"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

miércoles, 16 de julio de 2014

Ingrid y Rossellini (Tres días con Ingrid, día 1)

Durante mucho tiempo he pospuesto de manera totalmente deliberada el visionado de los trabajos de Ingrid Bergman con su marido Roberto Rossellini (sólo había visto Stromboli hacía muchos años). Admito que siempre le tuve un poco de manía a este director (¡y aún más envidia!). Me parecía un personaje algo sinvergüenza, vividor y poco organizado profesionalmente que había arruinado la espléndida carrera americana de su esposa porque, algo que es ya historia y es indiscutible es que todos los trabajos de la pareja fueron un fracaso en la taquilla. La misma Ingrid acabó por admitir, con demasiada humildad, que “no era la actriz adecuada” para las películas de Rossellini. Y yo añadiría que el italiano, acostumbrado a rodar prácticamente sin preparación y con actores no profesionales, no estaba listo para trabajar con una actriz de las dimensiones de Ingrid ni podía sacar enteramente todo el partido a la espléndida baza que tenía con ella. Además, durante esos cinco o seis años que ambos pasaron juntos, él no quiso ceder a su esposa a ningún otro director. Alfred Hitchcock se lamentaba de no haber podido trabajar nuevamente con Bergman, y yo, que adoro a los dos, no puedo sino hacer lo mismo.

Ahora que he visto casi toda la filmografía conjunta del matrimonio (a falta de ver Juana de Arco, en realidad una obra de teatro filmada con cámaras), tengo que admitir que ninguna de sus colaboraciones me ha parecido para nada mala. A algunas se les puede achacar algún “defectillo” puntual pero que en mi opinión no estropea las películas: en Stromboli la intervención de personas del pueblo sin preparación para actuar llega a ser a veces exagerada y hasta reprochable, y las escenas documentales de la pesca quizá se alargan demasiado. También coincido en lo que se ha dicho muchas veces de que la imagen espléndida e impecable de la bellísima Ingrid no parece casar del todo con la estética del neorrealismo italiano, más proclive a mostrarnos el feísmo, las desolación y la pobreza (aunque creo que ese contraste es acertado), y que quizás al final de la película la actriz no logre estar todo lo convincente que debiera –es la primera y, hasta el momento, única vez en toda su filmografía que me lo ha parecido–. Y en Te querré siempre llaman la atención todos esos “paseos turísticos” de los protagonistas para mostrarnos las maravillas culturales, naturales e históricas de Nápoles, escenas que parecen claramente forzadas posiblemente por debido a un acuerdo de colaboración con el gobierno de la región. Al final, todos estos recorridos acaban de resultarme simpáticos e interesantes aunque puedan no acabar de venir a cuento en la trama del film.

La moraleja o conclusión que saco del demorado visionado de la etapa italiana de Ingrid Bergman es más que positiva, porque al final lo que demuestra es algo que ya adelanté: que la sueca era un –hermosísimo– monstruo de la pantalla que se atrevía y podía con todo: fuera rodeada del glamour y del lujo del poderoso y adinerado Hollywood, en las más discretas producciones suecas o en las incómodas y modestísimas películas de Roberto Rossellini, Ingrid demostraba siempre que era natural, profesional y seria con su trabajo, por eso es uno de los más grandes y deslumbrantes astros de la Historia del Cine. Y no admito discusión :P


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