De Mad Max se podría decir que
fue uno de mis “mitos secundarios” de ese cine de los 80 que tanto marcaría mi
vida como espectador. Nunca lo tuve a la altura de mis héroes más legendarios
–sin lugar a dudas los encarnados por Harrison Ford: Indiana Jones y Han Solo–,
ni sus entregas entre mis películas indispensables, pero, hasta cierto punto,
las disfruté y admiré en su momento, y tampoco lo pasé mal con todos aquellos
productos hispano-italianos que surgieron tras la obra de George Miller (y que
seguramente ahora me parecerían intragables). En aquellos tiempos me parecía
muy atractiva aquella ambientación post-apocalíptica en la que los vehículos
más estrambóticos y toda una suerte de bandas y conductores dementes combatían
entre sí.
Tengo un curiosísimo recuerdo
sobre una de las películas de la saga, y está relacionado nada más y nada menos
que con la que llegaría a ser mi actriz favorita y uno de mis grandes fetiches
del celuloide: Audrey Hepburn… Sí, ya sé que aparentemente la diva no tiene
nada que ver con Mad Max, es cierto. Pero –ya lo he contado en alguna otra
ocasión– en aquellos años de los que hablo, era normal que los cines de pueblo
ofrecieran películas de reestreno en programa doble, y además que tampoco se
complicaran mucho en emparejar dos títulos que pudieran tener alguna afinidad.
Así es como me acerco un día a ver la programación de mi viejo y querido Cine
Oma en el ochenta y poco y me encuentro con… Dos en la carretera y Mad
Max: Salvajes de la autopista: sesión temática, ¿no? En aquellos tiempos,
yo era demasiado joven para interesarme por ninguna de esas películas, así que
no fui a verlas, pero sí recuerdo que di por hecho que la tal Audrey debía ser
sin duda la hija de Katherine Hepburn, pues asumí que aquella película suya
debía ser actual, y no que tenía ya cerca de década y media.
Con el tiempo, acabaría
rescatando la primera de entrega del policía Max en VHS (y también la película
de Stanley Donen). Pero sería Mad Max 2:
El guerrero de la carretera mi primer encuentro con el personaje
interpretado por Mel Gibson, y probablemente la película que siempre me ha
gustado más de la “trilogía original”. Luego llegaría Más allá de la cúpula del trueno y, después, una creciente aversión
por el mencionado actor que hizo que fuera perdiendo el interés por sus
trabajos y su filmografía, aunque de vez en cuando volvía rescatar la saga que le hizo famoso (la más
reciente este mismo mes)
En la actualidad está de moda el
revivir viejos mitos, héroes y sagas de hace unas décadas, y la “prodigiosa
mente de George Miller” (eso reza el cartel de su nueva película, a
pesar de tratarse de un director con una carrera más bien mediocre) urde el
plan de rescatar a su famoso guerrero en lo que
sería, exactamente treinta años después, una secuela de la última entrega
de la saga de Mad Max. En este caso, decide no contar de nuevo con el ya ajado
Gibson, sino proporcionar a su héroe un nuevo rostro: el del muy de moda Tom Hardy.
Así nos llega, este pasado 15 de mayo, Mad Max: Furia en la carretera, en la que volvemos a
encontrarnos con este ex-policía solitario y atormentado por su pasado (esta es
en realidad la primera película de la saga en la que vemos de una manera más
gráfica esa “locura” que le da su apodo) y con toda una serie de variopintos
clanes y ejércitos de ese futuro desértico e incivilizado en el que todo el
mundo se mata por la gasolina (¿tanto les cuesta ir a pie a los sitios?).
En común con las anteriores
películas de la saga, por supuesto, la carretera y los vehículos, casi los
verdaderos protagonistas del film, así como un extenso viaje/persecución por
las wastelands en el que destacan las
excelentes coreografías de las peleas entre los personajes –ya sea en el suelo
o “en marcha”, sobre los propios coches y camiones– y un gran trabajo de los
especialistas por encima de una historia especialmente elaborada o una trama
que dé para poco más que unas líneas para resumirse. Divertida y simpática nota
también que el villano de la función sea encarnado precisamente por el actor
que hizo de malo en la primera entrega de la saga en 1979, Hugh Keays-Byrne.
Novedad para la saga es sin duda
–estamos en otros tiempos– la importante presencia y protagonismo de personajes
femeninos fuertes y destacables (siempre se acusó a Miller y a la saga Mad Max
de cierta estética gay, algo en lo que estoy bastante de acuerdo), empezando
por esa Furiosa de Charlize Theron que en casi todo momento se erige como
principal heroína del film por encima del inexpresivo Hardy. También, desde
luego, la mayor flexibilidad que proporcionan los modernos efectos especiales,
no sólo para las escenas de persecución, sino, por ejemplo, para mostrarnos
manca a la mencionada actriz.
Al final, todo mezclado, dos
divertidas horas de espectáculo y acción sin mayor propuesta que esa: ofrecer
al espectador un buen rato sin exigencias ni pretensiones intelectuales.
Particularmente no me gusto. Los personajes carecen totalmente del carisma necesario para transformarlos en personajes iconicos. El guión (que es una copia descarada de la version ochentera) parece haber sido escrito en una servilleta de papel y lo unico que se remite es a mostrarnos accion sin tregua que termina aturdiendo. Las visiones postapocalipticas tan comunes en los 70 y 80 ahora quedan anticuadas y esa es la gran falla de esta remake (y como sucede con la mayor parte de las remakes nacidas ante la falta de ideas que parece imperar en los estudios cinematograficos). Un abraso
ResponderEliminarA mí me parece que está más o menos en la línea de las clásicas. Ya digo que tampoco fui un fanático de ellas en su momento... Un saludo a ti también.
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