Hacía ya tiempo que no me desgañitaba virtualmente protestando sin esperanza contra las muchas y variadas formas que tienen nuestros queridos gobernantes de chuparnos la sangre y de sacarnos los pocos cuartos que nos dejan ganar, así que aquí viene un nuevo capítulo de mi “famosa” serie de artículos El latrocinio legalizado. Para quien desee ponerse en antecedentes, ruego revise las anteriores entregas (principalmente la II y la II) aquí. Resumidamente, en ambas me planteaba la ética y el sentido que tienen las abusivas tasas a las que nos somete la aduana española a aquellos que compramos en países de fuera de la CE, y lamentaba especialmente la incompetente gestión de las personas encargadas de este atraco a mano armada respaldado por la Ley y el Estado.
Pues bien, amigos: la empresa Speedtrans, de la que hablaba en la parte III, subcontratada por Correos para llevar todos estos trámites, fue despedida antes del verano, presumiblemente por su terrible ineptitud a la hora de realizar esas tareas. Durante unos pocos meses, la entrega de paquetes provenientes del extranjero volvió a ser como en los viejos tiempos: en 7 u 8 días desde su salida del país de origen, el cartero te lo traía a tu casa, le pagabas en mano los dichosos aranceles y demás impuestos –bastante más razonables que en los meses anteriores– y todos felices. Parecía que por fin se había hecho algo de justicia en este país y uno hasta podía hacerse la ilusión de que un descarado abuso había sido castigado y que, como en todas esas películas que tanto nos gustan, los “buenos” –los ciudadanos– habían ganado… Pero no era así: ese pequeño período de bonanza, de tregua aduanera, no fue probablemente más que el necesario para que Correos reorganizara su gestión de la paquetería internacionales. En noviembre, comenzó otra vez la pesadilla: los mismos interminables, desmoralizadores y angustiosos trámites que sufríamos con Speedtrans, sólo que ahora directamente de la mano de la Oficina Postal nacional. En la ilustración adjunta podéis ver el largo periplo que está sufriendo el último paquete que he pedido a EE.UU.: el día 11 salía de aquel país y el 18 llegaba aquí (lo normal); en ese momento supuestamente se me mandaba la famosa carta en la que se me reclamaba la factura para tasar el contenido del paquete, y la cual, según se nos informa en la web de Correos, tarda 2 o 3 días en llegar al cliente/víctima… Pero este no fue el caso: una semana después no me había llegado nada, y hube de reclamar la carta por e-mail. El envío en este caso, eso sí, fue inmediato, y la carta física no me llegaría hasta cuatro días después, un total de once desde la llegada del dichoso paquete…
Tasas y gastos a go-go: ¡invéntese su impuesto! |
A partir de ahí, de nuevo la odisea de los meses anteriores: enviar la factura (por suerte a través de internet), esperar la tasación del material, pagarla por banco, y a esperar a que el paquete llegue a casa. En esta última parte estoy ahora, a día 8 de diciembre, casi tres semanas después de que la caja llegara a España, cuatro desde que saliera de EE.UU. Además de todo este padecimiento, sorprende ver la excesiva nueva factura, en la que de nuevo se nos desgranan toda una serie de conceptos taxativos a cada cual más ridículo e injusto (me ha hecho especial gracia la nueva tasa añadida del SOIVRE, una entidad que desconocía y que se suma ahora para sacar también su parte del pastel). En total, ¡casi un 40% del coste del paquete! Sigo pensando que falta el impuesto para la señora de la limpieza de las aduanas, que también podían añadir…
En fin, se siente uno como un Simón del Desierto ignorado por todos, como un tonto al que le cuelgan el monigote del Día de los Inocentes, como alguien encadenado e indefenso ante todos estos bárbaros abusos… Me resulta increíble que nos hablen de crisis con el dinero que nos sacan de todo lo que les parece. Siempre he dicho en broma que llegará el día en que nos cobren hasta el oxígeno que respiramos, pero ahora empiezo a verlo como algo posible... Por lo menos, ya que en ningún otro sitio me van a hacer caso, me permito el pequeño desahogo de este artículo en mi humilde blog. Estoy seguro de que cualquier día me encuentro a la Gestapo en la puerta de mi casa buscándome, pero creo que debemos protestar –y todos– antes esta banda de asaltantes respaldados por los gobiernos que nos amargan la vida… Y luego hablan de crimen organizado…
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