Atormentada (Under Capricorn, 1949) supone la tercera y
última colaboración de Alfred Hitchcock con una de sus principales
actrices-fetiche, Ingrid Bergman, poco antes de que esta dejara las Américas
para vivir su escandoloso idilio con Roberto Rossellini. La película se basa en
la novela homónima de Helen Simpson y tiene elementos que remiten a otras obras
literarias como Cumbres borrascosas o
Rebeca e incluso a películas
posteriores a la publicación del libro como Luz
que agoniza, Encadenados o la
propia adaptación a la pantalla de Rebeca, las dos primeras también
interpretadas por Ingrid y, las dos últimas, dirigidas además por Don Alfredo.
La actriz sueca vuelve a brillar
en uno de esos papeles de dama “atormentada” en los que tan bien se sabía
desenvolver: el de una noble irlandesa que huye a Australia junto a su marido (Joseph Cotten),
un mozo de cuadras acusado y condenado por haber matado a su cuñado. La
historia comienza, años después de que él haya salido de prisión y se haya
hecho rico, cuando otro aristócrata irlandés (Michael Wilding)
visita a la pareja y descubre que ella se ha convertido en una alcohólica que
vive recluida del mundo, distanciada de su marido y dominada por una siniestra
ama de llaves (Margaret Leighton). El recién llegado se propone recuperar a
la mujer de la que está enamorado, pero para ello tendrá que
desmadejar el inquietante secreto que guarda el matrimonio…
El duodécimo largometraje
americano de Hitchcock resulta un tanto atípico en su filmografía en tanto que
es un melodrama y no uno de sus habituales thrillers –aunque la publicidad del
momento intentó venderlo como tal– y, además, es una de las pocas películas “de
época” del maestro, pues está ambientada a principios del siglo XIX. Este
cambio de registro le supuso al cineasta británico un fracaso en taquilla con Atormentada, aunque la crítica la tuvo y
la tiene por uno –otro más– de sus grandes trabajos. No es de extrañar viendo
lo estudiados y orquestados que están algunos de esos planos secuencia
heredados de La soga, como el del
largo monólogo en el que cautiva la actuación de Ingrid Bergman, tan fascinante
como siempre, y eso sin menospreciar el trabajo de sus principales compañeros
de reparto, principalmente Cotten…
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