Mejora un poco la calidad de lo
visionado este mes en pantalla grande, cosa nada difícil habida cuenta del
pésimo nivel de la mayoría de películas que vi en agosto. Para variar de tanto blockbuster hollywoodiense, empezamos
con una española, La niebla y la
doncella, de Andrés M. Koppel, que me resulta lo suficientemente
entretenida y un respiro tras los penosos títulos vistos en las semanas
previas.
A It de Andrés Muschietti acudo con cierta reticencia, que
descubro era en vano, pues salgo sorprendido de su visionado, rememoro los
tiempos ya muy lejanos en los que leía a Stephen King y veía las adaptaciones
de sus novelas, y constato que es aún posible hacer cine de terror comercial
medio decente. Además, creo que me han atrapado con eso del remember 80s (¡no a nivel musical!).
El resto de películas del mes me
exigen desplazarme a otras localidades: estaba empeñado en ver Los misteriosos asesinatos de Limehouse, de Juan Carlos
Medina por lo mucho que admiro a su actor principal, Bill Nighy, y por su ambientación
en el Londres de finales del siglo XIX que tanto me fascina, pero salgo decepcionado
de una cinta que encuentra un tanto insípida y con un ritmo y una estructura
algo desatinados, quizá por pretender recrear demasiado fielmente la novela en
que se basa. Esta película, al parecer de estreno limitado a nivel nacional,
acudo a verla a los Aragó Cinemas, mi
segunda visita al establecimiento tras su reapertura. Curiosamente tengo una nueva
cita con los mismos cines a la semana siguiente para ver El resplandor de Stanley Kubrick, cuya proyección se ha conseguido
mediante un evento youfeelm, pero al final
no asisto a ella pese a haber comprado la entrada. No me importa esta pequeña
pérdida económica y me alegra haber contribuido a que se reponga en un cine
este clásico de los 80.
El mes acaba con Churchill,
de Jonathan Teplitzky, que ya comenté
brevemente en un post de hace unos días. Brian Cox es otro actor al que admiro
desde hace años y que nuevamente vuelve a brillar en este papel del Primer
Ministro inglés. No sólo la mejor película del mes para mí, sino también una de
las mejores de lo que llevamos de año, aunque curiosamente me tocó verla
totalmente solo en una de las espaciosas salas de los Kinépolis.
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