Más de dos años después de acudir a verla en
su estreno cinematográfico, me decido a revisionar El
Hombre Lobo (The Wolfman)
de Joe Johnston. Era algo que tenía
intención de hacer antes o después porque fue una película que esperaba con
muchísimas ganas tras haber quedado embelesado por su trailer y que, por
desgracia, acabó decepcionándome un tanto sobre todo por dos cosas: una es su ritmo y su
montaje algo accidentados, lo cual no tiene nada de extrañar cuando lees todos
los problemas que hubieron entre el director y la productora a la hora de
decidir el metraje final y las escenas que se incluirían o no en el film.
Después de algunos pases privados, la cinta sufrió drásticas modificaciones que
disgustaron tremendamente a Johnston y que, evidentemente, afectaron al
producto final, causando que no fuera muy bien recibido ni por crítica ni por
público. Le resulta a uno difícil entender para qué se hacen todas esas
proyecciones previas al estreno de un film que teóricamente son para mejorarlo
y acaban consiguiendo lo contrario.
La edición que veo ahora en DVD es la que se
nos vende como “montaje del director”. Johnston ha renegado igualmente de ella
diciendo que no es su versión personal. Incluye algo más de un cuarto de hora
de metraje extra, principalmente dos secuencias iniciales en las que vemos a la
protagonista femenina ir a pedir ayuda al “héroe” del film y a este último
viajando en tren y recibiendo el extraño bastón con cabeza de lobo que luego
exhibe de un desconocido anciano (Max Von Sydow).
Ninguna de las dos tiene mucho sentido, ya que posteriormente se insiste en que
la chica ha convocado al protagonista por carta (así quedaba en el montaje para
pantalla grande) y tampoco parece que se le saque mucho partido al bastón (que
esconde una espada en su interior).
Mi juicio sobre la película permanece más o
menos igual: tiene muchísimos elementos que deberían ser suficientes para
gustarme, como la ambientación y la estética góticas, que se trate de un remake
de uno de esos clásicos de la Universal con los que he crecido (El hombre lobo de George Waggner, de
1941), una maravillosa dirección artística y una hipnotizante fotografía (hay
planos y localizaciones que me parecen magistrales, como cuando se ven las
siluetas del monstruo o de la chica entre los árboles, cuando el primero aúlla
sobre una gárgola en los tejados de Londres, la mansión iluminada por la luna,
el páramo desolado o el monumento megalítico), un reparto encabezado por un
actor competente (Benicio del Toro) y una
actriz a la que ya he lisonjeado bastante últimamente (fue mi primer encuentro
con Emily Blunt). Hay buenas ideas en la
trama, quizá no siempre acertadamente desarrolladas, como la inclusión del
mismísimo Inspector Abberline (un correcto Hugo
Weaving), cuando Larry Talbot es exhibido en la reunión en el manicomio,
o el propio hecho de que se traslade al personaje a la mismísima capital de
Inglaterra. El maquillaje del gran Rick Baker
es estupendo, y del Toro recupera con su lograda caracterización (cuando es
humano) mucho del patetismo del personaje del film original, interpretado por Lon Chaney, Jr.
En contra del largometraje -había anunciado dos pegas-, y si exceptuamos
quizá un ocasional abuso del gore y los elementos truculentos que no acaban de
pegar en una historia como esta, de ambientación victoriana, e incluso por
encima de todo el problema de montajes y versiones, está para mí el personaje
cargante y desmedido de Anthony Hopkins, quien encarna a
un Sir John Talbot (padre de Larry) cínico, depravado, sádico y lascivo que no
despierta en mí ningún tipo de simpatía. Aunque creo que este veterano actor
sabe interpretar buenos papeles cuando se lo propone, da la impresión de que a
menudo no puede evitar dotar a sus personajes de cierto componente psicopático
y demente, como si se tratasen de una extensión de su célebre Aníbal Lecter,
que para mi gusto los arruina (me pasó lo mismo con su Van Helsing en Dracula de Bram Stoker). Creo que la
película hubiera ganado mucho con otro actor más centrado, que dotara al
aristócrata de la caballerosidad y gentileza del John Talbot original (el gran
Claude Rains), o que le hubiera dado un carácter diferente, pero no el de un
asesino sin escrúpulos.
Con todo lo dicho, pros y contras, trabas y
aciertos, y aunque no estuvo a la altura de las expectativas que tenía de él, El hombre lobo no me parece para nada un
film totalmente despreciable. Tiene buenas cualidades y buenos momentos,
escenas evocadoras e inquietantes, y estéticamente me parece impecable, seguramente
por lo mucho que me gusta el período y lugar en el que se ambienta. Es una
película que sin lugar a dudas se merece un lugar en mi videoteca y que no
me arrepiento de haber visto, ni cuando se estrenó, ni ahora.
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