Si, de entre los westerns que más me gustan,
sobresalen sobre todo los rodados en Hollywood en los años 50, de entre estos
destacan especialmente para mí aquellos en los que participó el gran James Stewart, y no fueron pocos ni malos: Colorado Jim, Horizontes lejanos, Winchester
73, Tierras lejanas, Flecha rota, etc, etc… Stewart, además, ha intervenido en algunas de mis comedias favoritas y en varios de mis filmes preferidos del
maestro Hitchcock, por lo que creo que es evidente que tengo a este actor en un
pedestal muy, muy alto. Era un hombre muy especial que supo demostrar que se
podía triunfar en el cine sin un físico necesariamente apuesto ni poderoso, a
base de naturalidad y sencillez.
El otro día redescubrí mi DVD de El hombre de Laramie (The Man from Laramie, 1955) y, aunque ya he visto la película de Anthony Mann en varias ocasiones, decidí hacerlo
una vez más. Es difícil cansarse de ver cosas como esta. Nos cuenta la historia
de un militar que llega al pequeño pueblo perdido de Coronado con el pretexto
de llevar un cargamento. En realidad, está buscando al hombre que vendió rifles
a los indios que exterminaron el convoy en el que viajaba su hermano menor. En los
alrededores del pueblo reside el clásico cacique que, con mano de hierro, se
ha hecho el amo de la región (Donald Crisp), su
consentido hijo (Alex Nicol), y su capataz (Arthur Kennedy), que naturalmente le pondrán las
cosas difíciles al protagonista. Por suerte, también contará con la ayuda de la dueña de la tienda local (Cathy O´Donnell),
de la propietaria de otro rancho (Aline MacMahon)
y de su compañero de viaje (Wallace Ford)…
No es un argumento especialmente original dentro del género ni de la época,
pero, qué narices, sale ese gran caballero de la pantalla que fue James Stewart
y sobra…
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