Hace ya más de tres años que comencé la
estúpida aventura de este blog con una entrada dedicada a Debra Paget. La reivindicaba
entonces como una de las actrices más bellas y fascinantes de su época y
entorno, el Hollywood de los 50 y, por supuesto, continúo haciéndolo. En su
breve carrera de poco más de una década, esta hermosa morena de inmensos ojos
azules no acaparó ningún Oscar ni destacó probablemente por su habilidad para
el drama o las grandes interpretaciones, pero, para los amantes del cine de
aventuras, del western, del fantástico y del peplum, su filmografía no tiene
desperdicio: además de disfrutar de su embelesadora mirada, podemos
entusiasmarnos viéndola viajar a la luna, siendo capturada por temibles
piratas, ejerciendo de princesa india o egipcia, de dama medieval o de nativa
polinesia y hasta afrontando arcanos terrores junto al mismísimo Vincent Price,
entre otras posibilidades. Debra abundó en papeles exóticos a pesar de que sus
elegantes rasgos y el azul de sus ojos no parecen cuajar con roles
representando otras razas del mundo…
Hoy, 19 de agosto, Debra Paget alcanza la respetable
edad de 80 años. Hace casi medio siglo que se retiró del cine, cuando apenas
había llegado a la treintena, quizá consciente de que su físico era su principal
baza para haber triunfado en la gran pantalla y de que su juventud no duraría
eternamente, o quizá porque, vaya, acababa de sentar la cabeza casándose con un
millonario chino. No se ha dejado ver mucho desde entonces. No parece
interesada en rememorar su carrera cinematográfica ni en recibir a los fans, y
sí muy centrada en la religión, habiendo aparecido en programas televisivos
destinados a recaudar fondos para su divina causa o en ayudar a difundirla.
Yo que no soy nada religioso, por supuesto, prefiero recordarla en sus buenos
tiempos y en sus buenas películas, y hoy me ha parecido adecuado homenajearla con
un artículo sobre el que quizá es su trabajo más recordado: la historia
estrenada en dos partes de El tigre de
Esnapur / La tumba india dirigidas por Fritz Lang en 1959…
El
remake del remake de un remake
Frtiz Lang y Thea von Harbou: matrimonio genial |
Das indische Grabmal (La tumba india) es fruto de la imaginación de una de las mujeres
más admirables del 7º Arte en sus primeras décadas de existencia, si no en toda
su historia: la alemana Thea von Harbou
(1888-1954), quien en 1917 publica con este título su segunda novela en su país
natal. La obra, en clave de aventuras folletinescas, estaba ambientada en la exótica India,
país que fascinaba a la autora. El naciente negocio del cine pronto se interesa
por adaptar la historia y Thea, quien ya se había iniciado como guionista en la
industria fílmica germana, es emparejada con otro recién llegado: el austríaco Fritz Lang (1890-1976). La pareja congenia
rápidamente, ambos se sienten atraídos por el mundo hindú y se están abriendo
paso en el 7º Arte, y en breve acabarán formando un matrimonio de genios del
celuloide que dará grandes frutos a la pantalla plateada durante la próxima década.
Se suele decir que detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer, y eso muchas
veces no es verdad, pero en el matrimonio Lang-von Harbou encontramos las dos
cosas: un gran hombre y una gran mujer, ninguno de los cuales está detrás del
otro, sino compartiendo el mismo protagonismo en sus trabajos.
La adaptación al cine de Das indische Grabmal se estrena en 1921 en dos partes que suman
en total más de tres horas de metraje. Lang iba a ser el director en un principio,
pero finalmente la labor se le encarga a su compatriota Joe May. En el reparto destaca el mítico Conrad Veidt en el rol del infame Majarajah de
Bengala. Las dos entregas del serial se titulan Das
indische Grabmal erster Teil - Die Sendung des Yoghi (La tumba india: La misión del Yogi) y Das indische Grabmal zweiter Teil - Der Tiger von
Eschnapur (La tumba India 2: El tigre
de Esnapur). Pese a la lujosa producción y a la llamativa propuesta de su argumento, las cintas no tienen un
gran éxito y permanecerán semiolvidadas hasta su reciente recuperación en
formato digital.
La vedette alemana La Jana, prede- cesora de Debra en la versión de 1938 |
La danza de Seetha
La irresistible mirada azul de Debra Paget |
Seetha se ha criado en la india, pero sus orígenes parecen ser europeos |
Y, por supuesto, está la escena del baile de
Seetha/Debra, hito celebérrimo del cine de aventuras que no ha perdido un ápice
de su atrevida carga erótica en todas estas décadas… aún a pesar de la cobra
“de mentira”, de esos sacerdotes con cara de palo que contemplan a la bailarina
con lascivia representados por actores europeos con la piel pintada. Sorprende
que se pudiera rodar algo así en los años 50, una mujer danzando casi desnuda
bajo una voluptuosa estatua de grandes pechos en una película para los cines
comerciales. No es de extrañar que en la adaptación estadounidense (estrenada
en una versión de 90 minutos en 1960 como Journey
to the Lost City) se censurarán esa y otras escenas, y menos aún que
también se hiciera en España cuando llegó en 1962.
