Ahora que se aproxima una nueva versión
fílmica del inmortal folletín de Victor Hugo Les Misérables (la de Tom
Hooper), me parece un buen momento para sacar a colación la película de igual
título Los miserables, dirigida por
Bille August en 1998, y enésima de las
muchísimas adaptaciones a la pantalla (grande o pequeña) del clásico de la
literatura gala. Es un largometraje que me emocionó y sorprendió en su estreno
cinematográfico, y que continúa haciéndolo siempre que lo revisiono en formato
doméstico. Me confirmó la excelencia de un actor que ya me venía gustando desde
hacía tiempo, Liam Neeson (aunque su
filmografía reciente puede hacer poner en duda esta apreciación) y me descubrió al
que posiblemente es mi actor favorito de los últimos tiempos: el inmenso Geoffrey Rush.
La película, obviamente, abrevia en gran
medida su original escrito (¡el libro tiene unas 2000 páginas!), eliminando
muchos pasajes y personajes, a veces casi que para bien (luego lo explicaré),
pero básicamente nos cuenta la misma historia, sólo que más resumida: los
avatares y desventuras de Jean Valjean (Neeson), un desgraciado que debe
cumplir una injusta pena en prisión y que sale de allí embrutecido y
deshumanizado tras muchos años de trabajos forzados y vuelve a reincidir en el delito.
El perdón del sacerdote al que ha robado le hará cambiar su visión de la vida y
decidirá desde entonces seguir el camino de la rectitud y la honradez hasta el
punto de llegar a convertirse en el alcalde de un pequeño pueblecito y en dueño
de una fábrica local. Pero su pasado acabará reapareciendo: su antiguo
carcelero, Javert (Rush), un hombre con un sentido del deber rayano en el
fanatismo y ahora ascendido a inspector, dará con él y no cesará en su empeño de
volver a llevarlo ante la justicia a cualquier precio.
Acompañan a los dos actores principales Uma Thurman como Fantine, otra desdichada que debe
acabar prostituyéndose para cuidar a su bebé, y la dulce Claire Danes como Cossette, la susodicha hija ya crecida de
Fantine, de la que se hará cargo el mismo Valjean. En papeles secundarios
intervienen el siempre interesante Hans Matheson
como el revolucionario Mario y Jon Kenny
como el miserable más miserable de todos: el sinvergüenza y avaricioso Thénardier.
En resumen, una historia no sólo sobre la
miseria en todas sus formas (económica, humana, vital...) sino también sobre la integridad,
la obsesión, la virtud, los ideales y muchos otros conceptos esenciales de la
sociedad y de la vida. La de Auguste me parece una gran película de la cual, ya lo he dicho
antes, me maravilla la interpretación de Geoffrey Rush. Enorme. Grandísimo.
Magistral. Desde entonces, he intentado seguir su carrera y no creo que me haya
decepcionado nunca. Me parece uno de los más grandes actores del cine actual.
He visto otras versiones (como la televisiva con Gerard Depardieu y John
Malkovich) y pienso ver la próxima adaptación al celuloide, pero no creo que ni
Hugh Jackman como Valjean ni Russell Crowe como Javert consigan impresionarme
tanto como el magnífico dúo de este largometraje de hace ya casi tres lustros.
Por cierto, lo que adelantaba antes: algunos
años después decidí leerme el libro de Hugo y he de decir que acabé algo
decepcionado, porque me parece un mamotreto con un montón de relleno que se
desvía constantemente de la historia principal para divagar durante docenas y
docenas de páginas sobre cualquier pretexto que aparece en la trama: la Batalla
de Waterloo, tal o cual tejido o moda, la arquitectura de esta o aquella
ciudad... Así también creo yo una novela inmensa y voluminosa, vaya... Y perdón
por la afrenta a los incondicionales de la literatura esencial del país
vecino...
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