No quisiera dejar de acabar el año sin conmemorar un aniversario tan redondo como es el medio siglo del estreno de un film clásico del viejo Hollywood, aunque en este caso la Meca del Cine se trasladó parcial y temporalmente a nuestro país para el rodaje de la película cuyos cincuenta años celebramos: se trata de El Cid, dirigida por el legendario Anthony Mann, pues, en 1961.
El Cid fue un largometraje que integré relativamente tarde en mi palmarés filmográfico particular; no la pondré a la altura de mis grandes películas favoritas de todos los tiempos, pero sí quizás un poquito más abajo, entre aquellos títulos por los que guardo un cariño especial y que me gusta revisitar cada ciertos años. Hay dos razones principales por las que quizá el film revisado sufrió ese retraso a la hora de entrar a formar parte de mi larga lista de películas admiradas. Sin lugar a dudas debí de verla por primera vez a finales de los 80 o quizá principios de los 90 –época para mí de grandes descubrimientos cinematográficos o de confirmación de los ya conocidos–, pero la temática que trataba, conceptos a los que tengo alergia como “patriotismo”, “nación” o “rey”, la misma figura de El Cid, unidos a una temporal aversión a su protagonista, Charlton Heston, me impidieron quizá reconocer ante que gran film estaba. Con el tiempo y nuevos visionados conseguí vencer el primer prejuicio aceptándola como lo que es, una película épica de aventuras, basada en hechos reales y en un personaje que posiblemente fue un mercenario deleznable, pero sublimada e idealizada con todos esos aderezos fantásticos y maravillosos con los que sólo el 7º Arte puede engalanar hasta la historia más sórdida y trivial. Los años, y supongo que la madurez, me permitieron también, por fin, reconocer al Sr. Heston (quien, curiosamente, me había cautivado de niño con El planeta de los simios) como lo que fue: un excelente actor, a pesar de esa su ideología personal que me parecía tan detestable. No siempre es fácil deslindar las diferentes facetas de una artista, pero en este caso logré hacerlo, por fortuna, muchos años antes de que Charlton nos dejara, y ahora me siento honrado de poder ver sus muchos y buenos trabajos para el celuloide.
Inmenso Charlton Heston; bellísima Sophia Loren |
Cuenta la historia, casi leyenda, que el productor Samuel Bronston se enamoró de España a finales de los 50 y tras fundar en Las Rozas, Madrid, unos estudios cinematográficos, se trajo a parte de su plantilla y, es de suponer que aprovechando también el menor coste de rodar en la Península Ibérica, dio forma a no pocas super-producciones épicas históricas y de aventuras, entre ellas 55 días en Pekín y La caída del Imperio Romano, además de la homenajeada en esta entrada. Cuando Bronston falleció en 1994, su cuerpo fue traído a la población en la que había dado a luz a casi todas aquellas películas, Las Rozas, donde fue enterrado.
Samuel Bronston |
De El Cid, a día de hoy, me admira su dimensión épica y heroica –algo que destacaba al revisar La Comunida del Anillo– el héroe noble que lucha por su causa e ideales incluso contra su propio rey si es necesario, cualidades posiblemente discutibles en el soldado de fortuna que fue el verdadero Rodrigo Díaz de Vivar. No soy muy ducho en Historia, e imagino que para los más entendidos, la película tendrá innumerables anacronismos, errores de vestuario, armamento, arquitectura, etc. Todos me parecen salvables y olvidables al aceptar, como he dicho antes, que estamos más o menos ante una fantasía en celuloide. (Por cierto, existe la divertida anécdota de que, en un momento dado de la película, se ve a lo lejos un vehículo). Reconocido también su actor principal, me gusta mucho la mayoría del reparto: bellísima a más no poder Sophia Loren como Doña Jimena, con esos enormes ojos y su hermosísima melena negra, maravillosa en su rol de abnegada y amante esposa del héroe, y adecuados y correctos la mayoría de los actores secundarios: el clásico intérprete italiano Raf Vallone (Ordóñez), el habitual Herbert Lom (Ben Yussuf), Genevieve Page (Doña Urraca), John Fraser (Rey Alfonso), el enigmático Hurd Hatfield, y especialmente Douglas Wilmer –actor inglés por el que siento gran simpatía– como el aliado moro de El Cid Moutamin, uno de los personajes del film que más me gustan. Evocadores interiores representando los castillos de los protagonistas, y bonitos exteriores entre los que destaca la playa de Peñíscola, Castellón, una ciudad cercana a la mía que he visitado en varias ocasiones –la última, este mismo año– y que hoy en día está irreconocible con respecto a la época en que se rodó El Cid (el rodaje en los años 60 fue muy popular y acudió gente de muchos pueblos de alrededor para participar como extra). Por cierto, Charlton Heston volvió a la ciudad, invitado por el alcalde, en 1991.
Este año T&B Editores ha publicado el libro EL CID Edición Especial 50TH de Víctor Matellano y Miguel Losada, y se han celebraron varios actos conmemorativos en los meses recientes a propósito del estreno del film, como el celebrado Colmenar Viejo, Madrid, en una de las localizaciones originales de la cinta que aún sobrevive (la ermita en la que se refugia la pareja protagonista) y aún tendrán lugar nuevos eventos el próximo día 27, fecha del estreno original del largometraje en nuestro país. Hubiera sido todo un honor ver por aquí a Sophia Loren y a otros actores originales de este clásico (los nonagenarios Lom y Wilmer aún siguen vivos) festejando tan histórico cumpleaños.
* Enlaces de interés:
-Libro de T& Editores.
-Artículo de El País sobre el rodaje en Colmenar Viejo.
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