Después de muchos, muchos, muchísimos años vuelvo a ver esta
película que tanto significó para mí cuando se estrenó siendo niño. Recuerdo el
enorme éxito que Steven Spielberg tuvo con ella en aquel lejano
1982, las tremendas colas en los cines, la expectación por verla, el
merchandising del film, la encantadora criatura del gran Carlo Rambaldi… ¿Qué
muchacho de la época no envidiaba a Elliott, el protagonista, por tener un
amigo tan especial?
Y casi me la pierdo. Os explicaré por qué: los veranos de mi
infancia y juventud los pasaba en un pueblecito de Castellón. No estaba muy lejos
de mi ciudad natal, sólo a 35 km, pero aquel traslado significaba prácticamente
dos meses sin volver a ella. Y, aunque disfrutaba mucho en aquel lugar,
tenía que hacer un enorme sacrificio: quedarme sin cine durante ese lapso. Esto
significaba que a menudo me perdía estrenos esperadísimos durante el estío,
como fue el caso de En busca del Arca
Perdida, que sólo pude ver ya repescada algún tiempo después. Pero para E.T. tomé medidas para que esto no
volviera a ocurrir, y pedí a un amigo que me avisara en cuanto supiera que se
iba a proyectar en nuestra localidad. Esto ocurrió, haciendo cálculos, en el
verano del 83, bastantes meses después del estreno nacional el anterior
diciembre (recordemos que en los pueblos pequeños o medianos funcionábamos a
base de cines “de segunda”). El local que tuvo el lujo de ofrecer la película
en Puerto de Sagunto fue la terraza –por supuesto, ya desaparecida– Parque
Victoria, y creo recordar que, de manera extraordinaria, lo hizo durante al
menos una semana ininterrumpida (cuando normalmente las películas se pasaban
sólo durante dos o tres días). También, de manera excepcional, mi hermana y yo
conseguimos un “permiso paterno” para coger el autobús y desplazarnos a nuestra
ciudad a ver la película –junto con el amigo que me avisó–, pasar la noche en
la casa de mis abuelos y volver al pueblecito de veraneo.
Me ha gustado, y hasta emocionado en algún momento, volver a ver E.T. El extraterrestre,
aunque supongo que es imposible que la disfrute ya como lo hice hace treinta
años. Tan sólo lamento haber tenido que hacerlo con la versión censurada por el
director y retocada por la Lucasfilm con innecesarios efectos especiales y
escenas añadidas. Esa era una de las razones por las que durante muchos años he
pospuesto el reencuentro con este film, porque no me gusta que se hagan estas
estupideces con películas que son patrimonio de la Humanidad y considero que no
deben tocarse, menos aún por trivialidades o por afán meramente recaudatorio y
comercial. Me quedo con la tristeza de no haber podido revisitar la versión
original, aquella que me entusiasmó en los cines. Creo que hay una nueva
versión en blu-ray que la recupera, pero esto es algo que acabo de descubrir
poco antes de escribir esta reseña.
Steven Spielberg fue un director al que admiré muchísimo durante
aquellos años. Por desgracia, con el tiempo y su obsesión por inculcarnos los
grandes ideales de su patria película sí, película no, acabó resultándome
detestable. Aún le considero un gran artista y veo muchos de sus trabajos (¡sigo
siendo fan de la saga de Indiana Jones!) pero creo que, en su madurez como
persona, se ha vuelto cerrado, retrógrado y se ha perdido mirando su propio
ombligo y el de su país. Ya basta de panfletitos patrióticos y de banderitas,
que esos conceptos creo que se quedaron atrás y muy desfasados con el cambio de
siglo…
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