A pesar de lo que me atraen las historias de
fantasmas, tiendo a huir de la mayoría de películas de este género –o
subgénero– que se estrenan hoy en día: me dan miedo, pero no por su temática,
sino por la escasa imaginación que exhiben y por lo malas que suelen ser. Con Expediente
Warren (The Conjuring, James Wan, 2013), estrenada el pasado 19 de julio,
no pensaba hacer una excepción. Mi “instinto cinéfilo” me decía que la ignorara
y optara por otras películas más interesantes que había en cartelera, y así lo
hice durante más de un mes. Había visto Insidious, del mismo director, y no me gustó mucho. Numerosas recomendaciones y el hecho de que la
película siguiera en los cines después de tantas semanas hicieron finalmente
que diera mi brazo a torcer y me decidiera a ir a verla ayer. ¿Sería posible que realmente esta película
fuera diferente al “montón”, que tuviera algo especial u original? La respuesta
es que seguiré confiando en mi instinto y desconfiando de las recomendaciones,
por muchas que sean. Repetitiva, aburrida, mediocre, con todos los clichés más manidos
del género de “casas encantadas” o “posesiones demoníacas” (temática que me
aburre sobremanera por mi aversión a la religión católica), no entiende uno
cómo esta película está teniendo el éxito que está teniendo, porque no aporta
absolutamente nada nuevo ni consigue sorprender de manera alguna al espectador
mínimamente avezado. Una historia “real” argumentalmente embellecida que nos
remite a mil películas iguales que ya hemos visto (se me ocurre Apariciones de 1991, aunque cabrían
muchos otros ejemplos) y que además acaba con una simplista moralina
católica.... Supongo que queda en manos de sociólogos, psicólogos, o quizá de
expertos en marketing el explicar cómo se dan estos fenómenos de masas, cómo un
producto vulgar consigue estar en boca de todos y hacer ricos a sus creadores.
La verdadera muñeca Annabelle (izq) y la del film. Basta para hacerse una idea de la "veracidad" fílmica de esta historia "real" |
Sorprende y decepciona que en webs como IMDB
le den la misma puntuación que a L’
atalante, ¡Que verde era mi valle!,
Luz que agoniza, Oro en barras, El hombre
tranquilo, Cautivos del mal, Los siete magníficos, Suspense, Gattaca o Lost in Translation, por citar sólo unos pocos títulos. Por mi
parte, James Wan puede estar seguro de que no me tendrá como espectador en la
secuela de esta su última película ni en la de
Insidious ni, probablemente,
en ninguno de sus próximos trabajos. Dos y no más, Santo Tomás...
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