de Rossellini. Rodaría principalmente en Europa y se afincaría en
Londres, donde residiría el resto de su vida.
En su segundo largometraje internacional tras esta reentré, dio vida a Anna Koreff, sosias
de Anna Anderson, una de las muchas mujeres que, en el pasado siglo, reclamaron
ser la mismísima Gran Duquesa rusa que da nombre a la película. Un grupo de inversores
de aquel país buscará hacerla pasar por el desparecido personaje para obtener un gran
capital, pero, al final, ¿será o no será la verdadera Anastasia? Da igual,
porque Ingrid Bergman vuelve a refulgir con esta interpretación que le
reportaría un nuevo premio de la Academia.
Indiscreta (Stanley Donen, 1958)
Más habitual en thrillers y melodramas, nuestra actriz no se prodigó demasiado
en la comedia pero, cuando lo hizo, siguió demostrando que ningún género ni
historia se le resistía. Con Stanley Donen rodó esta película –adaptación también
de una obra teatral de Norman Krasna– en la que interpreta a una actriz que inicia una relación sentimental con un financiero. Admito que la
primera vez que la vi se me atragantó un poco. Años después quedé
inmediata y contrariamente hechizado por ella. Y es que Ingrid Bergman y
Cary Grant juntos son nombres mayores. Imposible resistirse al encanto de la
pareja.
Asesinato en el Orient
Express (Sidney Lumet, 1974)
Resulta curioso que, en sus últimos años de vida, nuestra actriz
buscara voluntariamente afearse con muchos de sus personajes, caso de esta
película, Nina o Una mujer llamada Golda. Ni siquiera intentándolo y a pesar de
estar enferma, Ingrid consiguió perder su encanto y atractivo, porque
naturalmente ambos eran innatos y no fruto de artificios ni cirugías. En esta
adaptación de la novela de Agatha Christie con un espléndido reparto coral,
interpreta a una criada sueca sospechosa del crimen del título. Parece ser que
el director, Sidney Lumet, tenía pensado para ella el papel de dama de la
aristocracia que finalmente encarnó Wendy Hiller, y que fue Ingrid quien
insistió en hacer el otro. Le acabó valiendo su tercer y último Óscar, esta vez
como actriz de reparto.
1979 Sonata de otoño
(Ingmar Bergman, 1979)
Voy a hacer una excepción y acabar esta selección con una película que
admito que no me entusiasma. El estilo de Ingmar Bergman –por muy venerado que
este esté– se me hace a veces algo indigesto cinematográficamente. Aún con
todo, es tanta la importancia artística y simbólica de este film en la carrera
de Ingrid que creo esencial destacarlo en su filmografía básica: fue su último
trabajo para la gran pantalla, su última nominación a los Óscar, volvió a rodar
en su Suecia natal –cerrando, de alguna manera, el ciclo de su obra– y además
lo hizo con el que posiblemente es el director más importante de aquel país.
Bergman y Bergman. ¿Puede quedar más redondo?
Después de este largometraje, Ingrid, con un cáncer muy avanzado, aún
filmaría para la televisión Una mujer
llamada Golda. Nos diría adiós precisamente el mismo día que había nacido,
un 29 de agosto de 1982. Hoy hace treinta tres años. Cabe preguntarse inútil
pero inevitablemente cuántas más maravillosas interpretaciones nos habría
ofrecido de vivir unos años más.
Enlaces de interés:
http://www.ingridbergman-thebook.com/en/the-book.html
http://www.biography.com/news/ingrid-bergman-100th-anniversary-biography-facts
http://www.biography.com/news/ingrid-bergman-100th-anniversary-biography-facts
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