Para mí, y pienso que para muchos otros
espectadores, las dos películas de Fritz Lang permanecen como dos (o uno, si
las consideramos dos partes de un mismo film) de los grandes e imperecederos
clásicos de su género y lo harán para siempre, y como el colofón de la gran
carrera de su director (aún rodaría una película más), a pesar de lo diferentes
que son en ambiente y tono a la mayoría del resto de su filmografía, en la que
destaca el thriller por encima de otros géneros. El tigre de Esnapur y La
tumba india son de estas cintas que hay que volver a revisitar cada poco
tiempo y que siempre consiguen hechizarte y dejarte pegado a la pantalla por
muchas veces que hayas visto…
Bonus: La archifamosa escena de la danza ritual ante la cobra. Todo un atrevimiento en su época...
Bonus: La archifamosa escena de la danza ritual ante la cobra. Todo un atrevimiento en su época...
Pues sí, muy bonito te ha quedado ;)
ResponderEliminar¡Gracias! Normalmente los artículos a los que más tiempo y preparación dedico suelen ser los más ignorados....
EliminarSorprendentemente el díptico se estrenó en el cine Andalucía de Málaga los dias 4 y 16 de enero de 1961 y como programa doble a partir del día 24, completando el circuito en febrero de 1962 (cines Cayri, Royal y Moderno), meses antes de su estreno en Madrid y Barcelona.
ResponderEliminarGracias por ese interesante dato, José Luis. Imagino que la película tendría alguna que otra censura, ¿verdad?
ResponderEliminarCuando se estrenó en Málaga yo cursaba estudios en la Universidad de Granada y no pude verla. La crítica de Madrid, Barcelona y Sevilla (1963) nada dice de la danza famosa. Años después la copia que pasaron por TV no estaba censurada. Sí vi en julio de 1954 en el Teatro Cervantes de Málaga la versión protagonizada por La Jana en un tardío reestreno (primero se proyecto "La tumba india" en 1940 y después, en 1943, "El tigre de Esnapur")
Eliminar¡Todo un privilegio contarte con tu testimonio directo, Juan Luis! (Perdona que antes te haya puesto "José") ;)
ResponderEliminarNo quiero que se me considere un retador, pero me voy a permitir proponer un pequeño e inocente juego. Invito a observar el cartel alemán de "Der Tiger von Eschnapur" (especialmente la figura del tigre) -está a principio de esta entrada- de forma inusual: haciéndolo girar 180º. ¿Qué os sugiere?
ResponderEliminarJa, ja... yo sin girarlo creo que ya sé por dónde vas. ¿Mensajes subliminales?
ResponderEliminarLa presencia del tigre, en tanto que símbolo del poder despótico del maharajá Chandra, es una constante tanto en la película como en los carteles promocionales. En éstos solamente un cartelista alemán supo encontrar en el apéndice nasal del tigre el elemento fálico en tanto que premisa universal del pene y representación del poder masculino. Singular e imaginativo hecho que no se encuentra en otros carteles alemanes, franceses, italianos, holandeses o en el español de Jano. Esta idea psicoanalítica fue apuntada en 1991 por Terenci Moix, y por otros, que escribió: “Cuando llevaba varios años de ingenuidad a cuestas, se fue a la India y, bajo las ordenes de Fritz Lang, regaló a la historia del erotismo cinematográfico una de sus danzas más impactantes… la convirtió en la danzarina Sheeta [sic] y desnudó su cuerpo hasta el máximo de la permisividad para que bailase ante una cobra real en un número de inequívocas referencias fálicas”.
EliminarTestimonios de esta naturaleza se refieren al juicio de la danza (Eros) frente a una cobra (Thanatos) de gran tensión erótica en “La tumba india”. Al no muy bien logrado serpenteo de la cobra en tanto que símbolo de la muerte se le oponen los ordenados movimientos de la danza. Ante una imagen feminizada de Shiva, Seetha, que aparece cubierta con una amplia capa que oculta todo su cuerpo, con movimientos lentos va mostrando sus manos engalanadas con sortijas de esmeraldas en los dedos índice y anular que semejan los ojos del reptil; bruscamente se despoja de la capa y continúa la danza con voluptuosos movimientos -la figura de sus manos y el movimiento de brazos son un elemento permanente- para terminar resolviéndose la tensión con una pérdida de la conciencia. Es la escenificación de un coito.
Todo lo dicho salvo mejor criterio analítico.
El erotismo de esta película está más allá de toda discusión. Siempre me han sorprendido los enormes pechos de la estatua de la Diosa. Parece mentira que sea de 1959.
ResponderEliminar