"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

martes, 10 de enero de 2017

19 años con Alucine


El desaparecido Oma fue el último cine clásico de Puerto de Sagunto, y durante mucho tiempo lo consideré “el cine de mi vida”, pues lo frecuenté desde 1980 hasta su cierre en 1997 (aunque, ni qué decir tiene, siendo más niño ya había ido, sólo que con menos asiduidad). Hubo, por supuesto, otros cines en aquellos mis tiempos mozos, pero ninguno duró tanto como el Oma, del que fui pues incondicional durante 17 años seguidos.

Sin embargo, no hace mucho tiempo me di cuenta de una dato que se me había pasado por alto: las multisalas locales Alucine habían superado ese hito, pues el 10 de enero de 2016 se cumplían 18 años de su inauguración, y exactamente hoy se cumple, lógicamente, otro año más.  Son pues 19 los años que llevo acudiendo a mi cita semanal con ese establecimiento local: así a ojo me atrevería a estimar que al menos unas setecientas películas. Con los Alucine he vivido buenos y malos tiempos y me alegra decir que los he visto resistirse al embate de los temibles y poderosos negocios competidores de la capital, la gratuidad y la desconsideración de las descargas internáuticas, los vídeos de alquiler y la desidia y la ceguera de algunas personas (cuando no directamente estupidez). Lejos quedan aquellos años de grandes colas y de tener programación los siete días de la semana, que hace tiempo se redujeron a cinco. Muy al contrario, más de una vez me he encontrado solo durante una proyección, o acompañado como mucho por un puñado de espectadores. Suerte que hay días y películas que sí que llenan las salas del complejo.

Habiendo tenido cines en mi pueblo desde siempre, no concibo otra forma de vida; poco me importan las excelencias y prestaciones que pueda ofertar la competencia foránea: difícilmente me saldrá más rentable ni me resultará más cómodo tener que desplazarme bastantes kilómetros y pagar mayores tarifas cuando puedo ver una película a un paseo de mi casa. Para mí un cine local –modesto como pueda ser Alucine– es un privilegio que todo Ayuntamiento debería fomentar y apoyar; algo tan habitual como era una sala de proyección hace cosa de unas décadas, cuando cualquier pueblecito tenía una, es hoy en día un lujo que mucha gente –llevada por el espejismo del turbocapitalismo y de los ardides políticos para convencernos sobre cierto supuesto y falso estado de bienestar– no sabe apreciar. Como con todas las cosas, de Alucine hay que valorar y sopesar sus pros y sus contras y concluir con una apreciación justa: en mi caso, los segundos me parecen pocos y mayoritariamente ignorables, pequeños detallitos que podrían solventarse con un poco de atención y cuidado; los primeros priman para mí y prácticamente han quedado expuestos en este artículo.

Me gustaría acabar este pequeño y breve homenaje con algún tópico del tipo “ojalá que Alucine dure otros diecinueve años”; sin embargo, una amenazante sombra se cierne –una vez más– sobre los cines de mi localidad, y tiene la forma de uno de esos monstruosos macro-complejos comerciales que están asolando las ciudades y terminando con una forma de vida como era el pequeño comercio. En el cartel que daba a conocer la construcción de su próxima fase se anunciaba un próximo establecimiento cinematográfico. No sé si esto es una certeza, o simplemente una sugerencia de negocio por parte de los promotores del nuevo recinto, pero habida cuenta de la necedad, codicia y ceguera de la casta política que destroza España desde hace décadas, que no sigue más dictado que el de su propio bolsillo y que no obedece a más razones que las que les aportan sus señores, los magnates de las empresas, soy muy poco optimista al respecto. Puerto de Sagunto es muy pequeño para dos negocios cinematográficos, y dar licencia para uno nuevo llevará inevitablemente a condenar al más antiguo, porque la gente, como polillas, siempre acudirá a donde las luces brillen más. Cruzo los dedos, pero con desánimo y escasa convicción... y sí: me gustaría creer que tendremos Alucine para rato…

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