He crecido fascinado por el
personaje de Drácula,
y en general por la literatura y el cine de vampiros (¿a alguien le extraña el
nombre de este blog?). Durante mucho tiempo, después de leer el libro de Bram Stoker por primera vez al final de mi
adolescencia, lo citaba sin duda como mi novela preferida. Esa opinión acabó
cambiando, cuando, pocos años después, la volví a leer y le encontré muchos
aspectos decepcionantes. Mi gusto había madurado para entonces y mi bagaje
cultural y literario aumentado en gran medida para bien o para mal. Drácula me pareció y me sigue pareciendo
una obra puritana y machista y desbordante
de mojigatería, aunque, naturalmente, hay que asumir la época y el lugar en los
que fue escrita. Mi admiración por el conde vampiro sigue, no obstante,
intacta, tanto que siempre quise leer alguna de esas versiones anotadas que han
aparecido en las últimas décadas. Finalmente, he tenido ocasión de hacerlo con
la edición de Leslie S.Klinger de 2007 que
aquí publicó Akal cuatro años más tarde y yo
me auto-regalé para Reyes. Esto convierte Drácula
en una de los libros que más he leído, ya que he releído una única vez más
de uno, pero con pocos he llegado a tres lecturas. Siempre prefiero emprender
nuevas tareas antes que repetir otras ya realizadas.
Acabada la laboriosa misión de
leer este Drácula anotado con todos
sus apéndices, prólogos y, naturalmente, su grandísima cantidad de notas,
quiero hacer una pequeña reseña de él.
La primera sorpresa al abordar
este volumen de estupenda presentación es que Leslie S. Klinger propone un
“juego” al lector: asumir que los acontecimientos narrados en el clásico de
Stoker sucedieron realmente, y que llegaron al escritor a través del propio
Jonathan Harker o incluso del mismísimo Drácula, naturalmente con la correspondiente
censura, omisiones y cambios de nombres de personajes y lugares. Esta decisión
me resulta chocante y algo desacertada, ya que lo que yo espero de esta obra es
un trabajo serio que me enseñe cosas y me revele aspectos desconocidos sobre
esta novela que fue decisiva en mi vida. Por lo tanto, durante todas las
páginas de este estudio, el señor Klinger seguirá manteniendo esta “ligera
ficción” –como él la presenta– y hará continuas anotaciones al respecto, como
poner en duda que Van Helsing o Seward sean realmente titulados en medicina debido a sus muchas negligencias.
Dispensada esta licencia,
encontramos en la novela básicamente cuatro tipos de anotaciones:
-Históricas/Geográficas:
gracias a Leslie Klinger conocemos detalles sobre, por ejemplo, los hoteles u
horarios de los trenes que se citan en la novela, personajes reales a los que
se alude, el paisaje transilvano e incluso los ciclos lunares de la época, así
que como la aparición de los primeros gramófonos, máquinas de escribir e
interesantes nociones médicas y psiquiátricas como la pérdida de sangre y ¡las
transfusiones! Este es el apartado menos discutible y supuestamente más exacto.
-Errores
y contradicciones: no son pocos los despistes que tuvo Bram Stoker al
redactar su más famosa novela, especialmente en lo referente a las fechas que
encabezan las cartas y grabaciones que componen los apartados del libro. A
menudo entran en contradicción los acontecimientos de ciertas fechas que no
coinciden de un capítulo a otro, o incluso dentro de un mismo capítulo. En este
sentido, esta versión anotada de Klinger parece tener casi un propósito
“destructivo” de Drácula, al poner en
tan clara evidencia los muchos descuidos y desatinos de su autor.
-Diferencias
con el manuscrito: Klinger tuvo el privilegio de acceder al mismísimo
manuscrito de la novela de Stoker, en manos de un coleccionista privado, y de
tomar notas para compararlo y contrastarlo con la versión que finalmente
saldría impresa. Este es sin duda uno de los aspectos más interesantes de esta
edición anotada, que nos permite conocer algunas de las ideas que Stoker
finalmente desechó para su novela (como por ejemplo que el castillo de Drácula
se desmorona al ser vencido su propietario).
-Diferencias
con la versión abreviada: en 1901 apareció una versión abreviada de la
novela para la que el mismo Stoker recortó los fragmentos que consideró
oportunos. Leslie S. Klinger también anota en su edición en qué pasajes del
libro tienen lugar estos descartes. No pasa de ser una curiosidad, puesto que
esta no es ni la primera versión publicada ni la que normalmente encontramos a
la venta.
-Interpretaciones
personales: una buena parte de las notas está dedicada, cómo no, a las interpretaciones
personales de Klinger sobre muchos aspectos de la novela. En ocasiones coincide
con los autores de otras ediciones, en otras los contradice, y algunas ideas y
propuestas dentro de este apartado son consideradas por primera vez por él.
Esta parte del libro es por supuesto la más discutible y cuestionable, ya que
al final viene a ser una opinión personal de un autor, por muy cualificado que
esté, y en los estudios literarios este es siempre un terreno muy pantanoso y
difícil de atravesar: cualquier novela –o película, para el caso– puede ser
interpretada de mil formas en función de quien la lea o vea, incluso habrá
quien encuentre nociones e ideas que ni el mismo autor original se plantearía
en su momento, y que pueden ser ciertas o no. A lo largo de los muchos estudios
sobre Drácula se han querido
encontrar subtextos homosexuales (el mismo Klinger los reitera), ideología
comunista y todo un sinfín de impresiones que en ocasiones me parece que a
menudo rozan un poco el desvarío o la excentricidad. Me sorprende especialmente
que Klinger insista de nuevo en la idea, ya antes sugerida por otros
estudiosos, de que el Drácula de Stoker, aunque inspirado en el histórico Vlad
Tepes, no es realmente éste en la novela. Es algo que no acabo de entender,
puesto que hay claras alusiones a un voivoda transilvano que luchó contra los
turcos en varios pasajes que sí parecen vincular al personaje ficticio con el
real.
Finalmente, la edición anotada de
Drácula de Leslie S. Klinger se
complementa con infinidad de apéndices de mayor o menor interés como las
muchísimas novelas, películas y obras de teatro que sobre Drácula y sucedáneos
se han realizado en el siglo largo de vida que tiene la novela (por cierto, el
fotograma de Ingrid Pitt de la página xxxi no corresponde a Las amantes del vampiro, sino a La mansión de los crímenes). Uno de
estos apartados está dedicado al estudio sobre la posible ubicación cronológica
de la novela, algo que han intentado varios autores a lo largo de los años
basándose, entre otras cosas, en los ciclos lunares especificados en la obra, y
una tarea que me parece absolutamente absurda puesto que estamos ante una
historia ficticia y fantástica.
En conclusión, aunque me apetecía
mucho abordar este libro y me alegro de haberlo hecho, sólo encuentro su
lectura parcialmente satisfactoria: aquellas anotaciones de Leslie Klinger en
general más objetivas y concretas sí que me parecen interesantes, mientras que algunas
de sus interpretaciones personales se me antojan más discutibles y hasta
ignorables. Principalmente me parece un desacierto lo de la “ficción ligera”
comentada al principio de esta reseña, si bien se puede dejar pasar como una
propuesta divertida.
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