Hacía mucho tiempo que quería ver
esta película, de la que curiosamente había visto antes su remake de 2012, Un
plan perfecto, que me pareció muy divertido. Los
papeles que en este último asumen Colin Firth, Cameron Diaz y Alan Rickman
fueron interpretados en la original por Michael Caine, Shirley MacLaine y Herbert Lom, y la dirigió Ronald Neame en
1966. Los hermanos Coen y Michael Hoffman respetaron bastante las líneas
generales del argumento del film original, aunque con los cambios oportunos en
ambientación y personajes para que su revisitación de la obra de Neame no fuera
un calco insulso y sin originalidad: Caine es un ladrón británico que urde un
plan junto a su socio para robar a un multimillonario árabe (Lom), para lo cual
contrata a una bailarina euroasiática residente en Hong-Kong (Laine) por su gran
parecido con la difunta esposa de la futura víctima. El problema –y la principal
diferencia con el remake– es que el rico coleccionista les cala desde un primer
momento y decide seguirles el juego…
Es una comedia elegante,
divertida, con unos protagonistas de lujo y a la que ese medio siglo
transcurrido desde su estreno confiere el inevitable encanto de la nostalgia y
el atractivo de poder revivir otra época que ya queda lejos. Me encanta esa
parte inicial en la que el personaje de Caine imagina todo el plan tal y como
debe de salir y en la que la chica, hierática, altiva e inmutable cual esfinge,
no articula ni una sola palabra y se expresa sólo con frías miradas. Michael
Hoffman retomó esa idea también para el remake.
Constatar, por último, con gran
alegría, que sus dos principales protagonistas sigan con nosotros y en activo
exactamente cincuenta años después del estreno del largometraje.
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