A mediados de los 80 vi esta
película –obviamente, de reestreno– en un viejo cine de verano de mi localidad
y durante muchos años tuve el capricho de volver a verla. Tenía el recuerdo de
aquella sesión nocturna, recordaba ligeramente el póster y alguna escena, y
recordaba a grandes rasgos su trama sobre un hombre que llegaba a un pueblecito
costero en el que era tratado con hosquedad y cuyos habitantes escondían el
secreto de que se estaban quedando deformes. Lo peor era que había olvidado el
título, y fue mi primo –quien me acompañó hace tres décadas a aquel evento–
quien precisamente el otro día me recordó cómo se llamaba esta película de la que
tenía tan curioso recuerdo: Holocausto radiactivo, rocambolesca interpretación de
su nombre original, Doomwatch, sacado
en la serie de TV homónima de principios de los años 70 en la que el film se
basaba.
Lo dirigió Peter Sasdy en
1972 para la Tigon, una de las pequeñas productoras independientes británicas
surgidas a la sombra de la legendaria Hammer, y contó con Ian Bannen y Judy Geeson como
principales protagonistas, con un papel secundario para el veterano George Sanders en
uno de sus últimos trabajos. Y, efectivamente: la trama giraba en torno a un
científico que viajaba a una isla del norte de Inglaterra para investigar los
posibles efectos nocivos de vertidos residuales en la flora y en la fauna,
descubriendo que la contaminación había llegado mucho más allá de esta.
Una de las muchas películas de
denuncia ecológica que tanto abundaron en la década en la que se produjo que,
sin ser nada del otro mundo, posee para mí el encanto que tiene el cine
fantástico británico de serie B de la época y el del recuerdo nostálgico de
aquel visionado en pantalla grande durante mi adolescencia.
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